Desde hace unas semanas, algunas redes sociales se han convertido en espacios de discrepancia en torno a la “vetada” realización de la Feria del Libro. ¿Realmente es tan necesaria una feria del libro, para una ciudad como Trujillo? Indudablemente. Estas ferias no son únicamente espacios de compra y venta de libros (como muchas personas las ven), sino plataformas para la promoción de la cultura escrita en sus múltiples dimensiones.
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Las ferias del libro funcionan como espacios de convergencia entre los múltiples actores del ecosistema del libro (autores, editores, libreros, bibliotecarios, lectores, etc.). Esto, obviamente, favorece la socialización directa y el acceso democrático a la cultura escrita. En un mundo dominado por la lógica mercantilista y la vida pragmática (o la del show mediático), estos eventos permiten compartir momentos y espacios para el cultivo del espíritu.
Voz de expertas
En una sociedad en la que más nos interesa la enterocolitis de Shakira o el show de nuestro alcalde, las ferias del libro constituyen una oportunidad ideal para alejarse del mundillo y acercarse a formas más cultivadas de la cultura. Posibilitan el encuentro con escritores(as), docentes, padres de familia y lectores(as), en general. Nos familiarizan directamente con la diversidad textual y, consecuentemente, amplían nuestras posibilidades de lectura y estimulan la alfabetización crítica. ¿Acaso no son valiosas estas grandes posibilidades?
En un coloquio desarrollado en el marco de la XXV Feria Internacional del Libro Santo Domingo 2023, expertas internacionales destacaron la importancia de las ferias del libro en el fortalecimiento de la cultura y en el fomento de la lectura. Eva Orúe, directora de la Feria del Libro de Madrid, afirmó categóricamente que “las ferias del libro repercuten en el fortalecimiento cultural y generan mayor interés por la lectura y el conocimiento”.
Por su parte, Laura Niembro, directora de Contenidos de la Feria Internacional de Guadalajara, sostuvo que estas ferias son fundamentales para la formación de lectores y, consecuentemente, para la construcción de mejores sociedades. Manuela Ribeiro, directora del festival Correntes d’Escritas, de Portugal, puso énfasis en los beneficios interculturales de las ferias del libro: los lectores y escritores locales pueden conocer a otros autores (nacionales e internacionales) y, a partir de este acercamiento, se abren puertas de interés en la lectura y en el conocimiento de otras culturas.
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Veamos la luz
Como podemos ver, las expertas coinciden en el gran valor que tiene una feria del libro. Sin embargo, en Trujillo, desde hace muchos años adolecemos de una buena Feria. Vivimos azotados por la indiferencia social o enfrascados en la inoperancia de la indecisión y en las nefastas consecuencias que traen consigo las discusiones estériles. ¿Tan difícil es sentarse a la mesa para decidir la mejor alternativa de organización, a la luz de un ideal compartido?
En nuestra ciudad, salvo honrosas excepciones, la municipalidad no ha evidenciado, históricamente, un real compromiso con la promoción de la cultura. ¡Esta es su oportunidad, señor alcalde! ¡Promueva la realización de la Feria del Libro! ¡Contribuya a su buena organización! ¡Exhorte a sus funcionarios a brindar todas las facilidades necesarias! ¡Súmese a esta buena causa!
Entendemos que le preocupa la locación, por las implicancias del uso del espacio público. Pero, en una ciudad que no cuenta con espacios destinados a ello (ya sé que me van a decir que sí), en las actuales circunstancias, es estratégico que la Feria del Libro se realice en nuestra Plaza de Armas. ¿Se imagina, usted, la imagen que proyectaremos como ciudad si haciendo eco de la iniciativa ciudadana, nuestras autoridades impulsan una feria de alto impacto que le haga frente al clima de violencia e inseguridad que vivimos?
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A sumar esfuerzos
Ya sé que una feria del libro no soluciona el analfabetismo funcional que contamina nuestra vida cotidiana. Pero, por lo menos, constituye una oportunidad de encuentro con los libros, con sus hacedores y con quienes padecemos (o padeceremos) el vital vicio de la lectura. Por ello, invito a todos los que conforman el ecosistema del libro y, particularmente, a los escritores y autoridades educativas a sumarse también a esta buena causa.
Si Trujillo vive una nueva primavera literaria, este es el momento para relucir esos lauros y compartir espacios de intercambio cultural. No será la primera ni la última vez que, por unos días, se ocupe un espacio público. ¿Recuerdan, ustedes, cuando la actual gestión municipal organizó la presentación de la Orquesta Sinfónica, en nuestra Plaza de Armas? ¿Acaso no marcó un parteaguas y mereció el reconocimiento de la ciudadanía?
Pasemos de las redes sociales a la conversación directa con las autoridades. Quizá en el futuro deba ser nuestra Universidad Nacional de Trujillo quien asuma como política el compromiso de ceder sus espacios para este tipo de actividades. Pero, por ahora, alternativas como la comunicación respetuosa y asertiva y la planificación de un uso óptimo del espacio público son lo más adecuado para un fin mayor: nuestra cultura.