Beto Ortiz: "No tengo imaginación para escribir novelas”

El escritor y periodista Beto Ortiz, que prefiere escribir sobre la realidad y sus experiencias en lugar de crear mundos y situaciones que no ha vivido, publicará en julio un nuevo libro de crónicas titulado De dudosa procedencia, que presentará en la Feria Internacional del Libro de Lima 2019.

Además, el sello de bolsillo Booket relanzará los títulos Por favor, no me beses; Soy el hombre de mi vida; Maldita ternura; Nosotros matamos menos; y El inconquistable, que contiene una entrevista con Mario Vargas Llosa publicada en 2011.

¿Qué leeremos en De dudosa procedencia? 

Todos mis libros de crónicas son una especie de bitácora de una época. He sido una especie de testigo accidental de todo lo que pasa en este país y lo que hemos hecho es agruparlas por épocas. Cada una reúne las experiencias y el sentimiento de una época. Hay crónicas que se han escrito hace décadas, pero tienen vigencia porque aquello de lo que se habla sigue siendo cercano para cualquiera.

Maldita ternura fue tu primera y única novela. ¿Por qué no has vuelto a escribir otra?

Porque no tengo imaginación. Básicamente, todo lo que escribo es verdad porque no tengo la capacidad de fabular, de crear mundos, inventar Macondos o realidades paralelas. Por deformación profesional, soy periodista y estoy tan anclado en lo real que no creo que lo haría bien.

¿Esa única novela la escribiste en Estados Unidos? 

Sí. Esa única novela la escribí porque no me quedaba más remedio, porque estaba en una especie de destierro forzado en la época de (Alejandro) Toledo. Hay mucha confusión respecto de por qué me fui y por qué no podía regresar. En la cabeza de la gente se hizo una mazamorra con las historias de los diarios chicha, las leyendas de Magaly (Medina) y lo realmente existente. Decían que me fui porque salió el escándalo de los pirañitas, que es el tema de la novela, pero no es la razón por la que me fui. En 2003 ocurrieron varias catástrofes paralelas en mi vida. Tuve una idea delirante de tener una discoteca en Iquitos (Papá Piraña) y fue un fracaso rotundo. Al mismo tiempo, me cerraron dos programas. Se acabó la chamba, se acabó la plata y vinieron los problemas. Entonces me dije: “Mientras me recupero de este cataclismo, mejor me voy”. Usé un pasaje de cortesía que me regaló una aerolínea por el Día del Periodista y me fui a Miami. Me quedé tres años en Estados Unidos.

Tenía entendido que tú habías pedido asilo... 

Sí. Yo había hecho públicos los audios del general Villanueva con Almeida Tasayco, que era el asesor principal de Toledo. Almeida se fue a la cárcel. Fernando Olivera, que era ministro de Justicia, salió en la tele y le dijo a Jéssica Tapia que yo era un delincuente y que apenas llegara al Perú me iban a meter a la cárcel. Obviamente, esta declaración hecha por un ministro de Estado fue un regalo de los dioses porque me concedieron el asilo político de inmediato. Con eso recién pude trabajar en lo que sé hacer: fui reportero de Telemundo en Nueva York.

Pero trabajaste en otras cosas... 

Sí, claro, lavé edificios de platos y después fui ayudante de cocina en un restaurante de Nueva York, que fue una época fantástica porque creo que una manera de reinventarse y de salir de la rutina y de la depresión y de la grisura de la mediocridad es ser otro, convertirte en otra persona. Eso fue lo que hice. No hubiera podido ser otro en Lima. Volví a ser una especie de náufrago feliz porque nadie sabía quién era yo, no tenía responsabilidades, no tenía que ser líder de opinión, que tener una conducta ejemplar en la calle. Nada. Sobreviví cocinando.

¿Llegaste a deprimirte allá?

La depresión es una enfermedad y yo no creo haberla sufrido. Soy más bien un tipo medio cíclico, tengo momentos de euforia, de silencio. Sería muy conchudo decir que estuve deprimido porque nadie me lo ha diagnosticado. Lo que sí no necesito que me diagnostiquen es neurosis, porque todos los periodistas somos neuróticos. Yo más bien soy un tipo visceral y renegón.

¿Y en qué momento empiezas a escribir la novela? 

La novela llega porque la editora de Alfaguara me escribió y me dijo que quería publicar mi novela, pero yo no tenía ni una. Yo le dije: “Si la escribo me pagas porque no tengo chamba”. Fue genial porque la editorial me pagaba por capítulos. Entonces, probablemente esa persona no lo sabe, pero en ese momento me obligó a levantarme de la cama para hacer algo, porque si yo no escribía el capítulo, no comía. Así de simple.

Regresaste y te entrevistas con Magaly Medina después de todo. ¿Cómo fue ese encuentro?

Para cualquier persona que vive en esta ciudad tan beligerante, tan llena de pasiones, el rencor tiene que ser una etapa, no puedes vivir estacionado en él porque te acabas comiendo el hígado a pedacitos. Y yo elegí el periodismo, que es una actividad en la que estás permanentemente convertido en un blanco móvil, y el hecho de haber estado en televisión, de haber tenido opiniones fuertes, obviamente me rodeó de una colección muy selecta de enemigos. Lo que hice al regresar fue reconstruir los puentes que había quemado, y los había quemado todos. Yo vine en son de paz porque era la única manera de volver. Estaba cansado de pelear. Estar en el ring permanentemente puede ser muy adrenalínico, pero llega un momento en el que aburre. Ahora estoy en una feliz desconexión de la realidad. No tengo la menor idea de qué pasa en el país. Netflix es mucho más divertido.

Perfil 

Beto Ortiz, periodista

Ha sido reportero de programas dominicales, ha publicado una novela y varios libros de crónicas. Ha conducido programas nocturnos, noticieros y tiene una columna de opinión en un diario local. Hoy conduce El valor de la verdad.