En Mariátegui y en Vallejo dentro del aspecto cultural “refulge una cosmovisión trascendente y palpita un sentimiento cristiano.
En Mariátegui y en Vallejo dentro del aspecto cultural “refulge una cosmovisión trascendente y palpita un sentimiento cristiano.

En este mes de Fiestas Patrias es conveniente repasar algunos antecedentes en la época del centenario. César Vallejo se inscribe en la vanguardia literaria latinoamericana, que se posicionó entre la década 1920–1930. Después de “Los Heraldos Negros” difundió “Trilce”, en 1922, una de las obras más representativas de la vanguardia y que, como sabemos, ejecutó el cambio innovador en la forma de poetizar. Humanista y modernista. En su entorno inmediato y contemporáneo. En tanto, José Carlos Mariátegui publica su obra “Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana” (1928). Vallejo y Mariátegui se ocuparon de analizar y criticar a la narrativa, teatro y ensayo. Realizaron labor periodística (crónicas y artículos). Ambos tuvieron posición social ante la literatura como el «arte de la expresión verbal», entendiéndose como verbal aquello «que se refiere a la palabra, o se sirve de ella» y, por consiguiente, abarca los textos escritos (literatura escrita) y hablados o cantados (literatura oral).

VER MÁS: El compromiso artístico y pedagógico de Alberto Alarcón

Cultura

Vallejo en su libro “El arte y la revolución” (1973), en el apartado “Acerca del concepto de cultura”, señala que: “Se ha manejado con tal hartura y con tanto ensañamiento la palaba “cultura” en filosofía y la palabra “culto” en psicología, que pocos atinan ya a dar con el contenido de estos vocablos. No me refiero únicamente a la confusión que reina en la opinión pública, ni en la conciencia social media. Me refiero, principalmente, a la confusión de las filosofías y de los propios filósofos. No hay dos de estos cuyo concepto “cultura” sea idéntico. Aquel llama culto al hombre que sabe sentir la música de Stravinsky, mientras este llama culto al hombre honrado, aunque maneje sordera absoluta ante el “Apolo Musageta” (p. 86, p. 87. El arte y la revolución, 1973). Luego, el mismo Vallejo deslinda: La confusión en este punto refleja la confusión y contradicciones inherentes al espíritu y a la sociedad capitalista en general. Dentro de ella operan las más opuestas filosofías, según el interés de clase, de patria, de raza, etc. Las filosofías varían hasta dentro de una misma estructura social. En cada país viven tantas filosofías y conciencias sociales, como clases hay en ellas. Las ideologías se superponen según la jerarquía de esas clases.

PUEDE LEER: La narrativa de Roberto Mora en Brevario para el hastío

Para Mariátegui (1895-1930), la cultura del Perú hay que revisarla desde varias perspectivas, en sus “Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana” (1928). En su caso emplea el método interpretativo relativo —materialista, economicista, historicista, lógico-dialéctico—; por ello, tiene amplitud crítica y acuciosidad para con firmeza opinar desde su posición privilegiada de observador y partícipe de los procesos políticos y sociales de la vida peruana. Mariátegui tiene la visión de analizar al Perú integralmente. Esta responsabilidad le da fuerza a su función de cronista político, y lucidez para testificar la vida del Perú del siglo pasado, que no obstante el tiempo transcurrido, permanece su entereza moral del militante socialista, y ansía lo mejor para su país y sus habitantes.

En Mariátegui y en Vallejo dentro del aspecto cultural “refulge una cosmovisión trascendente y palpita un sentimiento cristiano. Ambos escritores, en una esperanzada búsqueda de justicia social, se vincularon al marxismo, pero nunca perdieron su entraña religiosa. Mariátegui murió en 1930 y Vallejo en 1938. Por aquellos años no se sabía en Occidente nada de los gulags ni de las purgas soviéticas. Y la esperanza de que se estuviera construyendo una sociedad justa persistió en ellos, a pesar de que Mariátegui fue acusado de “desviacionista sorelista” (del filósofo Georges Sorel), y Vallejo tuvo detractores entre los marxistas”.

LEER AQUÍ: Marco Martos y su cuento infantil “Los gatos de Coronté”

Literatura

Mariátegui en el capítulo “El proceso de la literatura” presenta una revisión original de la literatura peruana. Abiertamente manifiesta que su crítica no es “imparcial o agnóstica”. Dice Mariátegui: “Declaro sin escrúpulo, que traigo a la exégesis literaria todas mis pasiones e ideas políticas, aunque [...] debo agregar que la política en mí es filosofía y religión” (p. 207). A la vez anuncia que esto no significa “que considere el fenómeno literario o artístico desde puntos de vista extra estéticos”, sino que en la intimidad de su conciencia su concepción estética se aúna a sus concepciones morales, políticas y religiosas (p. 207).

VER MÁS: Walter Díaz Ramos y sus fantásticos mundos posibles

Mariátegui, al analizar “Los heraldos negros”, señala que “Vallejo es el poeta de una estirpe, de una raza”. “En Vallejo se encuentra, por primera vez en nuestra literatura, sentimiento indígena virginalmente expresado” (p. 280). Agrega que Vallejo “logra en su poesía un estilo nuevo”, con una técnica y un lenguaje nuevos. En Vallejo —indica— el sentimiento indígena “es empresa metafísica”, y dice que con él “principia acaso la poesía peruana”, peruana en el sentido de indígena” (p. 281). Con Vallejo, considera Mariátegui, nace una nueva sensibilidad, un arte rebelde (cf. p. 287). Destaca la austeridad de su forma, de su sencillez poética. Vallejo es un místico de la pobreza, lleva este sentimiento de abandono, de orfandad, de miseria a una nueva altura lírica. Es un deber poner en valor a nuestros pensadores que suman a la nacionalidad peruana.

LE PUEDE INTERESAR