Ubicado a menos de 30 kilómetros de Trujillo, este apacible rincón liberteño guarda historias que Iván La Riva se encarga de contarnos en esta nueva entrega de sus viajes por la región y el país.
Ubicado a menos de 30 kilómetros de Trujillo, este apacible rincón liberteño guarda historias que Iván La Riva se encarga de contarnos en esta nueva entrega de sus viajes por la región y el país.

El Perú es un rosario de pueblos poco visitados pese a sus interesantes historias y gran patrimonio. El de Chicama es uno de ellos. Ubicado a 25 kilómetros al norte de es la puerta de ingreso al valle del mismo nombre, uno de los más fértiles de la costa peruana.

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Su nombre original, hasta fines del siglo XVIII, fue Chacma, luego varió por el de Chicama. En 1548, los sacerdotes dominicos fundaron un convento para irradiar el catolicismo a los aborígenes del valle. Su fundador fue Fray Domingo de Santo Tomás, sacerdote misionero, lingüista y escritor cuyo mérito es haber escrito el primer catecismo en quechua. Confieso mi emoción cuando, en el templo de Koricancha del Cuzco, donde funcionó el convento dominico, vi que la biblioteca lleva su nombre. Los restos del templo chicamero hasta hoy resisten al tiempo.

Años atrás la carretera Panamericana pasaba por la calle principal. A la salida al sur había una curva que fue testigo de un hecho interesante que paso a relatar. En 1948 se llevó a cabo una carrera de autos de Buenos Aires a Caracas. Los 9,575 kilómetros se cubrieron en 14 etapas. Participó Juan Manuel Fangio, futuro cinco veces campeón mundial de automovilismo. Lo acompañaba, como copiloto, Daniel Urrutia. Para la etapa Lima -Tumbes parten en el puesto 23º, al que habían caído en la clasificación general. Pero, 150 kilómetros después, Fangio adelantó a todos. La madrugada del 29 de octubre, a la salida de Chicama, no aprecia la curva y se sale de la carretera a 140 km/h. Su auto cae dando tumbos por el talud. Se abrieron las puertas y Urrutia salió despedido fuera del coche, falleciendo. Fangio se salvó de milagro. La desaparición de su amigo marcó mucho en el ánimo de Juan Manuel Fangio, pues a partir de entonces jamás corrió con copiloto.

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Chicama posee una solariega y amplia plaza de armas, algunas de sus casas muestran representaciones chimús en sus fachadas, tienen huertas de frutales y casi todos sus pobladores se conocen.

Pese al deterioro de su antiguo templo, en su interior pude apreciar algunas pinturas murales y los restos del antiguo claustro que habitaron los dominicos. Al pie, el cementerio que data de 1897 llama mi atención y me obliga a recorrerlo.

Al pie de la cadena montañosa corre el canal precolombino más largo de América que fuera construido por los chimú para traer las aguas del río Chicama hasta Chan Chan. Esta obra hidráulica constituye un gran potencial recurso turístico, lamentablemente desconocido por muchos.

A la salida del pueblo, en el monumento de Santo Domingo de Guzmán, una placa le hace justicia calificándolo como “Ciudad de leyenda, llave y perla del Valle Chicama”.