Dina Amada Sánchez Baca es una reconocida maestra y escritora liberteña. Gonzalo Espino, destacado docente universitario y poeta peruano, describe la poesía de Dina como “sencilla”, como aquella que busca la “claridad del arroyo” y se enfoca en una “sensibilidad terrenal, con apego sincero a una convicción: la de ser más humanos cada día”.
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Y es que nuestra querida poeta aborda, en sus libros, temas vinculados a la ternura, al juego, a la identidad y a los vínculos con la familia y la naturaleza, con una fuerte carga afectiva. Quien lea sus poemas rápidamente notará su predilección por la armonía del sonido y la fluidez de las palabras, pero también por la evocación de imágenes naturales y espontáneas. Sus versos dulces y cadenciosos parecen estar hechos para ser leídos en voz alta y para ser vividos con la plenitud de la imaginación, el movimiento y el encuentro.
Sus aportes
Hasta la fecha, en poesía infantil, ha publicado “Canción del azahar” (1996 y 2022), “De cristal” (2012 y 2025), “A la rueda rueda” (2019 y 2024) y “El borreguito encantado” (2022). También ha publicado poesía para los “niños de siempre o para los niños grandes”, como ella llama a sus lectores. Entre estas publicaciones: “Cómo no amarte, Santiago” (2011), “Génesis. Presencia de Mujer” (2017) y “De cuerpo entero. Canto a Vallejo” (2024).
Su principal aporte es la revalorización de la poesía infantil como una forma de iniciación estética. También lo es la inclusión de temas muy cercanos a la vida cotidiana, como medios de conexión con los valores humanos fundamentales. Su corazón de maestra late en cada una de sus creaciones y se constituye en el principal soporte de su producción literaria.
Y, justamente, para escudriñar un poco más en esas motivaciones, conversé con ella, en el marco de su reciente reconocimiento con la “Medalla de Honor al Mérito Maestro Liberteño 2025”. He aquí algunos de los pasajes más hermosos de este diálogo.
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Maestra, a usted se le conoce como “la poeta de la ternura”. Para usted, ¿cuál es (o debería ser) la principal función o razón de la poesía?
La función principal de la poesía es la de activar la sensibilidad. Y, para ello, debemos empezar por los pequeños y por la brevedad. Mi poesía aprovecha las formas de expresión del verso, para acercar al lector al aspecto estético, iniciando por el menor uso de palabras. En mi libro “De cristal”, por ejemplo, hay un poema titulado “Mi tarea”. La segunda estrofa de este poema hace referencia a la letra H… ¿Alguien pensó, alguna vez, en la mudez de esta letra? La mayoría asume esa condición sin hacerse preguntas. Sin embargo, para mí, esa “verdad” me humedece de dolor los ojos. ¿Acaso nos hemos puesto a pensar en la hondura de su soledad, posiblemente hambrienta de amistad y de calor? Esta consciencia de la mudez del otro (así se trate de una letra) nos invita a cultivar la empatía entre los seres humanos; nos invita a colocarnos en el mismo nivel o en la misma condición del otro.
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Cuando uno lee los poemas de “De Cristal”, lo primero que descubre es la sencillez del lenguaje; pero, al mismo tiempo, la conexión emocional con el lector. ¿Estas cualidades tienen un propósito preestablecido?
“De Cristal” está dirigido a un público sumamente importante, un destinatario al que tenemos y debemos llegar, al que tenemos la obligación moral y afectiva de involucrar: ¡nuestros niños! En consecuencia, la palabra debe tocar su corazón, debe ser comprendida, asimilada, ¡sentida! La imagen que provocamos o proyectamos a través de los versos tiene que tocar su corazón y, si es posible, quedarse ahí aleteando dulce, efectiva y tiernamente. Lo fundamental es convocarlo sin que se dé cuenta, haciendo que sienta suyo y muy propio el mensaje y el sentimiento del poema. Convocarlo a la empatía, a la resiliencia, al compartir, que es lo que falta tanto en nuestra sociedad. Y esto no es algo preestablecido. Es una convicción: la de simplemente procurar que el lector se sienta amado. Mis versos brotan así. Brotan de un corazón lleno de amor por nuestra niñez.
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Pero, además de ello, yo encuentro que sus poemas están cargados de libertad imaginativa y de una invitación especial a conectarnos con la naturaleza…
La naturaleza es el lado más hermoso de nuestro entorno físico. Las plantas, los animales (hasta los más pequeños), el cielo, el sol, la luna, el viento, la lluvia y todo lo existente ¡tiene vida! Y si no, pues les damos vida y sentimientos, mediante el uso de la palabra. ¿Acaso no es eso extremadamente maravilloso? ¡Cuántas fábulas y cuentos hemos leído en el transcurrir de nuestra infancia y de nuestra vida! En consecuencia, podemos decir que la literatura infantil debe avivar nuestras emociones e incitar nuestra curiosidad. Tenemos que entender, desde la niñez que, para crecer anímica e intelectualmente, debemos asumir nuestra diferencia: Ese pececito / que está en la pecera / me mira y sonríe / pero a su manera. // En gasas y en tules / envuelve su cola / y la agita leve / haciendo una ola. // Se desliza suave / en el agua entera / y vive contento / pero a su manera.
Tal como se manifiesta en la contratapa de su libro “De cristal”, la poesía de Dina Amada Sánchez Baca “es una invitación a leer en voz alta, a soñar juntos y a redescubrir la belleza en los actos simples de la vida.” Invitados estamos todos, pues, a leerla y a apreciarla.