El amor después del amor de Fito Páez
El amor después del amor de Fito Páez

Fito Páez siempre le ha cantado al amor en sus incontables formas: el amor salvaje, el amor que encara a la muerte, el amor que viene después del amor, el amor a la locura, el amor a las utopías, el amor que se enciende, como una luz inagotable, sobre todo en la oscuridad, el amor al arte a pesar de que el mundo, allá afuera, se esté cayendo a pedazos. 

Ese amor, que en La ciudad liberada tiene el rostro de los nuevos tiempos, como el feminismo, llegó a Lima con uno de los mejores conciertos que el rosarino ha dado en Perú, el hogar al que siempre regresa y al que anoche entregó dos horas de clásicos y lo mejor de su último disco.

A pesar de un retraso de una hora y un problema técnico con el volumen en un micrófono, que Fito solucionó tocando otra vez desde la introducción de Ciudad de pobres corazones, el concierto arrancó con los temas de su último álbum: La ciudad liberada, Aleluya al Sol, Wo wo wo (con su maravilloso “Oh, lo que quiero saber sos vos”) y Tu vida, mi vida, que recuerda a No soy un extraño de Charly García.

Después llegaron los clásicos, esos temas que todavía se siguen cantando a pesar de los años, las modas y otras típicas excusas. Naturaleza sangre, 11 y 6, que si Fito quisiera el público podría cantarlo solo, arrancaron lo mejor de la discografía del músico argentino. El amor después del amor, del disco argentino más vendido de todos los tiempos, fue uno de esos momentos en que parece que la noche no se puede poner mejor. Pero se pone mejor con Dos días en la vida, el homenaje a las aventuras de Thelma y Louis.

Después vino La mujer torso y el hombre de la cola de ameba, uno de los últimos 18 temas, y Viejo mundo, de su primer disco Del 63, donde Fito empezó su camino como solista. Una simbología de lo que fue y es Fito Páez en estos 35 años de música.

Mientras que Bello abril se convirtió, anoche más que nunca, en la canción en Dolores Fonzi, a quien Fito dedicó el concierto al final del espectáculo. Un vestido y un amor y Tumbas de la gloria reafirmaron que la noche iba ser memorable. Luego, las últimas canciones de La ciudad liberada fueron 5778 ( instrumental), Plegaria y Se terminó, un canto al futuro.

La noche, de esta manera, terminó siendo de los temas más recordados de Fito Páez. La letra “En tiempos donde nadie escucha a nadie. En tiempos donde todos contra todos” sonó tan vigente, a pesar de que fue escrita hace 20 años. Y el “yo era un pibe triste y encantado de Litto Nebbia, Spinetta y Charly García” fue el homenaje a tres grandes del rock argentino que no se había escuchado antes en los conciertos de Fito en Perú.

Circo Beat, Brillante sobre el mic, Ciudad de pobres corazones, el tema que siempre le gusta cantar a Fito, a pesar de la sangre y la muerte, parecieron ser los últimos escalones para un cierre perfecto, pero no fue así. Al momento casi místico de Brillante…, donde las luces de los celulares alumbraron la noche, en uno de los mejores usos que se da la tecnología en estos tiempos, como si fueran estrellas, esas luces que se encienden en el alma y, sobre todo, en las tinieblas. Una oscuridad que se disipó con temas como A rodar mi vida, Dar es dar y la incansable Mariposa Tecknicolor.

Así, Y dale alegría a mi corazón, el que debería haber sido el final, fue cantada con tanta intensidad por el público que Fito Páez entregó una canción más: El diablo de tu corazón. “¡Sácate el diablo de tu corazón!” “¡Sácate el diablo de tu corazón!”. Ese es el amor después del amor de Fito Páez.