La I.E. Dios es Amor, de Wichanzao, es un caso emblemático. Aprovechando el Día del Libro, acercaron los textos a sus estudiantes y presentaron el libro de su docente Oscar Saldaña Villena.
La I.E. Dios es Amor, de Wichanzao, es un caso emblemático. Aprovechando el Día del Libro, acercaron los textos a sus estudiantes y presentaron el libro de su docente Oscar Saldaña Villena.

Dice el autor de “La metamorfosis”, al referirse al libro, que este “debe ser el hacha que rompa el mar helado que hay dentro de nosotros”. ¡Qué frase para más simbólica y categórica! , efectivamente, nos permite descubrirnos y revelarnos frente a nuestros propios espejos. Pero no solo eso: muchas veces, también nos permite avivar ese “mar helado” para transformarlo en aguas inquietas o agitadas.

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Por esta razón, toda celebración que tenga como motivo al libro siempre será objeto de alegría, reconocimiento y renovación de esperanza. Como es de conocimiento público, en Trujillo, recientemente se ha celebrado la II Feria del Libro de La Libertad. Más allá de todas las críticas y oportunidades de mejora, ¡cuánta satisfacción nos genera su realización! ¡Y cuánta satisfacción nos produce el (re)encuentro con escritores, editores, libreros y lectores!

Libros y celebración

¡Cuánto optimismo nos causa constatar la primavera literaria que, desde hace algunos años, se vive en la región La Libertad! Aunado a las letras y voces ya consagradas, nuevos baluartes de la escritura empiezan a emerger (llenaríamos todo el espacio de esta columna para citarlos). Prometedoras voces se abren espacio y construyen sus propios derroteros en el horizonte de la poesía, la narrativa (incluida la crónica) y el ensayo literario o académico.

Y como si eso fuera poco, ¡cuánto entusiasmo se ha vivido, contagiado y desbordado en cientos de instituciones educativas, con motivo de celebrar el “Día del libro y de los derechos del autor”! A lo largo y ancho de nuestra región, se han organizado ceremonias, actuaciones, conversatorios, ferias, visitas, etc., en torno al libro. Basta pasear nuestra mirada por los estados de WhatsApp, las redes sociales y los medios digitales para comprobarlo.

Sin embargo, más allá de estas celebraciones (que merecen nuestro reconocimiento y satisfacción), una impertinente pregunta nos encara: ¿y la lectura? ¿Cuántas de estas fotografías o de estos videos de júbilo expresan nuestras reales prácticas lectoras y/o nuestro genuino compromiso con el fomento de la lectura?

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La necesidad de leer

Si como dice la reconocida escritora española Irene Vallejo —al referirse a la historia del arte, la lectura y la escritura—, “escribir es nuestro dique frente a la destrucción, la calumnia o la amnesia”. ¿Cómo fortalecemos ese “dique” desde la lectura de lo escrito?

Si “en algún lugar de un libro hay una frase esperándonos para darle un sentido a la existencia” (Miguel de Cervantes dixit), ¿qué clase de existencia podemos tener, si es que no intentamos descubrir esa “frase que nos espera”? ¿Qué existencia esperamos tener si la lectura no forma parte de nuestra vida cotidiana?

Como ya lo dijo el novelista francés Michael Houellebecq, “vivir sin leer es peligroso, porque obliga a conformarse con la vida”.

Reparemos en este innegable peligro que representa “vivir sin leer” y valoremos a las instituciones educativas y a quienes han abrazado firmemente el compromiso con la lectura.

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El maestro lector

Un caso emblemático es el de la I.E. Dios es Amor, de Wichanzao, La Esperanza. Aprovechando la celebración del Día del Libro, convocaron a todos sus estudiantes a acercarse a los libros y a cuanto texto se les pudiese ofrecer. Pero, además, compartieron el libro escrito y publicado por uno de sus más comprometidos docentes: Oscar Saldaña Villena.

El maestro Saldaña, en su transitar por las instituciones educativas Juan Velasco Alvarado (de Punta Moreno, Cascas) y Dios es Amor (de Wichanzao, La Esperanza), fue trabajando y organizando una serie de anécdotas y relatos escritos por sus estudiantes. El resultado: ¡un ameno libro titulado “Anécdotas y relatos múltiples”!

En este libro, su autor nos comparte ciento once agradables textos, más un glosario de ochenta expresiones. A pesar de las pequeñas diferencias, todos los textos tienen un rasgo común: están relatados y escritos desde la vida cotidiana, desde aquellos hechos que, por más simples, curiosos o trágicos que nos parezcan, siempre nos sacan una sonrisa y nos aportan un aprendizaje y una enseñanza.

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El valor del libro

Este sencillo libro tiene un gran valor. Por un lado, recupera momentos o instantáneas de la vida cotidiana para compartirlos o compartirlas con los lectores; y, por otro, encierra un valor pedagógico (la oportunidad de aprender desde la vida misma). Aunque las experiencias son individuales, encontraremos situaciones que nos conectan y nos hacen comprender que la humanidad es una sola, a pesar de las diversidades y de las particulares formas de vivir en nuestro paso por este mundo.

Obviamente, nada de esto hubiese sido posible si es que el maestro Oscar Saldaña Villena no tuviese la sensibilidad necesaria para observar, apreciar y descubrir el valor de las anécdotas y de los hechos curiosos. Pero, también, es igual de valioso su compromiso pedagógico con la escritura y la lectura.

Si bien nada garantiza que quien lee y escribe sea, en correspondencia, una buena persona, por lo menos nos queda la esperanza de contar con maestros y estudiantes que siguen apostando firmemente por la lectura desde su modesta trinchera.

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