Ricardo Vera Leyva cumple fielmente con la premisa del escritor que elige cuidadosamente las palabras y no espera que estas aparezcan por arte de magia en cada uno de sus textos.
Ricardo Vera Leyva cumple fielmente con la premisa del escritor que elige cuidadosamente las palabras y no espera que estas aparezcan por arte de magia en cada uno de sus textos.

En palabras de Hebe Uhart, escribir es un oficio, no es un acto mágico y misterioso. El es una persona que se ha formado para trabajar de forma disciplinada y que desde su experiencia o la de otros ha sacado algo para encubrirlo con su imaginación. En este sentido, un escritor no es un ser sobrenatural, sino un artesano de la palabra. Dentro de nuestro contexto, pienso que Ricardo Vera Leyva es quien cumple fielmente con la premisa del escritor que elige cuidadosamente las palabras y no espera que estas aparezcan por arte de magia en cada uno de sus textos. Con Al pie del muro (y otros cuentos), Ricardo Vera Leyva propone una estética que concibe lo narrativo como un ejercicio constante de escritura en el que cada historia debe tener un modo particular de contarse y es el escritor quien decide cuidadosamente qué mostrar y qué no.

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Al pie del muro (y otros cuentos) reúne 11 cuentos bien escritos que nos permiten entender cómo el lenguaje es capaz de hacer que una historia cotidiana sea transcendente. Por ejemplo, en Habitación 116 Ricardo Vera presenta uno de los acontecimientos más cotidianos de la existencia humana: la muerte. El narrador protagonista revela su subjetividad, mientras un cúmulo de recuerdos se resisten al olvido. En este relato, el lenguaje permite que las oscuras calles trujillanas se filtren peligrosamente en los pasadizos de un hospital. Al final, una llamada que confirma la muerte de un familiar y una cómplice relación que confunde las nociones de piedad convergen en un insólito y cotidiano destino.

Narración y condición humana

Hay un aspecto significativo que me gustaría resaltar ahora; se suele pensar que la condición de presentar pequeñas historias dentro de otra mayor es propia de una novela y negamos esa posibilidad al relato corto. El prejuicio parte de la premisa de que el cuento es una especie lineal y referida únicamente a la acción de un protagonista. Varias historias de Al pie del muro (y otros cuentos) nos ofrecen retazos de humanidad que sus propios personajes han cocidos producto de las circunstancias de vida. Cada cuento es una lección de las relaciones humanas, esas que nos impactan y estremecen. Cuentos como El guion, Habitación 116, Venganza o Desilusión dan fe de esto último. El autor tiene la virtud de elevar los hechos cotidianos de personajes marginales a la vitrina de la literatura para que los lectores nos enteremos y participemos de esas realidades. Si consideramos que la literatura es producto de la imaginación de un escritor y se nutre por la recreación que hace el lector, no podemos pensar que las vidas que se cuentan acaban en la última página en blanco del libro. Al pie del muro (y otros cuentos) permite al lector continuar y anhelar el desarrollo de la vida de los personajes como si se hubiera terminado el final de una temporada y estuvieran expectantes con lo que ocurre después.

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Lectura reflexiva

Ahora bien, el libro de Ricardo Vera Leyva presenta un conjunto de retos y reflexiones a los lectores. Quien piensa aplicar la estrategia de prelectura en la portada no conseguirá los resultados esperados. El libro no es un tratado histórico o sociológico, tampoco aborda la problemática de la religión ni cuenta la historia del conflicto palestino – israelí. Es verdad que ayuda conocer un poco del contexto histórico para llegar a descubrir un mayor número de significados de la obra, pero no estar familiarizado con cierta situación, no implica que sea inteligible; por el contrario, los mismos hechos nos ayudan a ir entrando poco a poco.

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La narrativa del otro

Inicialmente, los cuentos presentan a un personaje que poco a poco -y con ayuda del narrador- se muestra como el principal. Sin embargo, conforme se desarrolla la trama es desplazado por otro (tal vez referencial o el mismo narrador) para insertar el inesperado final. El desplazo del protagonista sea quizás para sacarnos la idea de que somos el centro del universo. Al inicio pensamos que la vida del otro no es tan importante como la propia y, cuando estamos seguros de que hemos dado la última palabra, aparece la voz de alguien más. Esto último puede ser el caso de una mujer engañada (Venganza) o una madre que ha perdido al ser más querido (El tatuaje).

Los cuentos de Vera Leyva están cargados de recuerdos, sentimientos, lecciones y finales verosímiles. Por eso, daría la impresión que el autor ha vivido todas esas vidas, pero al percatarnos que eso no es posible por los principios del tiempo y del espacio, solo nos queda suponer que se trata de la gran maestría literaria que posee. Incluso en ciertos momentos, es posible que el narrador parezca estar invitándonos a ser parte de la escena que él participa.