Enrique Serrano: "Los misterios femeninos nunca se resuelven del todo"
Enrique Serrano: "Los misterios femeninos nunca se resuelven del todo"

Livia Drusila, la famosa esposa del emperador Augusto que la historia pinta de mujer cruel, soberbia, fría y calculadora, aparece más humanizada en La diosa mortal (Seix Barral), la última novela histórica del escritor colombiano Enrique Serrano.

Mediante testimonios, el también filósofo explica cómo y por qué la poderosa abuela de Calígula, a pesar de haber estado en la sombra, jugó un papel trascendental en el progreso de Roma.

¿Por qué se interesó en este personaje?

El libro es un homenaje a Robert Graves, autor de Yo, Claudio y Claudio, el dios y su esposa Mesalina. Allí vemos que el poder y el control absoluto está en Livia Drusila. Ella era un personaje que había quedado sin resolver en la novela y en las crónicas históricas, pues había querido ser elevada a los altares como diosa, pero había sido soslayada; sin embargo, su nieto Claudio le hizo justicia. Me interesé por reconstruir este proceso para darle realce y para mostrar la política desde la óptica de la mujer de la antigüedad, que interviene en la toma de decisiones, de un modo sutil e indirecto, sugerido.

Después de haberla investigado, ¿qué impresión tiene de ella?

Livia me ha enseñado, como personaje, que los misterios femeninos nunca se resuelven del todo, siempre quedan sombras.

Para mí, Livia, como ser humano, es una fuente de enseñanza y sabiduría inagotable. Sin duda, era firme, una persona muy serena ante la adversidad, pero no fría. En su tiempo, Livia era un modelo de madre y esposa y cuando murió todo el mundo reconocía que había hecho bien su papel. Tenía un sentido de la política y del control mucho más sofisticado que Augusto; sin Livia, él no habría podido ser el gran emperador. Se adelantaba a las conspiraciones, tenía un genio político muy grande. Siempre se mantuvo relativamente en la sombra, y esa es tal vez parte de su grandeza.

¿Por qué se mantuvo en la sombra?

En su tiempo no era bien visto que una mujer tomara decisiones. Entonces, ella entendía que no tenía sentido luchar contra la corriente. Las que lo intentaron terminaron mal, muertas o deshonradas. Ella no podía cumplir, a los ojos del mundo, otro papel. Ella tomó muchas decisiones e hizo lo que hoy podemos llamar planes de gobierno frente a emergencias muy graves que vivió Augusto en sus años de reinado.

¿Cree usted que Livia ha sido una gran influencia para las gobernantes de hoy?

Sí, por eso siempre, junto a Memorias de Adriano, recomiendo leer Yo, Claudio. Si usted quiere tener una idea menos ingenua de la política, léase la obra doble de Graves porque esta le enseña a uno los diversos temperamentos políticos. Muestra muy bien a los genios de la política, inmortales.

Por último, ¿por qué su fascinación por la novela histórica?

Hay varias razones. La más clásica es porque el pasado tiene la virtud de que ya está resuelto. Entonces, las cosas que pasaron hace siglos ya no tienen dolientes en el mundo actual. El pasado produce una cierta fascinación en una parte de la gente, porque cuando a uno le cuentan bien una historia el interés es natural. También permite que con la ficción se complete la historia de una manera creíble, verosímil y atractiva. Con eso se ha conseguido educar más a la gente que con los tratados y libros de historia. Mi intención literaria es estética, es decir, reconstruir la belleza, tanto en los hechos como en la prosa, para que sea posible deleitarse, incluso emocionarse con lo que pasó.

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