Luciano Moreno es, sin duda, uno de los autores con mayor proyección. Su obra, por su potencia, intensidad e inventiva, deberá trascender lo local y apuntar a ámbitos mayores.
Luciano Moreno es, sin duda, uno de los autores con mayor proyección. Su obra, por su potencia, intensidad e inventiva, deberá trascender lo local y apuntar a ámbitos mayores.

“Desde que mamá enviudó, prepara comida para vender y yo le ayudo. Aprendí a pelar cuyes desde los seis años. Mamá me enseñó, así como papá le enseñó a ella, porque papá sabía hacer de todo y todo lo hacía bien. Él me mira, siento sus ojos sobre mis manos enrojecidas por el agua hirviente arrancando los pelos que queman mis deditos.”

Con este pasaje se abre el tercer párrafo del capítulo inicial de “Felipe Felipe”, la más reciente novela de Mario Luciano Moreno Roldán. Luciano (como desea que lo llamen), con mucha solvencia en su trabajo creativo, viene ganándose un merecido espacio en la escena cultural liberteña. En apenas tres años ha publicado tres obras que dan cuenta de su talento: “Diez destinos” (2023), “Las aventuras de Mayo” (2024) y, ahora, “Felipe Felipe” (2025).

Felipe Felipe

En su primer libro logró integrar sus aficiones viajeras con el folclore oral, actualizando y revitalizando las leyendas y creencias populares. En “Las aventuras de Mayo”, tendió un puente entre la fábula y la novela, invitando al lector a sumergirse en un mundo de fantasía y de aprendizajes. Con “Felipe Felipe”, el autor da un paso más y nos ofrece una novela que muestra la disciplina del trabajo literario y el ingenio de su creador.

Estamos ante una novela que revela dominio estilístico, sensibilidad creativa y una voz literaria en proceso de afirmación. Sin perder el anclaje en la cultura popular y en la experiencia vital, Moreno penetra en la intimidad de sus personajes y los coloca en diálogo con realidades marcadas por la exclusión, las carencias y las inequidades.

Carlos Santa María, director de Nectandra Ediciones, sintetiza con acierto el planteamiento de la obra: esta es la historia de un niño que “se obsesiona por conocer el rostro de su padre (a quien perdió cuando apenas tenía ocho meses), pues siente que, sin esa imagen, es incapaz siquiera de recordarlo”. Bajo este pretexto, “convergen brujas que se transforman en cerdos gigantescos, yeguas que salen a medianoche a llorar amores juveniles, levantamientos mineros silenciados, aparecidos que claman por sus muertos, cuyes de paja, asesinos de gatos y otros seres tan entrañables como fantásticos”. Todo ello convierte a esta novela en “una de las más fascinantes que haya leído”.

Desde dentro

Pero, no se trata únicamente de una trama ingeniosa ni de una temática provocadora. El libro destaca, además, por la calidad de su edición y por el trabajo visual de Oscar Alarcón Prieto, un ilustrador que confirma aquí su excelencia. Igualmente sobresale el manejo de los registros lingüísticos, que permiten no solo diferenciar la voz de los personajes, sino también convivir con ellos. Desde un trasfondo autobiográfico, Moreno explora la vida familiar —la suya y la de tantos otros— para conducirnos a los mundos de la novela.

No obstante, en medio de un entorno marcado por la crudeza del clima y de las vidas de sus protagonistas, hay espacios para el amor y la ayuda mutua. Aquí el amor no se idealiza ni se ofrece como una lección moral; se despliega con la dureza y la ternura propias de la vida cotidiana. Las historias se construyen sin edulcorantes, desde la verdad de lo íntimo.

Mientras las cifras macroeconómicas, en nuestro país, exhiben estabilidad y disciplina fiscal, Moreno dirige la mirada a quienes perviven al margen de esos “logros”. Y lo hace sin caer en el libelo ni en la denuncia directa. Construye su mundo ficcional desde lo íntimo, desde lo cercano; su mundo literario está construido desde las creencias cotidianas, desde la intimidad de las familias y de los seres que (nos) habitan en este mundo.

Realismo mágico

La novela “Felipe Felipe” conjuga lo real con lo mágico, sin dejar de lado la sensibilidad humana. Su autor consigue equilibrar el infortunio con la dulzura de los lazos fraternos, en su sentido más amplio. Asimismo, los toques de humor iluminan la narración y la hacen vibrar entre lo onírico y lo real. Ello posibilita que la prosa se deslice, en tiempos distintos y alternos, con un ritmo que envuelve y conmueve al lector.

En una reciente entrevista con Salvador del Solar, en el programa “Al aire libre”, la escritora colombiana Laura Restrepo sostuvo que el arte, en particular la literatura, es como una daga que sacude al público en esta “era de terror”, desgarrando la anestesia del realismo. Esa reflexión parece dialogar de manera natural con “Felipe Felipe”.

Restrepo advierte que la violencia y las injusticias no se quedan fuera de nuestros hogares; se filtran en nuestra vida, nos afectan, nos perturban y nos moldean. Esa misma idea late en la novela de Moreno, que emplea el realismo mágico para cuestionar la desigualdad social.

Para finalizar, debo decir que coincido plenamente con Carlos Santa María: Luciano Moreno es “un escritor de raza, con ‘duende’, como diría Lorca, capaz de alegorizar los temas más complejos y presentárnoslos vestidos de fábula (…). Sin duda, es uno de los autores con mayor proyección en nuestra región, cuya obra, por su potencia, intensidad e inventiva, debería trascender lo regional y apuntar a escenarios mayores”.

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