El autor comenta sobre su más reciente libro “Seis capítulos perdidos y otros extravíos”, la literatura y de las próximas elecciones presidenciales.
El autor comenta sobre su más reciente libro “Seis capítulos perdidos y otros extravíos”, la literatura y de las próximas elecciones presidenciales.

“Seis capítulos perdidos y otros extravíos” (Tusquets, 2021), de Fernando Ampuero, es un híbrido de memorias, cuentos, ensayos y teatro: un fusión literaria, entre la ficción y los recuerdos.

El narrador, a través de un cuestionario, nos responde sobre la escritura del libro, el lugar de la poesía en el país, los irrepetibles Antonio “Toño” Cisneros y José Tola, y de las próximas elecciones presidenciales.

Ampuero contesta que le sorprendió el pedido de Mario Vargas Llosa de elegir a Keiko Fujimori y cuenta que no irá a votar.

¿Se puede decir que la memoria es la gran protagonista de su reciente libro?

Así es. Esta une a la mayoría de textos que lo componen. Y en aquellos donde la memoria no cumple un rol protagónico, oficia al menos de buena consejera; la memoria es el combustible de todo proceso creativo, cosa que en este libro dejo ver con  descaro, al punto de que algunos relatos son experiencias disfrazadas de ficción.

Gabriel García Márquez dijo que escribía para que lo quieran. ¿Seis capítulos perdidos, en la primera parte, va en esa línea, sobre todo pensando en los amigos?

Tengo la suerte de tener amigos que me quieren; no tantos como antes, porque varios se han ido muriendo, pero con los que quedan me siento reconfortado. Y, lo mejor de todo, tengo amigos de nuevas generaciones, lo que a mi edad es magnífico.

¿Toño Cisneros y José Tola, considerando su vida y obra, son dos de los artistas más auténticos que ha tenido el Perú?

Ya nadie lo duda. Ambos, eso sí, eran seres complejos, que vivían con los nervios de punta, pero también personas que tomaban su obra en serio. Y, además, tenían rasgos en común: solían ser unos caballeros para las obligaciones laborales, pero en la vida social se soltaban, y eran capaces de exaltarse hasta el desenfreno. Eso lo sabían sus amigos, y por eso evitaban juntarlos en fiestas. Recuerdo una cena en mi casa, en la que Tola quería tirar por la ventana a un invitado, mientras que Toño, viendo que el pintor le robaba el foco de atención, se subía a una silla y recitaba a gritos sus poemas. En el retrato que hago de Toño, escribo: “Es terrible ser poeta. La carga emocional que esto acarrea es mucho más agobiante que en cualquier otro escritor”. Fuera de esos detalles, que derivaban del alcohol, eran dos tipazos encantadores y muy queridos.

La última anécdota sobre Toño Cisneros me parece desoladora: él dopado, retirado de una fiesta, mientras se leen y celebran sus poemas. ¿Es como una síntesis del trato del país con sus poetas?

Dudé mucho al escribir un texto tan realista sobre Toño. Pero si hubiera hecho un retrato comedido para agradar a mis tías, no se lo reconocería. Toño, en esencia, fue un gran poeta y un espíritu políticamente incorrecto. Si hoy viviera en Nueva York, donde por quítame esta paja te llevan al cadalso, ya lo habrían cancelado. Allá, en años recientes, querían cancelar al gran Philip Roth, pero se murió; ahora fustigan a su biógrafo. En cuanto al trato que otorga el país a la poesía, y al arte en general, oscila entre el desdén y la indiferencia; se las ve como actividades prescindibles.

¿Por qué pensó en estos textos como póstumos? ¿Por la extrema cercanía de la muerte en esta época del coronavirus?

Claro. Porque, aparte de algunos achaques, yo soy una persona sana. Y lo que estamos viendo en el mundo es que el COVID-19 mata a personas de apariencia sana, cuya genética, lamentablemente, no está blindada con un eficiente sistema inmunológico.

Hace tres años me respondió que seguiría escribiendo si le quedaban fuerzas. ¿Aún las tiene para continuar publicando?

A veces me despierto deprimido en las mañanas y con ganas de no escribir más. Luego leo a un buen autor que me emociona y me siento picado. Leer también es un remedio.

Su crónica sobre Vargas Llosa grafica la contradicción actual del nobel de literatura de pedir votar por Keiko Fujimori, pese al apellido que siempre criticó. ¿Le sorprendió esto último?

Me sorprendió, sí. No puedo decir más, todavía no salgo de mi sorpresa.

¿Ha decidido por quién votar?

No iré a votar. El ausentismo es también una legítima opción, si la adoptas como protesta cívica. Te ganas una multa por eso, pero el reglamento de la ONPE debería dar por justificado el rechazo a elegir entre dos candidatos nefastos. Pensé primero votar en blanco, pero es algo que me sabe a indiferencia. Luego consideré el voto viciado, como expresión de rabia ante lo que le sucede al país, y, finalmente, me incliné por el ausentismo, que es un repudio elocuente y más civilizado.

Si pudiera mochilear ahora, a su modo, ¿qué libros llevaría?

Por lo pronto, no llevaría muchos. El médico me ha prohibido cargar peso. Una posibilidad sería dos libros: obras selectas de Borges y de Truman Capote.

Fernando Ampuero

Escritor y periodista. Nació en Lima en 1949. Cuentista, novelista, dramaturgo. Ha publicado “Malos modales”, “Bicho raro”, “Caramelo verde”, “Hasta que me orinen los perros”, entre otros libros.

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