¡Bienvenido, don Nacho! Que sus “ocurrencias” nos contagien a todos de ese espíritu ingenioso y placentero que tanta falta hace en los ambientes escolares y universitarios.
¡Bienvenido, don Nacho! Que sus “ocurrencias” nos contagien a todos de ese espíritu ingenioso y placentero que tanta falta hace en los ambientes escolares y universitarios.

La tradición oral representa un legado fundamental para las nuevas generaciones, tanto por su riqueza cultural como por su profundo valor educativo. A través de mitos, leyendas, cuentos y relatos, se transmite una pedagogía basada en la memoria colectiva, el lenguaje cotidiano y la ética comunitaria.

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Y, desde una perspectiva cultural, la tradición oral es clave para preservar la diversidad, fortalecer el vínculo entre generaciones y resistir estos procesos de homogeneización que tanto daño nos hacen. Su carácter dinámico permite que los relatos trasciendan de generación en generación, transformándose y manteniéndose simultáneamente.

¡A celebrar!

Por estas invaluables razones, celebro la publicación de OCURRENCIAS DE DON NACHO, del escritor Teodoro Alzamora (tambograndino de nacimiento y trujillano de corazón). Como él mismo dice, este libro es “producto del autosaqueo” de sus recuerdos: de aquellas historias narradas o (re)creadas, con agudo ingenio y humor, por los ancianos de su pueblo.

Y es, justamente, este ingenioso empleo del humor el que hace placentera la lectura de los catorce relatos que lo conforman. Lo corrobora el mismo autor: “El humor es un elemento hegemónico en todo lo que yo escribo”. Y, como para que no quepa ninguna duda de su ilusión, remata: “El carácter campechano y risueño de mis historias tiene el propósito de que los muchachitos se diviertan leyendo estas anécdotas, estas ocurrencias”.

Pero, como ya lo he expresado anteriormente, estos relatos también conllevan un valor educativo y cultural: “En su libro de cuentos Ocurrencias de don Nacho, Teodoro Alzamora reúne 14 historias ‘ocurrentes’, en las que esos momentos inesperados de la trama y esos diálogos ingeniosos de los personajes ratifican cómo la literatura es capaz de sorprender al lector y generar en él un sinnúmero de reflexiones sobre las contradicciones de la vida” (David Navarrete Corvera).

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Palabras de Ángel Gavidia

Y como para dar fe de todo lo dicho, transcribo las emociones y reflexiones de uno de los más importantes escritores de nuestra región. He aquí las palabras del maestro Ángel Gavidia sobre las OCURRENCIAS DE DON NACHO:

“Existe la noble tradición de rescatar a los cuentistas populares que, como tercos rezagos del ancestro, habitan en pequeñas comarcas ‘en donde todos se conocen’, y que generalmente en las noches (y si hay luna, mejor) desatan la lengua para que, como un ofidio amable, recorra caminos, ríos, cerros, fiestas, la vida de animales y plantas, amores, desamores, fantasmas, alegrías y tragedias. Felizmente, ¡más alegrías que tragedias! Porque sus relatos terminan habitualmente convocando a la risotada general, celebrando, tanto mejor si el desenlace se ha ido regando con un trago fuerte para las noches frías.

Y esos narradores, sin siquiera imaginarlo, llegan a la literatura vía los escritores que tuvieron la suerte de escucharlos y la oreja para captarlos. Son diamantes no pulidos, pero a muy poco menester de lucirse con solvencia en las más exigentes páginas de un libro de cuentos.

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Don Nacho y sus ocurrencias

Este es el caso de “Ocurrencias de don Nacho”, que tiene su origen en Piura y está escrito por Teodoro Alzamora, narrador piurano afincado en nuestra ciudad. Dice en la primera página: “Devino en costumbre que, todas las noches, la gallada del barrio colindante con el río nos alleguemos a la casa del viejo Ignacio Vilela, más conocido como Don Nacho, a fin de escuchar boquiabiertos sus inauditas historias”. Puede suceder, sin embargo, que el personaje sea totalmente inventado. Y que, con su oficio del narrador, Alzamora se haya dado maña para hacernos creer que don Nacho existió.

Pero todo hace ver que Ignacio Vilela fue un nonagenario de carne y hueso, que aportó la materia prima para la elaboración de este libro. Claro que los cuentos resultantes han de traer la mano maestra del narrador que los firma y los publica. Y no solo la mano, también la sangre, la vida, porque, en nuestro caso, ya no pertenecen a don Nacho. En el papel, esos cuentos oídos y sentidos en el patio de la casa de Vilela son ya otras criaturas, frecuentemente irreconocibles. Mantienen, sin embargo, la misma sencillez, frescura, picardía y humor de su origen. Por eso nos entretienen y nos alegran.

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“Ocurrencias de don Nacho” es un pedazo de buena tierra, con sus habitantes y su propia habla. Por ello, esos nombres de los protagonistas, esas cantinas y esos lugares como “Cristo Nos Valga” ... Y como la literatura siempre es pertinente y siempre acude a la ayuda de los hombres, ¡qué nombre tan oportuno en estos días trágicos! “Cristo Nos Valga”.”

Tomando literalmente las palabras del maestro Gavidia, diré con él: “¡Bienvenido, entonces, el reciente libro de Teodoro Alzamora. Que trote a paso ligero como Froilán Alama, el personaje de su obra más conocida. Por lo pronto ya nos está entreteniendo y alegrando la vida”. ¡Bienvenido, don Nacho! Que sus “ocurrencias” nos contagien a todos de ese espíritu ingenioso y placentero que tanta falta hace en los ambientes escolares y universitarios.

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