“Salvar el fuego” (Alfaguara, 2020) es una novela que exuda vitalidad y miedo, amor y muerte, rabia por vivir y desolación, privilegio y masacre, y, sobre todo, muchos riesgos. Guillermo Arriaga, a través de Skype, conversó con Correo sobre su última apuesta literaria, un libro que “pudo ser un gran fracaso”, pero que terminó siendo una historia que golpea, y mucho.

En la novela, los personajes viven de manera intensa, sobre todo cuando aman...

Me interesan las personas capaces de cuestionarse, que quieren aventurarse y rompen con los patrones sobre lo que debe ser la felicidad. La novela cuenta con ellos, pero también con Marina, que está en un mundo controlado.

Y también están los presos. ¿Buscaste un efecto de extrañeza al poner textos escritos por ellos, con sus anhelos, junto a sus sentencias?

La novela la voy escribiendo a ciegas. No soy como algunos colegas que hacen diagramas, un mapa. Ni siquiera sabía que habría textos de los presos. Me inventé un taller literario y también esos escritos. Lo que más me ha alegrado es que periodistas y lectores me interrogan sobre cómo pagué los derechos a los presos. Sí se la tragaron que los escritos son de verdad (risas).

¿Lo que vive México, en cuanto al narcotráfico, fue materia prima de la novela?

Lo he experimentado de cerca. No he estado involucrado en el narco, no he atestiguado una matazón en vivo, pero sí he visto las consecuencias. Han matado a amigos míos. A un amigo, que no tenía nada que ver con el narco, se equivocaron, lo abrieron en canal, lo tuvieron tres días sacándole tripa por tripa. Fue un tipo que conocía bien. He escuchado historias de primera mano y he estado en lugares donde ocurrieron las masacres. He hablado con soldados, marinos, jefes de Policía, judiciales, víctimas. No es un trabajo periodístico. Ni siquiera es un trabajo. Lo narré porque estuve ahí.

¿Escribiste la novela para liberarte de eso?

No soy de esos escritores que dicen que se liberan de sus fantasmas. Es un material interesante para contarlo. Pero no es para liberarme de ningún peso. Soy un hombre bastante optimista. Leyendo lo que escribo parece que no, pero siempre estoy de buenas, no bebo alcohol, nunca me he metido drogas.

Pero lo que has visto se siente, hay mucho nervio en tu narrativa...

Así ha sido mi vida.

Has recibido golpes...

Sí, crecí en un barrio bravo. Voy de cacería a esta zona de la frontera donde es bastante densa. Lo que quiero es que, cuando alguien me lea, diga: “acá hay un tipo que tiene calle o monte, y sabe de lo que está hablando”.

¿Y escribes de lo que no conoces?

Nunca he estado en una cárcel mexicana, pero sí en norteamericanas, buscando locaciones. Me tocó ver y hablar con presos y custodios, y te das cuenta que es rudo estar en la cárcel.

Sobre el arte, Lucien le dice a Marina que “se hace lo que se puede, no lo que se quiere”. ¿Qué tanto se acerca este libro a lo que quieres como escritor?

Es una verdad: uno escribe lo que puede. Si uno quisiera escribir lo que quiere, los libros serían distintos. Para empezar, todos mis libros y películas que escribo serían obras maestras. Tienes control en el rigor y la disciplina; sobre la calidad del libro no puedes tener mucho control: es una cuestión de mundo interior. Sucede con maestros de la literatura que tuvieron grandes obras que, al final o mitad de su carrera, empiezan a escribir cada mierda. “Salvar el fuego” es lo que pude escribir.

¿Le temes al fracaso?

No, para nada. Le tengo miedo a la inacción, no al fracaso. Paralizarte es más terrible. Y ahí lo dicen en la novela: prefiero ser conocido por mis grandes fracasos que por mis mediocres éxitos. Y si voy a tener un fracaso, que sea un gran fracaso. Esto fue una apuesta, pudo haber sido un gran fracaso. Obviamente tiene sus detractores y gente que la detesta. Pero qué terrible sería no escribir por miedo al fracaso.

¿Por qué detestan tu libro?

Es muy saludable, para un escritor, que tengas una dosis de gente que detesta tu obra. Eso significa que provoca sentimientos. El problema es cuando no provoca nada. Si tu obra provoca odios profundos, hiciste las cosas bien.

Cauthémoc encuentra en la lectura y la escritura una forma de sobrellevar la cárcel. ¿Podemos recomendar estas opciones para el aislamiento por el coronavirus?

Por supuesto. La lección de Cauthémoc es importante porque él llega al extremo del encierro. La creatividad lo salva. Y, de todas las artes, la lectura te permite mayor diálogo contigo mismo.

¿Eres optimista con lo que seremos después de esta crisis?

Siempre seré optimista, porque lo peor que nos puede pasar es morir. Y eso sucederá tarde o temprano. Tenemos que replantear los modelos económicos que han provocado tanta desigualdad. Los que se quejan de encerrarse, que lo vean como un privilegio: no todos tienen esa oportunidad. Debemos crear un sistema en que la gente, en un momento como este, se sienta protegida.

Perfil

Guillermo Arriaga es escritor y cineasta. Nació en Ciudad de México en 1958. Ha escrito las películas “Amores perros”, “21 gramos”, “Babel”. Dirigió “The Burning Plain” y publicó “Escuadrón Guillotina”, “Un dulce olor a muerte”, “El búfalo de la noche”, “El salvaje”.