El distinguido sacerdote tuvo un acercamiento muy próximo con el narrador indigenista José María Arguedas, cuya obra conoció y analizó de manera exhaustiva.
El distinguido sacerdote tuvo un acercamiento muy próximo con el narrador indigenista José María Arguedas, cuya obra conoció y analizó de manera exhaustiva.

La reciente desaparición física del máximo teórico y exponente de la Teología de la Liberación, el padre Gustavo Gutiérrez, que puso a la vanguardia el pensamiento y la acción de la iglesia católica en América Latina, especialmente en gruesos sectores de las poblaciones marginales y excluidas, actualiza de manera especial su pensamiento y acción junto al indigenismo peruano de José María Arguedas.

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Precisamente, a los pocos años del fallecimiento del distinguido narrador, el Centro de Estudios y Publicaciones (CEP) publicó el volumen “Entre las calandrias” (1982), en el que el notable sacerdote y científico social examina algunas primordiales ideas que siguen actuales y vigentes, por lo que las resaltamos ahora como homenaje al sacerdote que revolucionó la iglesia peruana y latinoamericana, con el consiguiente recelo de importantes sectores del clero y también del poder económico y político.

El distinguido sacerdote tuvo un acercamiento muy próximo con el narrador indigenista José María Arguedas, cuya obra conoció y analizó de manera exhaustiva, especialmente a la luz del pensamiento evangélico. Entonces, al margen de las concepciones particulares de cada uno, destacaba en muy alto grado la pureza y limpieza de conciencia del formidable narrador indigenista; así lo revelan estas reflexiones:

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SOLO LOS LIMPIOS CONSOLARÁN

“La limpidez es un requerimiento fundamental en la construcción de mujeres y hombres nuevos. Sin embargo, no es una actitud moralista destinada al consumo individual; es más bien un elemento de comunión humana y cósmica que se alimenta en las fuentes mismas de la vida. De allí que aparezca para Arguedas como un elemento decisivo en la identidad personal y en la de un pueblo.”

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“LA OBRA DE JOSÉ MARÍA ARGUEDAS CONTINÚA INTERPELÁNDONOS”

Ese cuestionamiento no es atendible haciendo un paréntesis de reposo —que no puede ser sino artificial y evasivo— en el ajetreo exigido por la vida de este país “impaciente por realizarse”. En verdad, la voz de José María se escucha, paradójicamente, solo en medio del bullicio nacional; ella no alcanza el tono apropiado sino acompañada por el coro dispar de los gritos —en quechua y en castellano— de alegría y de dolor, de liberación y opresión, de vida y de muerte, que se dan en el país”.

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SU OBRA NOS SIGUE CUESTIONANDO

Asimismo, siempre Gustavo Gutiérrez consideró vigente y actual el pensamiento de nuestro principal narrador indigenista. Por eso afirmaba: “La voz de José María se escucha, paradójicamente, solo en medio del bullicio nacional; ella no alcanza el tono apropiado sino acompañada por el coro dispar de los gritos —en quechua y castellano— de alegría y de dolor, de liberación y opresión, de vida y de muerte, que se dan en el país. La exacerbación de esos gritos en los últimos años es tal vez la razón profunda por la cual esa llamada se hace cada vez más audible en la conciencia nacional. En Arguedas hay una coherente y urgente, dolorosa y —a la postre— esperanzada visión del Perú; sin ella no es posible comprender su obra.

(…) Asimismo, la terquedad de Arguedas le hace proseguir, a tientas, el mito de “la fraternidad de los miserables” que tanto temen los poderosos del Perú. Percibe que la realidad nacional es más compleja de lo que sus primeras aproximaciones le habían hecho pensar. Pasa por eso de Agua y Yawar fiesta a Los ríos profundos, y de allí a Todas las sangres, intentado colocar la totalidad de la vida de la nación dentro de un contexto internacional. La búsqueda será siempre la misma: la liberación de, y por, los oprimidos. La cesura, que expresa Los zorros, hace más difícil pero no detiene el rastreo. Trigo dirá que se produce en esta novela un cambio en el sujeto histórico de la liberación. Chimbote “es la cloaca de la modernidad, lo deformado, degradado, corrompido, violado hasta el alma”. “Pero precisamente en esta cloaca de la modernidad nace en la narrativa de Arguedas el nuevo mito del cholo… el que patéticamente llevará a cuestas e implantará en nueva tierra al mundo indígena, lo que de él ha salvado”.

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UN PERSONAJE DE “LOS ZORROS”

Esteban de la Cruz, personaje central del Cap. IV de Los Zorros, a quien sus familiares presionan para que reconozca sus pecados ante el hermano evangélico, responderá con dignidad: “Yo rabio, señora, no hay sucio en mi espíritu”. Dignidad personal en la que se conjuga la dignidad nacional, y que exige respeto; comunero es respeto se dice con frecuencia en “Todas las sangres”. En efecto, ese personaje, nacido en la sierra, ha rodado por todo el país, ha vivido y trabajado en todas las regiones del Perú. Su presencia en esa compleja realidad nacional ha estado marcada por la lucha (“yo rabio”) contra lo que hay de sucio en el país. Los que ensucian al Perú son los que lo venden a las empresas multinacionales, explotan y hacen sufrir al pobre. Esteban, como Arguedas, habla desde el “cuajo de su pueblo”. Allí proclama su limpidez.

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UNA POSTAL DE JOSÉ MARÍA AL PADRE GUSTAVO

La amistad entre ambos intelectuales se puede rastrear también en la correspondencia que se intercambiaban. Precisamente en una postal fechada el 25 de agosto, que aunque no consigna el año asumimos que fue en 1969, el narrador le escribe al sacerdote: “Padre

Gustavo Gutiérrez./ Apartado 3234 / Lima.

Querido Gustavo: Creo haber terminado, aunque muy exabruptamente la novela. Tu tarjeta me llegó en un día singularmente oportuno. Tuve días duros, muy duros. Ya habían empezado cuando nos vimos. Tu visita me hizo mucho bien. Con tus palabras q. leí en Chimbote y más con el trato directo contigo se fortaleció mi fe en el porvenir que jamás me falló. ¡Qué bien nos entendemos y vemos, juntos, regocijadamente la luz q. nadie apagará. Un abrazo, José María”.

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