Como signo de sincera adhesión a las celebraciones de la Semana Cívica de Chimbote, ofrecemos el siguiente testimonio en el proceso en el cual tuvimos ocasión de participar como integrante del jurado que otorgó el himno representativo a tan importante provincia. La información exhaustiva está registrada en nuestro libro “Chimbote: literatura y sociedad”.
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GUILLERMO BALCÁZAR, LA BANDERA Y EL ESCUDO
La población contemporánea de Chimbote, de contornos aún indefinidos, pero orientados a una necesaria estabilidad, empezó a configurarse y definirse como un importante espesor social y cultural hacia la década del 60, hasta desbordarse a partir de los años 80.
En los iniciales tiempos del “boom” pesquero y siderúrgico se instauraron los primeros símbolos de la identidad cultural chimbotana: el escudo y la bandera, durante la gestión edilicia del ingeniero Guillermo Balcázar Rioja. Eran los agitados y febriles tiempos migratorios de esa década singular.
La creación de ambos símbolos significaba que la masa migratoria había superado su carácter transeúnte y provisional, para orientarse hacia una definida estabilidad en su espacio de destino: el pujante puerto, cuyos elementos económicos y laborales se expresaban en la pesca y la siderúrgica.
JULIO GELDRES AGUILAR Y EL HIMNO A CHIMBOTE
El maestro Julio Geldres Aguilar, natural de Santiago de Chuco y también migrante en Chimbote, se distinguía por su honradez, vocación magisterial, temperamento artístico, trabajo incesante y liderazgo social.
Dirigió con limitados recursos económicos el Colegio Nacional de Varones de Villa María y después el Centro de Asistencia Social República Argentina, donado por un importante y sensible sector humano de La Plata a raíz del desolador terremoto de 1970, y que cubría educación primaria, así como secundaria común y técnica, además de servicios de salud, religión y deportes.
Al ser elegido alcalde en una época en que la ciudad no superaba las consecuencias desastrosas del sismo, se enfrentó a una realidad en la que se entrecruzaban dos órbitas o canales divergentes de comunicación: una, la del alcalde y el municipio, con un mensaje idealista y con una realidad económica insuficiente y precaria; y otra, la de la masa poblacional orientada por otros agentes que tampoco entendieron adecuadamente el discurso principal de la autoridad municipal.
El caso es que, maestro al fin y al cabo, Julio Geldres Aguilar no se dio por vencido y, pese a la situación difícil, decidió completar los signos sociales representativos de la comunidad, plasmados en la creación del himno de la ciudad, con lo cual se completaba la trilogía emblemática.
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PROCESO DEL CONCURSO
No conocemos los primeros antecedentes del concurso, pero fuimos protagonistas del tramo final: se habían producido ya dos calificaciones y el jurado, compuesto por distinguidos intelectuales de la localidad, no encontraba ganador pese a que sus fallos habían sido veraces, sinceros y correctos.
Lo serio era que si se declaraba desierto el concurso, se perdería también el monto económico de los premios otorgados por importantes entidades financieras, entre ellas, según me parece, la cooperativa de los trabajadores de Siderperú. Y el alcalde Geldres se había empeñado en que de todos modos habría ganador.
Entonces surgió la idea de ampliar la composición del jurado, para lo cual se invitó al autor de esta crónica, entonces profesor de literatura en la Universidad Nacional de Cajamarca, así como al poeta Jesús Cabel Moscoso, Premio Poeta Joven del Perú, y uno de los más esclarecidos estudiosos y promotores de la literatura infantil y juvenil en el Perú.
En Chimbote nos reunimos con los otros miembros del jurado: Víctor Unyén Velezmoro, director de la filial del Instituto Nacional de Cultura, y Pietro Luna Coraquillo, representante de la Zona de Educación. No recuerdo si hubo alguien más.
Revisamos cuidadosamente los trabajos presentados, todos firmados con seudónimos, y nuestra conclusión fue de coincidencia con los fallos previos. Entonces, como había que salvar a como diera lugar el concurso, volvimos a una relectura de tres o cuatro textos que nos parecieron encomiables y meritorios.
De allí nos quedamos con dos y se convino en que cualquiera que fuera declarado ganador, se sugeriría al autor determinadas enmiendas, sin alterar el mensaje primordial de la composición.
Abiertos los sobres de los concursantes para identificar a los finalistas, ya que la calificación había sido anónima, nos dimos con la sorpresa de que el ganador, Luis Murillo Cuba, no fuera algún intelectual conocido o que tuviera antecedentes literarios, ni dentro ni fuera de Chimbote.
En cambio, el otro finalista resultó ser el narrador y poeta Félix Ruiz Suárez, autor del poemario “Sintonía del alba” y de otras creaciones publicadas especialmente en revistas.
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ESTRENO DEL HIMNO
En cuanto a la música del flamante himno a Chimbote, su autor fue el entonces director de la Orquesta Sinfónica de la Guardia Republicana, mayor Víctor Cuadros, por gestión directa del alcalde de la ciudad, Julio Geldres Aguilar.
Finalmente, el flamante himno a Chimbote se estrenó el 29 de junio de 1985 en el Teatro Chavín, como número principal de la actuación solemne y del concierto ofrecido por la referida agrupación musical, poseedora de notable y unánime prestigio nacional en todo el país.