En ese vaivén entre el mundo cotidiano, el mundo de lo vivido y el mundo de las creencias, los textos de Julia Yepjen representan un medio de conexión con la historia, la cultura y el saber productivo.
En ese vaivén entre el mundo cotidiano, el mundo de lo vivido y el mundo de las creencias, los textos de Julia Yepjen representan un medio de conexión con la historia, la cultura y el saber productivo.

La reconocida educadora y escritora Julia Yepjen Ramos (Chocope, 1980) no solo cultiva la poesía y la narrativa infantil. Siguiendo las huellas de Eduardo Paz Esquerre, Saniel Lozano Alvarado y Teodoro Bernabé Pereda (por citar a algunos), abraza ahora también la tradición oral y nos ofrece un envolvente libro titulado “La higuerilla encantada. Cuentos y leyendas del Valle Chicama” (Editorial Infolectura: 2025).

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El contenido de este ilustrativo y ameno libro inicia con tres simbólicas dedicatorias. De estas, destaca la tercera: “A mi abuelo José Pizarro, por aquellas maravillosas historias que han servido de base para estos cuentos.” Y digo que destaca la tercera, porque cuando el lector se interna en cada una de las quince historias, “oye la voz” del abuelo y transita bajo su compañía por los parajes y por las experiencias más inusitadas que podamos imaginar.

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Voces y semillas

La voz del abuelo se materializa en la narración y nos evoca a todas aquellas familiares voces que, en el contexto de la cercanía, la convivencia y la cotidianeidad, siguen reconquistando, reconstruyendo o legándonos historias engendradas en el diario devenir. Y este es uno de los principales valores de este libro: la recuperación del saber productivo.

A lo largo de los quince textos que lo conforman, su autora nos ofrece semillas de conocimientos, habilidades y saberes prácticos. Estas semillas, envueltas en la magia de acontecimientos extraordinarios, nos acercan a los hombres y mujeres del Valle de Chicama y nos descubren sus actividades económicas y de subsistencia, así como su vida familiar.

Las actividades del campo o de la pesca, las necesidades vitales básicas siempre postergadas, la convivencia alrededor de los alimentos, el valor de los cultivos o del agua, la interpretación de indicios de la naturaleza, las relaciones familiares cotidianas, etc. se revelan ante nuestros ojos y nuestra consciencia lectora, a través de estos edificantes relatos.

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Méritos del libro

Julia Yepjen se aleja un poco del perfil tradicional de la leyenda y, en base a la anécdota, el acontecer cotidiano o a las experiencias “extraordinarias” del hombre del pueblo, construye historias que revitalizan el folclore popular. Sus textos se convierten en un medio de conexión con la historia, la cultura y con el saber productivo, en ese vaivén entre el mundo cotidiano, el mundo de lo vivido y el mundo de las creencias.

Pero, por otra parte, el libro recupera ese continuum de la historia humana en el que los quehaceres de la vida cotidiana se funden, de modo imborrable, con las experiencias extraordinarias. Y lo más grandioso: en esa fusión se construyen verdades que se comparten en la vida cotidiana y que, al mismo tiempo, trascienden de generación en generación.

Las historias no solo cuentan hechos extraordinarios ligados a la vida cotidiana y a las creencias, sino que también se deslizan “enseñanzas” como la trascendencia del amor (la imposibilidad de vivir sin su pareja), el “castigo” ante algunos dudosos comportamientos o los aprendizajes obtenidos luego de nuestras malas acciones; pero también la premiación del buen proceder o el reconocimiento de las virtudes de las personas.

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El doble encanto

Relatos como “El farol de Macedonio”, Caballos a media noche”, “Un alma extraviada” o “Maldiciones de la Felicia” dan cuenta de lo primero (desgracias o castigos). Sin embargo, no todo es castigo o “no hay nada mejor que un buen susto para quitarle la maña”. Para sopesar estas enseñanzas, también nos encontramos con relatos como “El aparecido” o “Guarida de duendes” en los que esas fuerzas extrañas mueven o tejen sus hilos para reconocer o premiar el buen actuar o las virtudes humanas.

Ambos atributos se resumen en una gran cualidad: el encanto. Según el DRAE, recurrimos al verbo “encantar” para hacer referencia al sometimiento del ser humano ante los poderes mágicos y usamos el adjetivo “encantado(a)” para aludir a un estado emocional de gusto o contento con algo o alguien. En el libro de Julia Yepjen, ambos sentidos se fusionan y contagian la experiencia lectora. Por una parte, las historias revelan experiencias extraordinarias y sobrenaturales; y, por otra, generan ese encanto emocional que mantiene embobado al lector.

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Literatura, educación, historia y cultura

Francis Marchan Rodríguez (2023), en su artículo “Tradiciones orales y transmisión de saberes productivos desde las edades tempranas”, afirma que estos géneros discursivos son pilares en la transmisión de saberes productivos y desempeñan un papel crucial en la educación, la cultura y la historia de las comunidades locales.

Para mí, “La higuerilla encantada. Cuentos y leyendas del Valle Chicama” es una evidencia de esta afirmación, como ya lo he ejemplificado anteriormente. Por ello, se hace necesario valorar esta reciente publicación. Pero no solo por eso, sino porque también nos invita a mantener viva la herencia cultural y lingüística de nuestros pueblos; nos brinda elementos provechosos para una educación intercultural significativa; y porque constituye una valiosa fuente alternativa de conocimiento histórico y memoria colectiva.

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