El poemario “Una animal en mí” (Álbum del Universo Bakterial, 2021) de Juliane Angeles es una exploración de lo íntimo, lo cotidiano, en diálogo con lecturas, miedos, inquietudes.

Entrevistamos a la poeta peruana sobre su nueva publicación, la escritura y el libro como una respuesta de vida ante la tragedia de la pandemia del coronavirus.

Han pasado 6 años de tu primer poemario, “Epigrama”. ¿No tienes prisa por publicar?

Nunca he estado con esa idea o presión de que debo publicar enseguida. Lo que me preocupa es el trabajo con los poemas: escritura, corrección, releer, incluso grabarme y escuchar el ritmo.

La cotidianidad es lo que da unidad a tu poemario...

Al principio no veía la unidad, fue muy complicada esa parte. Quizás estaba tan metida en los poemas que no podía distinguirla. Fue un poco frustrante. Descansé del libro para darme cuenta que los poemas conversan entre sí.

¿El aislamiento influyó en la mirada hacia tus poemas?

Cuando volví al libro y entramos en pandemia, a casi mitad del año pasado, empecé a trabajar el libro con el editor. Me identifiqué mucho con mis propios poemas, a pesar de que los escribí antes. Tal vez la reflexión de la cotidianidad o lo que hay alrededor de uno ya venía de atrás. Incluso me cuestioné el hecho de publicar un libro en pandemia.

¿Por qué?

Al ver las noticias, amigos y familiares que ya no estaban, sentí que quizás era algo innecesario. Me pregunté si valía la pena publicar un libro de poesía en plena pandemia. Y la respuesta fue que sí. Escribir este libro era una forma de afirmar la vida. A pesar de un contexto difícil, hay que apostar por algo porque sino es complicado continuar.

Y encontraste en la cebolla y su tallo una imagen sobre crecer a pesar de la inamovilidad...

Es algo vegetativo, que está ahí, que no se desplaza, pero que crece a pesar de esas limitaciones. Tiene su forma de crecer y hacerse notar. También pienso en la crianza, donde uno puede encontrar restricciones, pero nos convertimos en adultos y tomamos nuestro camino.

El poema que alude a la cebolla se llama “En crecimiento” y empieza así: “Se crece entre depredadores”. ¿También tiene un vínculo con el tema de género?

Sí. Creo que está muy claro. Pero también la palabra depredadores la veo como una dificultad o el exterior, los peligros cotidianos de la calle. Pensaba en algo más universal en ese sentido.

La intertextualidad es otro elemento clave de tu libro, como la relación del poema “Vivo de dar explicaciones” y María Emilia Cornejo...

Me interesaba mucho este diálogo con María Emilia. Hay muchas cosas que todavía ocurren ahora y que las encuentras en sus versos. Mi poema coincidió con el “Me Too” en el Perú y recuerdo haber leído muchos testimonios. Fue muy chocante. Uno decía “nosotras vivimos de dar explicaciones” o algo similar a eso y se me quedó grabado porque también me ha tocado dar explicaciones innecesarias.

En el caso de Blanca Varela, ¿qué influencia tiene en tu poesía?

Por encima de poeta, me considero lectora. Dentro de mis lecturas, Varela está muy presente. Ella tiene poemas precisos, concisos, un estilo que siempre me ha llamado la atención, como el de Idea Vilariño. Me gusta decir mucho con poco. La mayoría de mis poemas son de breve extensión. Al inicio, lo sentía como algo a corregir, que debía hacer poemas más discursivos o narrativos. Me tomé el tiempo, traté de no ser tan dura conmigo misma y entendí que no es algo que esté mal, sino que he tomado esa cualidad para mi poesía.

¿La poesía sigue teniendo menos difusión que la narrativa?

Yo diría que no. Se han ampliado los soportes y gustos. Es como ir al mercado: encuentras tanta variedad, formas, colores. En redes sociales hay una gran cantidad de personas que se dedican a escribir poemas, frases, versos. Es beneficioso pero algunos pueden caer en la romantización del trabajo del poeta. Publicar un libro, escribir poesía, es un trabajo, fuera del estado emocional que se pueda tener en algún momento para dar pie a la escritura.

La inspiración es un fogonazo previo a ese trabajo...

Yo no puedo escribir sin eso. Es muy difícil. Cuando ya pasamos ese fogonazo, ahí es donde empieza la chamba. Pero ese estado emocional que predispone al poeta a la creación, que es efímero y subjetivo, no tiene por qué ser siempre sublime, porque la poesía es una criatura salvaje. Además, no es propio de los poetas. Y esto tiene que ver también con la mistificación en el arte.

Juliane Angeles

Poeta y Periodista. Nació en Lima, en 1986. Dirige el proyecto literario Lee Poesía. Ha publicado “Epigrama” (2015). Es egresada de la maestría en Escritura Creativa de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.