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Ocho periodistas y un guía hallaron muerte cuando iban en búsqueda de la verdad. Los responsables, cerca de 100 comuneros cegados por el alcohol e instigados por los militares. Lugar y tiempo, el pueblo de Uchuraccay, distrito de Huanta (Ayacucho), 26 de enero de 1983. Contexto, avance del terrorismo en la sierra de nuestro país, gobernado por Fernando Belaunde Terry.

Sobre esta masacre que enlutó al periodismo nacional hace 32 años, los hermanos Víctor y Jaime Tipe Sánchez presentan el libro Uchuraccay, el pueblo en el que morían los que llegaban a pie, que incluye el testimonio de Julia Aguilar, esposa del guía Juan Argumedo, y de los tres campesinos que participaron en el hecho. La publicación resalta la irresponsabilidad del Estado en esta tragedia, pero no plantea conclusiones, sino que deja preguntas.

La masacre de los ocho periodistas y un guía generó varios mitos, ¿qué elementos echan por tierra con este libro?

JAIME TIPE: Se utilizó una fotografía de la portada de Caretas para afirmar que el día de la matanza los comuneros tenían botas, lo que demuestra que había militares infiltrados; hoy, a la luz de las fotos que la prensa publicó cuando se retiraron los cadáveres de los periodistas de las fosas en Uchuraccay, se ve a comuneros con botas. Es imposible y absurdo que estuvieran allí los infiltrados. También está el rol de los militares. En la investigación no estamos liberando de responsabilidad a los militares, sino que precisamos su rol instigador. No podemos decir que el 26 de enero de 1983 hubo infiltrados, los testimonios así lo acreditan.

Una verdad dolorosa...

JT: Sí. Nuestra hipótesis inicial fue encontrar a los militares que hicieron eso, pero no podemos cerrarnos ante la evidencia. Los comuneros se responsabilizaron, pero los militares vinieron acá (a Uchuraccay) sistemáticamente y les dijeron que tenían licencia para seguir matando porque no los iban a detener. El Estado no detuvo a los comuneros que asesinaron el 21 de enero a siete miembros de Sendero en Huaychao y el 22 de enero a cinco miembros de Sendero, en Uchuraccay; en 48 horas hubo 12 muertos y el Estado solo envió una patrulla para certificar el caso. Los cuerpos siguen ahí en las fosas; lo mismo iba pasar con los periodistas. El Estado generó un entorno de impunidad, de licencia para matar.

¿Cómo logran convencer a los comuneros para que rompan su silencio?

VÍCTOR TIPE: Ganarse la confianza de ellos fue difícil, hasta ahora temen algún tipo de represalia, que los culpen, los sentencien, juzguen y los metan a la cárcel. Cuando llegamos nos dijeron dos verdades. Primero: “La comunidad lo hizo”; segundo: “Nosotros no somos salvajes, tenemos una cultura”. Toda la vida hablan de los ocho periodistas, pero han sido 135 muertos. Cumplimos la promesa de publicar la verdad. Algunos comuneros que han leído el libro se han puesto a llorar, porque en la parte final han recordado ese momento trágico en sus vidas. Todas las familias han perdido hijos, padres, primos, sobrinos.

¿En qué condiciones se da esta matanza?

VT: Hay un acuerdo comunal, con presencia de una patrulla, debido al asesinato de varias personas, según un documento encontrado por Ponciano del Pino. La comunidad estaba harta de Sendero y decide enfrentarlo; la patrulla les dice “maten a todos los que vienen a pie”. El 26 de enero de 1983, la comunidad esperaba la venganza de Sendero; entonces aparecen los periodistas, Jorge Sedano con la franela roja y pasó lo mismo que en Ilave: la gente indignada hizo justicia con sus manos.

¿Aún así los periodistas marchan solos y no piden apoyo a los militares?

Cuando el general EP Clemente Noel Moral anuncia la muerte de los senderistas en Huaychao, nadie le cree porque Sendero había ganado apoyo popular. Era inconcebible para los periodistas que una comunidad desorganizada, pobre e ignorante reaccionara ante ese tema. Los ocho hombres de prensa hablan con Noel y este les dice: “No, ¿ustedes van a pagar la gasolina?”, pero debieron decir: “No vayan, los van a matar”. Los periodistas deciden ir por su parte, sabían que había oposición del Comando Político Militar que los dejó ir. El teléfono en el hotel Santa Rosa donde despachaban los periodistas estaba intervenido, lo que refuerza el hecho de que dejarlos fue irresponsable. Cuando bajan del taxi, un helicóptero sobrevuela encima de ellos, pero se regresa. Tanto sabían que la misma noche de la masacre el coronel Benavides llama a una patrulla y le ordena buscar a los periodistas. En Chaco, una última garita antes de llegar a las alturas, les impidieron el paso a los periodistas, pero recibieron la autorización de un superior, hay que investigar quién fue.