En la alborada de un nuevo año educativo, desarrollamos la siguiente reflexión sobre nuestro contacto, práctica y relación con el libro y la lectura. La aspiración es contribuir al desarrollo educativo y cultural, especialmente de nuestros niños y jóvenes.
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En realidad, la principal vía de ingreso a la cultura es la lectura; pero esta actividad constituye, sobre todo en la época contemporánea, un serio problema cuya solución no se puede predecir ni asegurar, especialmente teniendo en cuenta que los modelos humanos y sociales en los que vive, se desarrolla y educan niños y jóvenes en la actualidad prácticamente ha olvidado y dejado de lado su función trascendental de paradigma para el aprendizaje de la y práctica de la lectura. Entonces niños y jóvenes no tienen a quién seguir; no tienen de quién aprender; es decir, no tienen modelos.
Mucho de la violencia actual se explica también en factores que la mayoría de la población no percibe, dominada o absorbida como está, por la comunicación electrónica, con lo cual el deterioro de los sentimientos y de la personalidad se sigue agravando. Quiere decir que la educación tiene también gran parte de responsabilidad en la pérdida de la sensibilidad, en el alejamiento del libro y la lectura y en la situación de violencia que vivimos. Por eso conviene también reflexionar sobre los modelos lectores a quienes deben seguir nuestros niños y adolescentes.
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EL MODELO FAMILIAR
En condiciones normales, el hogar es el primer espacio en que crece y se desarrolla el niño, bajo la influencia de los padres, y lo que ocurre en la actualidad es que en este ambiente el libro ha perdido lugar principal, porque prácticamente nadie lee en casa: ni los padres, hermanos, tíos, primos, ni los demás miembros del hogar y la familia, casi todos absorbidos por los medios electrónicos y por un alejamiento expreso de los libros. Mayor atención se dedica a la televisión, computadora y celulares. Prácticamente han desaparecido los estantes de libros y su espacio ha sido remplazado por videotecas, tablets, celulares. Pocos leen periódicos o revistas, de manera que los niños prácticamente no ven leer a nadie en casa. En consecuencia, este primer modelo de lectura no está funcionando.
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EL MODELO SOCIAL O ANTROPOLÓGICO
Después del hogar, el niño accede a su medio ambiente, el barrio, el pueblo y la ciudad, donde también prácticamente han desaparecido las librerías formales y convencionales, para ser remplazadas por las “ferias” de libros “al paso”, en las que abunda la piratería editorial y bibliográfica. Además, tampoco es una imagen frecuente ni recurrente la de los lectores en determinados ambientes: cafetines, parques, calles, plazuelas, vehículos. Por otro lado, casi nadie lee por cultura general, ni siquiera por entretenimiento o pasatiempo; por lo tanto, este modelo también aparece ausente para niños y jóvenes.
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MODELO PEDAGÓGICO O MAGISTERIAL
Tampoco se observa la imagen de los maestros lectores habituales y muchos de ellos, incluso en pleno desarrollo de sus clases, se han convertido en usuarios dependientes del celular. El fenómeno se extiende a los demás elementos de las instituciones educativas: directivos, secretarias, personal administrativo y otros empleados, ninguno de los cuales usa el libro de manera habitual. Entonces los alumnos ya no leen, ya no pasan las páginas del libro de manera habitual; varios leen versiones de los textos en la pantalla electrónica. Además, muchos alumnos ni siquiera escriben sus tareas y lecciones, sino las “bajan” de internet. No dibujan ni pintan; es decir, ilustran sus tareas con dibujos e ilustraciones que “bajan” y “pegan”. En conclusión, este tercer modelo tampoco funciona como factor de aprendizaje.
Ante panorama tan desolador, niños y jóvenes, cuyos modelos de aprendizaje y práctica de lectura se han extinguido o se van extinguiendo, no tienen a quién seguir, no tienen de quién aprender y el panorama intelectual, literario, bibliográfico, se torna árido, carente de estímulos y horizontes.
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MODELO POLÍTICO Y DIRIGENCIAL
Ser político debiera ser una aspiración y práctica de esencial valor formativo; por lo tanto, las autoridades, dirigentes o funcionarios debieran ser lectores habituales, inseparables del libro; y en la práctica vemos que el panorama es deplorable, desolador y deprimente. ¿Quiénes de ellos lee? ¿Quién está en contacto permanente con los libros y la lectura? Hay autoridades, dirigentes de partidos políticos, autoridades que se jactan de su progreso sin ser lectores habituales; para ellos, el libro es un estorbo, una pérdida de tiempo. Y se jactan de ser líderes, cuando en realidad no lo son, porque su condición real solo es de caudillos; es decir, gente que arenga, da consignas, se fanatiza; el líder, por su parte, guía, orienta, ilumina, explica, señala el camino.
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TAMBIÉN LOS DOCTORES
Debe advertirse que por conveniencias político-partidarios en países como el nuestro tenemos doctores a granel porque tienen el respectivo diploma que los acredita; pero, en realidad, ser doctor es sinónimo de sabio, erudito, culto, preparado. En la práctica, nunca como ahora tenemos tanto doctor y magíster; es decir, profesionales, líderes o empleados con diploma, pero nada sabios, ni científicos, ni investigadores; por lo tanto, nuestros doctores y magísteres tampoco son modelos lectores, pues nunca se les ve leer; mejor: ¿Qué y cuándo leen? ¿Cuántos libros al mes o al año leen?
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CONCLUSIÓN
Seguramente no todo está perdido; si no hay leyes al respecto, cada uno de nosotros debemos revisar el camino recorrido y enmendar rumbos. Desde luego, no se trata de cerrar los ojos ante el progreso, sino de no perder nunca la responsabilidad de seguir cultivándonos y de orientar a los niños y jóvenes de cada hogar, escuela o universidad, y naturalmente, de aprovechar los aspectos positivos del progreso y desarrollo.