Los elefantes machos adultos viven mayormente solos, o en pequeños grupos. No forman parte activa de la crianza de las crías.
Los elefantes machos adultos viven mayormente solos, o en pequeños grupos. No forman parte activa de la crianza de las crías.

Eduardo Saldaña (Trujillo, 1995). Egresado de la Universidad Nacional de Trujillo, licenciado en Lengua Nacional y Literatura. Ha publicado “La comedia inútil” (2021). Fue ganador de los Juegos Florales de Poesía Interuniversitarios 2020. Dirige la página virtual «Bohemia Liberteña». Acaba de presentar “Hasta ver apagarse tus cenizas en un cementerio de elefantes” (Dendro, 2024).

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Libro

Comparar la conducta del padre elefante con la del padre humano puede hacerse, desde variadas perspectivas. Aunque son mamíferos y comparten instintos biológicos, hay diferencias entre la estructura social, evolución, cultura y comportamiento. De este tema trata el libro de Eduardo Saldaña cuando cita a Gregor Samsa’s padre (Kafka): el padre opresor e incomprendido. En el poema “Reconocimiento” reseña “solo entonces, comprendí porqué todos los gestos / que antes había imitado, / ahora, eran parte de otra ficción” (p. 17).

Padre elefante

Los elefantes machos adultos viven mayormente solos, o en pequeños grupos. No forman parte activa de la crianza de las crías. Se aparean con las hembras durante el celo, y luego se alejan. La responsabilidad de la crianza recae completamente en la madre. Entonces, surge la voz de Saldaña: “Otra vez llamándote, llamándote / cuando los cazadores se dan por vencidos. Desolado, rosándole la cordillera de tu mejilla / que es también la cicatriz de la vida” (p. 20).

Padre humano

El padre humano actúa según su cultura, pero en la mayoría de las sociedades modernas se espera que el padre participe activamente en la alimentación, educación y protección de sus hijos. Aunque biológicamente puede reproducirse sin vínculo posterior, la mayoría de padres desarrolla fuertes lazos con sus hijos y contribuye en su desarrollo. Léase impresiones después de releer la carta al padre de Kafka (p. 19). No obstante, el poeta expresa: “Mírame bien, este es el reino que ahora poseo: / sin padre que me diga por primera vez / que se siente orgulloso de mí” (p. 22). El padre sacrificado. Rey Lear (Shakespeare): el padre que pierde el control.

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Comparativo

Existe un poema con los versos: “La casa, nuestra casa. Esa antigua dolencia: Dónde la humildad se aprendía de puertas / hacia adentro, cuando solo envejecía el silencio” (p. 27). El elemento es la casa, poema anafórico que tiene un ritmo de encabalgamiento y habla de los “animales domésticos”, “de la bisabuela”, cuando la “municipalidad llega a cobrar”, en donde los “fallecimientos son limpieza”. Ahí, la paternidad humana incluye un componente social, afectivo y consciente más profundo. En contraste, el padre elefante cumple un papel más limitado, guiado por instintos reproductivos.

Discípulo

En la estancia “Segunda persona” en el poema “Alabanzas y confesiones”, Saldaña entiende bien a Kant: el deber moral frente al hijo, no como instinto, sino como imperativo categórico: “En si todos mis alumnos más huraños, he creído verte a ti”. Y a veces a Sartre: el hombre está condenado a ser libre; incluso la paternidad es una elección entre muchas, “Los que también son criados por sus abuelos y odian / verlos mendigar”. Y termina como Nietzsche: la paternidad puede ser una forma de crear sentido, de “engendrar” no sólo cuerpos, sino valores: “En casi todos los alumnos he creído verte a ti, / y, ni siquiera, puedo decirles, cuánto lo lamento: / que esta sea la vida que me ofrecieron, para ninguno de ellos” (p. 36-37).

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Filosófico

En la parte “Tercera persona”, poema “La idónea”, habla de que “Su mujer fue una bella criatura sumisa, / que le ofreció carrizos por primera vez. / Y a quien él, se atrevió a llamar, / la muchacha de los carrizos”. Sin duda que, al usar la comparación entre el padre elefante y el padre humano como una metáfora poderosa para reflexionar sobre los distintos significados de la paternidad, cómo estas dimensiones que varían entre especies, culturas y épocas: “Sé que todavía se aman y se desean, / porque oyen el comienzo de la estampida, / pero prefieren seguir acostándose, susurrándose / las mismas palabras conocidas, / haciendo que, ni siquiera en su desnudez, / parezca avergonzada” (p. 43).

Simbólica

En el poema “Mujer de Lot” evocando una imagen en la ciudad abierta, la mujer actúa inconsciente ante la jungla: “Mi marido dijo que no volteara, pero yo fui incapaz de obedecer tal cobardía”. Luego, como si su misión estuviera cumplida al dar vida. En la ciudad de concreto, el padre humano vela, alimenta, duda y ama. Ella pregunta: “Apenas podía preguntar casi humillada, casi / profetizando el futuro: ¿este hombre envejecido que fue mi marido, / y estas hijas/ en la flor de su edad, de quien estaban huyendo realmente?” (p. 59).

Reflexión filosófica

En la última parte “En cuarta persona”, interroga a los “señores del alba” y vuelve al rol del padre como elección o destino, es padre elefante que no elige: su conducta dictada por la biología y la estructura de su especie. Es decir, “en la tumba consagrada del abuelo Eduardo”. El padre humano puede elegir: ser ausente y amigo. Termina su libro circular con los versos “para así ver apagarse tus cenizas en un / cementerio de elefantes, / niego cualquier temor que fuiste el único, Alfa y Omega” (p. 63). Saldaña, es ya una potente voz desde nuestro parnaso.

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