Como el mismo Ángel Gavidia lo reconoce, su poesía es un constante regreso nostálgico a lo ya vivido, pero también expresa un asalto incisivo y vital a la consciencia del lector.
Como el mismo Ángel Gavidia lo reconoce, su poesía es un constante regreso nostálgico a lo ya vivido, pero también expresa un asalto incisivo y vital a la consciencia del lector.

En unos días, exactamente del 11 al 21 de abril, Trujillo nuevamente vivirá la fiesta de los libros. Sobreponiéndose al embate de la naturaleza del año pasado y contra el viento y la marea de este año, la Cámara del Libro de La Libertad (con el auspicio de la Empresa de Transportes Tunesa y el apoyo de la Municipalidad Provincial de Trujillo) llevará adelante la .

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Esta vez, la Feria llevará el nombre del reconocido escritor liberteño Eduardo González Viaña. ¡Sabia decisión! ¡No existe mejor reconocimiento que aquel que se realiza en vida! Y, sobre todo, si el homenajeado participa y disfruta directamente de todas las actividades programadas. Así que bien merecida la denominación y el reconocimiento.

Ángel Gavidia Ruiz

Sin embargo, Eduardo no será el único escritor a quien se le hará este reconocimiento. Como parte del programa también se han previsto algunas actividades, cuyo motivo será la trayectoria y la trascendente obra de otro de nuestros grandes escritores: Ángel Gavidia Ruiz.

Ángel Gavidia nació en Mollebamba (Santiago de Chuco) y, desde sus circunstancias infantiles, su vida ha discurrido encarnada a la literatura. A la fecha, ¡ha publicado formalmente cerca de diez libros de poesía y seis libros de cuentos! Sin embargo, a pesar de esta diferencia numérica, más se le conoce como narrador que como poeta.

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Cuento y poesía

Es que, como él mismo dice (recordando las palabras de Cortázar), “el cuento, ese mágico hermano de la poesía”, nos lleva de la mano por la vida. Sin embargo, más allá del recuerdo de aquellas historias contadas con el espíritu de la infancia, es la poesía la que nos estruja el alma. Es la poesía encarnada en la historia la que nos recuerda a “El molino de penca”, “Jacinto, el jilguero” o “Juan Oso”.

¿O no es así? A ver que nos lo digan los niños y las maestras que leyeron el volumen “Pancho y otros cuentos” (Plan Lector Popular – Primaria), editado por el escritor Carlos Santa María.

Potencia poética

Y justamente por ello, considero un imperativo y un compromiso cultural leer y difundir la obra poética del maestro Ángel Gavidia. Su poesía sigue esperándonos para ser leída y valorada, por todo lo que expresa y representa.

¡Cómo no sentir que el alma se nos agolpa en el pecho y nos estruja la conciencia cuando leemos “Quizás Dios no creó la soledad”! ¡Cómo no sentir el golpe de la conciencia cuando leemos “Poema encontrado en la banca de una plaza cualquiera” o, más aún, cuando nuestro corazón se queda estupefacto ante “Junto a la huella de un pie que, suponen, era de un vendedor de diarios”!

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Sensibilidad poética

¡Cómo no asirnos de los pantalones hasta quedarlos echo jirones, cuando nuestros ojos, nuestros labios y nuestro espíritu se confrontan con estos versos!: “La palabra/ aquí/ y allá/ palideciendo/ encrespándose,/ tensa/ como un tambor,/ como un arco de nervios,/ como un hombre,/ abriendo los brazos,/ fuerte,/ débil,/ fuerte./ Arando en el Mar.”

¡Cómo no estremecernos y revivir aquellos acontecimientos que marcaron nuestro vivir, al leer los versos de “La pampa”!: “Húmeda era la pampa como un sueño de garza/ y los relinchos eran sonajas verdes sobre su tibia piel,/ y mis pies y los cascos y los grillos,/ una suerte de danza con la lluvia y las primeras sombras”.

Para llegar a Maya

¡Cómo no oler el amor y, al mismo tiempo, sentir la imperiosa necesidad de mostrarnos sin aparejos para poder vivir la pureza, la honestidad y la libertad de este humano sentimiento!

“Para llegar a Maya/ hay que oler en el viento su presencia,/ estar atento,/ descubrir sobre el trébol su pisada,/ entonces/ enrumbar hacia el norte/ velozmente/ con la mirada alerta/ en todo lo que sueñe o cante o ría:/ ¡Divisarla!/ Ir dejando la ropa en el camino,/ desnudarse de todo hasta ser bueno,/ y llegar mansamente/ hasta rozarla apenas… como el viento/ ¡Maya!/ Y ya no decir más,/ dejar que las bandadas se alboroten,/ que los trigos expriman su dulzura,/ dejar correr lo tuyo por su sangre/ como locos venados por la pampa./ Dejar… que Maya sabe,/ sobre el trébol en flor o entre los cedros,/ Maya sabe querer como la tierra.”

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Poética a la consciencia

¡Cómo no hallar en nuestra conciencia aquellas culpas de nuestra inocencia y, al mismo tiempo, esa conexión con la naturaleza?: “¿Y ese caballo ciego/ al cual apedreábamos/ riéndonos?/ Sigue aquí,/ pastando en mi alma,/ sin curar sus heridas,/ sin odiar.”

¡Cómo no asolarnos con la compañía de la naturaleza que nos abreva, revitaliza, absorbe y reclama!: “¿Y si el puquio/ es un niño,/ en medio de la pampa,/ abandonado?”

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Más allá del cerco

Como el mismo Gavidia reconoce, su poesía es un constante regreso nostálgico a lo ya vivido, pero también expresa un asalto incisivo y vital a la consciencia del lector…

Para mí, la poesía de Gavidia es justamente ese “pero”: un golpe a la conciencia y una búsqueda afanosa de la esencia humana. El uso constante de la tercera persona o del impersonal lo revela: confronta al lector con su propio mundo y con sus propias deudas, pero también con la necesidad de apreciar y valorar nuestra unidad con la naturaleza y con lo que ella representa para el humano desvalido. Por estas elementales razones, hay que leer TODA SU POESÍA.

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