Recientemente el escritor peruano Gustavo Rodríguez ha publicado “Mamita”, bajo el sello editorial Alfaguara de Penguin Random House, una novela que nos atrapa desde la primera página con una historia sobre los orígenes de los abuelos de un también reconocido novelista, en los inicios del siglo XX, en la Amazonía peruana.
La ficción, que es una dedicatoria para la madre del ganador del Premio Alfaguara y también del personaje del libro, rememora los vínculos y conexiones familiares en medio de una crisis política y social como la que se vive también en la contemporaneidad.
“Más que honesta, es una novela que responde a motivaciones muy auténticas. Creo que “Mamita” y mi novela “Treinta kilómetros a la medianoche” (Alfaguara, 2022) conforman un díptico dentro de mi obra. Se retroalimentan. Obviamente se pueden leer por separado tranquilamente, pero son aquellas en las que más ejercito eso que llaman la literatura del yo”, detalla Rodríguez a Correo.

¿Cómo nace la historia de “Mamita”?
Si tengo que escarbar para ir al primer germen que me llevó a escribir esta novela finalmente, probablemente tenga que acudir a mi infancia.
¿Cómo y por qué volver a su infancia?
Todo ser humano es una ficción bípeda, es decir, somos seres que nos alimentamos de ficciones y entendemos el mundo a través de las ficciones. Y en mi caso, yo creo que mi viaje personal empezó cuando era muy niño y mi abuela materna, mi abuela Clotilde, la mamá de mi mamá, me contaba estas historias amazónicas.
¿Qué historias le contaba?
En la época en la que ella nació, vivió y creció ahí, cómo se enamoró, tuvo una relación con mi abuelo, que era un hombre que le llevaba muchos años.
¿Cómo era este hombre?
Un hombre mítico que llevó la modernidad a la selva, que era amigo de Gustavo Eiffel, no sé, cosas que uno como niño iba coleccionando y maravillándose. Años después mi mamá me fue también impregnando de esas historias. Entonces yo viví con esta gran imagen en la cabeza. Yo creo que la novela nace de esa fricción entre ese abuelo idealizado que me narraba mi abuela y mi madre y mis dudas.
Entonces, ¿decidió escribir para sus ancestros?
Es decir, lo resumo así: ¿Cómo hago para entregarle a mi madre esta historia que ella quiere ver escrita? Porque tiene un hijo escritor. Y como a la figura mítica de mi abuelo le antepongo la figura más doméstica y más hermosa para mí, que es la de las mujeres que me contaban de él.
¿En el proceso de investigación sobre su abuelo se sintió en algún momento decepcionado sobre él?
En realidad, no. Simplemente lo que hubo fue un aterrizaje en la realidad, que eso no nos quita que siga siendo un personaje fascinante.
¿A qué realidad se refiere?
Zambullirme en lo que fue esa terrible historia que no recordamos sobre el genocidio de la época del caucho y como toda una sociedad completa, digamos, se organizó para hacerse de la vista gorda mientras estos poderosos siempre seguían llenándose las alforjas y el estado seguía beneficiándose también.
¿Es usted un personaje de “Mamita”?
Conscientemente decidí crear un alter ego bastante parecido a mí en cuanto a sus miedos, pensamientos y reflexiones.
¿Cree que los lectores buscamos conocer más de cerca al escritor a través de sus ficciones?
Creo que los lectores buscamos identificarnos con algo, con alguien y proyectar nuestros propios conflictos en los conflictos de alguien más. Entonces, mientras más auténtica nos parezca esa voz o la voz de esos personajes ese proceso se va a dar con más facilidad.
“Mamita” nos transporta a situaciones que probablemente les ocurrió también a los lectores...
Justamente el truco maravilloso de la literatura está en cómo haces totalmente verosímil y emocionante algo que jamás pasó. Ahora bien, es un caballo de Troya, obviamente, porque dentro de esta epopeya doméstica que yo he escrito, aparte del homenaje a mi madre, a su madre y a mi linaje materno, también hay contrabandeadas posturas y hechos históricos que sí son de interés nacional.
Con tan buena literatura peruana, ¿Por qué el país continúa con las problemáticas y prejuicios de siempre?
Quizá porque no se lee lo suficiente. Esa sería una respuesta muy superficial, pero si vamos más al fondo creo que nuestro país nace en su ADN con la misión de ser un territorio dedicado al expolio y a la segregación.
Es que así nace el Perú hace 500 años casi, o sea, nuestro país aparece en un contrato para ir a explotar sus riquezas y ya sabemos todo lo que generó eso, ser vistos como un lugar para enriquecerse, para que unos pocos se enriquezcan y para que otros muchos sirvan para que otros pocos se enriquezcan.
Y finalmente la promesa de la República no cumplió con el sueño de aquella época, sino que siguió, digamos, eternizando ese germen inicial, cambiando ciertas palabras, cambiando ciertas ciertos lenguajes.
¿Cómo cambiar ello en nuestro contexto actual?
Esto solamente se va a modificar en la medida en que dejemos de ser individualistas y pensemos por un momento que todos deberíamos pensar en nuestros propios privilegios, en cómo podemos de alguna manera escuchar a quienes menos tienen para ser un poco más democráticos, pero de verdad, no solamente de nombre.
¿Fue su linaje materno lo que lo motivo a ser escritor?
Es muy probable. Por un lado, mi linaje materno me llenó de historias fascinantes la cabeza. Y, por otro lado, mi linaje paterno, mi padre, sobre todo, trajo libros y lecturas a mi casa.
Creo que la combinación de ambos factores hizo que yo, que era un niño muy tímido, que no le provocaba hablar con otros necesariamente, y que tenía ciertas actitudes para el lenguaje, pues con los años se convirtiera en un escritor.
Y, bueno, yo creo que con un poco de constancia y de suerte pude desarrollar después un oficio que me tiene ante ustedes.
¿Cuál cree usted que es su propósito literario?
Para responderte voy a ir al primer recuerdo que yo tengo de algo que escribí para alguien. El primer recuerdo que yo tengo de algo que escribí para alguien es una nota en un papel con mi letra de niño que le dejé a mi abuela materna. Y en ese papel le pido perdón por algo. No me acuerdo ni siquiera que fue.
Creo yo que desde entonces siempre he tratado de usar lo que escribo para contactarme con alguien más, para comunicarme con el resto de la mejor manera que sé. Entonces, quizá el objetivo último de todo lo que he escrito sea ese, comunicarme con alguien más siempre. Sea de forma directa o de forma tangencial.
Está claro que esta novela (“Mamita”) es un regalo a mi madre, pero si hubiera querido que sea un regalo solo para mi madre, se lo daba impreso y no se publicaba.
En el fondo también quiero que a través de ese regalo otras personas, que puedan conectar con mi sensibilidad, se hagan las mismas preguntas que yo me he hecho en relación a mis relaciones, en la relación con mi madre.
¿Qué le dijo su mamá al leer “Mamita”?
Yo estaba bien nervioso la verdad, como todo niño que le entrega una cartulina sofisticadísima. (Ella) estaba contenta, muy contenta, le gustó mucho. Me dijo que la iba a leer nuevamente y también me llenó de candor el hecho de que ella pensara que era una novela que solamente iba a ser para ella.
SOBRE EL AUTOR
Gustavo Rodríguez, escritor
El autor de “La semana tiene siete mujeres” es también comunicador. El Consejo Nacional de Educación le confirió en 2006 el Premio al Periodismo en la categoría Internet. En 2021 lanzó el pódcast “Machista con hijas”.
1968 nace en Lima el también escritor de “La furia de Aquiles”.
2023 ganó el Premio Alfaguara con “Cien cuyes”.
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