Su partida física no solo deja un tremendo vacío en la literatura peruana, sino también latinoamericana e incluso universal.
Su partida física no solo deja un tremendo vacío en la literatura peruana, sino también latinoamericana e incluso universal.

El domingo 13 de abril ha partido para siempre Mario Vargas Llosa, autor y protagonista de una fecunda, brillante y trascendente trayectoria literaria de dimensión universal. Con él se va el más grande, supremo y fecundo escritor de las letras peruanas, cuyo máximo símbolo representativo era hasta ahora el poeta César Vallejo. Pero ambos siguen y seguirán existiendo en el parnaso de la literatura universal.

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Ahora, en realidad, no se vislumbra ni perfila nadie con perfiles similares o aproximados que nos represente en el mundo. Su partida física no solo deja un tremendo vacío en la literatura peruana, sino también latinoamericana e incluso universal. Debe ser el nobel más deslumbrante, luminoso y avasallador. Varios signos fundamentan nuestra apreciación; no solo la obtención del Nobel el año 2010, sino otros e importantes galardones, en cuyo conjunto podemos mencionar, por ejemplo, el “Leopoldo Alas”, “Seix Barral”, “Rómulo Gallegos”, de Venezuela; el “Príncipe de Asturias”; el Premio “Cervantes”; la distinción ecuménica “Alfonso X, el sabio”, en la literatura española.

Aparte de los premios, todos justos e indiscutibles, hay que considerar su altísima distinción de miembro de la Academia Española de la Lengua, así como posteriormente, también de la Academia francesa. Algo realmente insólito y excepcional, pero brillante e iluminador, hechos que respaldan nuestra apreciación de considerarlo como el más grande escritor peruano de todos los tiempos.

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DEL INDIGENISMO A LA MODERNIDAD

En realidad, cuando en mi adolescencia aparecieron “Los cachorros”, “Los jefes” y la propia “La ciudad y los perros” me resistía a leerlos. Había en mi actitud una cierta frialdad y casi indiferencia. La causa eran mis lecturas indigenistas de Enrique López Albújar, Ciro Alegría y José María Arguedas, autores a quienes Vargas Llosa respetaba pero no se mostraba partidario, porque, según él, desarrollaban temas localistas, lugareños, parroquiales, es algo contrario a la modernidad. La excepción era, sin duda, Arguedas, a quien le dedicó el exhaustivo ensayo “La utopía arcaica”, que se publicó años más tarde.

Pero ante el agotamiento —no desaparición— del ciclo de la literatura andina y, por otro lado, ante la fecundidad asombrosa, destreza y magia narrativa de Vargas Llosa, volcada en auténticos monumentos literarios, como “Conversación en la catedral”, “La casa verde”, “Lituma en los Andes”, “Historia de Mayta”, “La fiesta del chivo”, “El sueño del celta”, “Los cuadernos de don Rigoberto”, además de sus formidables ensayos y artículos, como “El lenguaje de la pasión” o “Cartas a un novelista”, terminamos por rendirnos y sumarnos a una admiración que ahora seguramente queda corta y tal vez mezquina.

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Si a esta breve relación consideramos también el formidable e incomparable discurso “Elogio de la lectura y la ficción”, que leyó con ocasión de recibir el Nobel en Estocolmo, Suecia, terminamos lelos y absortos ante tan grandioso portento. Lástima que las nuevas generaciones de peruanos sean absorbidas por la comunicación electrónica y los benditos celulares, usados sin una adecuada política educativa de los respectivos gobiernos, de manera que las jóvenes generaciones cada día se alejan más del libro y la lectura. Lástima también que se haya eliminado de los currículos de Educación secundaria las asignaturas de literatura, historia, geografía o educación cívica.

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LA AVENTURA POLÍTICA

Desde luego, esto no es todo; porque hay otro aspecto que igualmente nos hace pensar que tal vez Mario no debió nacer en un país en el que incluso muchos de los dirigentes, caudillos, autoridades y gobernantes se jactan de no leer aunque se toman fotos en las populares ferias de libros; igual que las demás personas y casi todos los profesionales. ¿O quién realmente lee ahora en forma habitual y permanente?

Vargas Llosa, doliéndose de esta cruel y lacerante realidad, consciente de la corrupción que recorre todas las instancias sociales, pero especialmente la caterva de la mayoría de políticos que se arruman no a líderes, sino a caudillos, decidió intentar la presidencia de la República. Pero, en el electorado peruano rápido prendió la consigna de que él era el candidato de los ricos y que el “chinito” era la opción. Y, como sabemos, el “chinito” ganó. El fenómeno se repitió con el “cholo sagrado” y más recientemente con el profesor que no sabe leer ni escribir, pero cuyo sectarismo socialista pesa más que la sensibilidad y la inteligencia.

Ya sabemos que Vargas Llosa perdió las elecciones y el pueblo peruano se dio el lujo de no permitir que uno de los peruanos más inteligentes e ilustres gobernara el país.

Sus ilusiones y desengaños los plasmó nuestro brillante compatriota en su ensayo y memoria “El pez en el agua”, cuya lectura sigue siendo una exigencia para encontrar las puertas y los caminos del desarrollo en sus diversos aspectos. También es un libro que ningún político debe dejar de leer.

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EN LAS FERIAS DEL LIBRO DE PATRICIA DOIG

Cuando las ferias del libro de Trujillo no eran negocio de libreros y editores locales, sino apuntaban a un crecimiento y desarrollo mayor, Patricia Doig Mannucci se dio el lujo de traer a Mario Vargas Llosa. Fue un momento apoteósico, cuya luz no solo nos iluminó sino también nos avasalló, porque no se limitó a exponer y sustentar su conferencia a plena voz ante la brisa marina de la playa de Huanchaco, sino también firmó libros en la propia feria ante lectores que no creían que participaban en un encuentro literario de tal magnituda.

Ahora que Mario Vargas Llosa se ha ido… ¿Quién será nuestro Lázaro que nos ilumine por el mundo de las tinieblas?

Mientras tanto, elevamos nuestras plegarias por la vida y la genialidad literaria de Mario Vargas Llosa.

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