Miguel Mendoza Luna: “El joven que lee está empoderado”
Miguel Mendoza Luna: “El joven que lee está empoderado”

“Tenía 15 años, nada podía ser grave. Yo era inmortal, ¿no?”, cuenta Mariana, protagonista del libro Los diarios secretos de las chicas (in)completas (Editorial Panamericana, 2018), de Miguel Mendoza Luna, antes de ser diagnosticada con un cáncer que le arrebató una pierna.

Con la fe puesta en las palabras, el escritor colombiano narra cómo su joven heroína, amante del fútbol y la literatura, lucha contra dicha enfermedad, que desde su nombre parece ya tener la batalla ganada, para lograr salvarse a través de conversaciones que mantiene con otras chicas por medio de unos diarios fantásticos.

Correo conversó con Mendoza sobre su reciente novela, el mundo juvenil y la importancia de la lectura en los jóvenes.

¿La idea de la novela se basa en una historia real?

Sí. Soy profesor universitario y una chica que estaba en una de mis clases, una joven brillante, sufrió el corte de su pierna. Para mí fue una imagen conmovedora, fuerte, pero también de esperanza, lucha, de querer vivir y seguir adelante. Yo estaba buscando una idea para una novela juvenil. Me di cuenta de que aquí hay una historia que inicialmente comenzó con lo biográfico. Pero, como a veces pasa con la escritura, se te revela una historia que por sí sola empieza a tomar forma cuando los diarios aparecen como un elemento de mediación fantástica que provoca una correspondencia con Mariana.

La protagonista nombra de otra manera a sus padecimientos. ¿Tu intención es que los lectores jóvenes sepan afrontar de manera distinta lo malo que les sucede? 

Sí, quienes leemos y escribimos literatura tenemos una fe profunda en el lenguaje para encontrar, a través de la palabra, una explicación del mundo, una resistencia a los excesos de la realidad. Por más que te digan que hay cura y tratamientos, la palabra cáncer, en cualquier dictamen, ya es casi como un golpe mortal. Estuve obligado a saber más sobre cómo se comportaba la enfermedad y quería dar esa visión de que, aun en el peor de los escenarios, el lenguaje puede ser un arma de defensa, que te protege y te da una fuerza frente a algo que es invisible pero que te está matando.

¿Qué aprendizaje te dejó la exploración que significa escribir un libro? 

Encontré un mundo alrededor de la juventud, de su intensidad frente a la vida, aun cuando hay dolor, sufrimiento y la muerte está rondando. Los jóvenes viven sintiéndose inmortales y como si cada día fuera el último. Por eso sufren tanto; sus amores, sus depresiones son tan intensas. Hemos subestimado eso al haber nombrado al joven con esa palabra que lo condena: adolescente. No le hace justicia a un momento de la vida en que todo está brillando: la primera vez de un beso, el amor, el desencanto. Y eso tiene una intensidad que nunca vuelve a repetirse en la vida. Entonces, valoré mucho eso, y sigo creyendo en ellos: aún están en una frontera donde no juzgan a nadie y son mucho más abiertos a los otros, a la diferencia, y eso lo perdemos los adultos.

Antes escribías historias sobre asesinos o monstruos. ¿Cómo ha sido tu tránsito hacia la literatura para jóvenes? 

Yo venía de un largo camino de investigar sobre el crimen real y psicología criminal y, por supuesto, literatura y crimen, que es una relación fascinante. Fue una forma de indagar sobre la condición humana. Pero, como todo en la vida, hay un punto en que también te agotas. Mi vida dio un giro: me convertí en padre. Empecé con unas historias que me salían de mi primera experiencia con mi hija. Y pensé: quiero que en la biblioteca haya un libro para cada momento de su vida; para su adolescencia, ese momento difícil. Estoy muy feliz escribiendo esta narrativa, a pesar de la intensidad. Lloré mucho con el dolor físico, emocional, de los personajes, viendo cómo luchaban y batallaban contra algo tan terrible.

¿Por qué es importante que los jóvenes lean?

Es indudable que los jóvenes salvaron todo el sistema de la industria editorial, empezando por los escritores. Había un momento de una crisis económica y empezaron estos fenómenos de sagas, libros adaptados al cine. Fueron estos chicos los que empezaron a llenar las librerías, las ferias de libros, las filas para firmar libros. Es indudable que los chicos querían narrativas, historias, y los que estábamos por ahí con cierta intuición alrededor del libro teníamos que responderles. El joven que lee está empoderado, tiene intuiciones del mundo.