Escritor Omar Aramayo. Foto: difusión.
Escritor Omar Aramayo. Foto: difusión.

En tu libro: “Churata, un diablo baila feliz en los ovarios de la Pachamama” (2024), ¿cuáles son las influencias fundamentales del escritor puneño en la literatura peruana? Jorge Basadre dice que el logro más importante de su generación fue visibilizar al indio. El indio es un personaje que durante siglos fue invisible. Arguedas dice que el único que conocía al indio era él, es decir Arguedas. Churata trae al indio como ser humano, único, universal; como creador de una cultura original, sui generis; la confronta con el pensamiento occidental sobre dos ejes filosóficos: el Ahayu, en tanto totalidad espiritual del individuo; y Pacha, como concepto totalizador de materia, tiempo, espacio, expansión y movimiento.

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Como compositor ¿qué te inspiró para crear la banda sonora de “Los perros hambrientos” (1977)? Cree esa banda sonora a pedido del director cinematográfico Luis Figueroa, con indicaciones precisas. En los años 70, efectivamente musicalicé varias películas. Yo tengo la pulsión musical, los sonidos vienen a mi mente. No he tenido tiempo, espacio vital, para desarrollarme como músico tonal y atonal. Me quedan de aquella época grandes compañeros como Manongo Mujica, Arturo Ruiz del Pozo, Chocolate Algendones, y otros.

¿Sientes que tu origen puneño influyó en algún momento en la fusión de elementos urbanos y rurales en tu poesía? Mi creación artística es una recreación de mi infancia; y a la vez el reconocimiento diario del mundo, la adquisición de conocimientos nuevos, personas, amigos, paisajes. De mis viajes, a veces largos y repentinos, de mis aventuras. Pero ahí subyace el mundo de la familia, de los pueblos donde me crié, el inmenso paisaje del Lago y de la puna. Mi literatura es un largo viaje, donde vas a encontrar a personajes de la vida diaria, de la historia peruana y universal, tanto como a personajes inventados.

Tuve la suerte de tener padres ilustrados. Mi madre era una gran narradora oral. Mis cuentos, muchos, son los cuentos que le escuché siendo aún muy niño.

Pero también soy hijo del libro, de la universidad, aun cuando jamás me sometí a la metodología académica, para mí la universidad fue de importancia vital. Tuve algunos maestros espléndidos, como Antonio Cornejo Polar, en la universidad nacional San Agustín; su enseñanza fue decisiva. Me dio la conciencia de ser un escritor, un artista de la palabra.

¿Por qué incursionar en la poesía visual y los caligramas? Tengo un registro amplio para afrontar la escritura. Es mi interés despierto. De lo épico a lo dramático, y lo lírico. Investigación o ficción. Prosa o verso. Discursivo o visual. Solo me interesa lo que estoy haciendo en el momento, lo demás se me difumina. Me interesa crear, inventar. O, analizar, ingresar en profundidad. Imaginar, visualizar. Tener el placer de crear. Decir lo que no se ha dicho, lo nuevo. La velocidad del pensamiento.

Entre sus múltiples facetas como artista (poeta, músico, periodista), ¿cuál consideras la más representativa de tu obra? Quiero crear, siempre he querido crear, inventar lo que no existe, desafiar al vacío y a lo desconocido.

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