En Berlín de la posguerra, en los inicios de la Guerra Fría, una mujer llamada Victoria se enfrenta a un mundo hostil; un terrible escenario en el que los totalitarismos, el terror, el racismo y las injusticias, se convierten en armas de muerte. Paloma Sánchez-Garnica, autora de “Victoria”, ganadora del Premio Planeta de Novela 2024, nos cuenta la historia de una mujer que antepone la esperanza y sobre todo el amor, para salir a flote en medio de las turbulencias que le presenta la vida. Correo conversó con la talentosa escritora española sobre su apasionante novela que nos recuerda que, lamentablemente, a pesar del tiempo, la humanidad no ha aprendido nada.
Victoria tiene que enfrentar escenarios que se desarrollan en el mundo después de la Segunda Guerra Mundial, que parecen repetirse en 2025. Ese es el problema, que olvidamos con demasiada facilidad. Nos ilusionamos, nos acomodamos, confiamos en que a nosotros no nos pueden pasar los males del pasado, y todo puede a volver a ocurrir, puede que no con los mismos medios, con la misma forma, pero sí con la misma consecuencia. Tenemos que estar alertas, por eso, yo creo en la literatura y en el libro como un instrumento accesible para que una sociedad se convierta en una sociedad crítica. Un país no leído, es un país que se deja manipular, es un país débil, que se deja fascinar por el salvador que les va a resolver todos los problemas. Es nuestra responsabilidad detener eso.
La literatura es un arma efectiva para recordar... Para entender y comprender lo que somos y de dónde venimos, para estar mejor preparados y enfrentar el futuro, un futuro que no sabemos lo que va a ocurrir. Los alemanes, a principios de los años 30, eran una sociedad muy vulnerable, polarizada, una sociedad muy manipulada, muy desencantada, y llegó el rey del mambo, Hitler, y les fascinó. Ahora a nosotros nos parece horrible que un tipo así les fascine, pues les fascinó, igual como ahora fascinan muchos gobernantes con discursos muy extremos.
Victoria podría pasar por una mujer frágil, vulnerable, pero es resiliente, poderosa. Las mujeres hemos sido siempre potentes, poderosas, luchadoras, lo que pasa es que a lo largo de la historia, se nos ha silenciado. En las guerras van solamente los hombres porque van y llegan al frente, sin embargo, las mujeres eran las que mantenían la llama del hogar, mantenían ese mundo sobre lo que luego se reconstruye absolutamente todo, que es la familia, el hogar, la casa. Victoria, también su hermana Rebeca, son mujeres que tratan de sobrevivir en un mundo hostil, en un mundo que les exige tirar para adelante o hundirse.
Ya que hablamos de mujeres luchadoras. ¿En el ambiente literario aún pesa el machismo? Hay más machismo en determinados críticos, que en la industria editorial. Lo que busca la industria son buenas novelas, se llame Carmen la autora o Pedro, da lo mismo, lo que buscan son buenas novelas y que se vendan. Hay todavía algún prejuicio con la literatura escrita por mujeres, pero poco a poco se va diluyendo. Hemos llegado a la escritura muchas mujeres con muy buen potencial, y además que vendemos mucho, esa realidad, a muchos les afecta.
¿Te pesa mucho la opinión de los críticos? No tengo ningún problema, pero a mí la crítica que realmente me gusta y la que tengo en cuenta, es la de los lectores, yo creo que hay lectores que en un 90 por ciento les está gustando mi novela, pero también no puedes gustar a todo el mundo, tienes que aceptarlo y eso me provoca un absoluto respeto.
¿En tu proceso de creación hay plazos definidos por la editorial, la exigencia del mercado editorial? A mí nunca me ponen plazos, nunca, mi editora ni siquiera un tema, no. Para mi el proceso de escritura es un proceso muy libre, es un proceso mío, además, un proceso al que no dejo entrar a nadie. Yo necesito mi espacio, no puedo escribir en cualquier sitio, tiene que ser en mi mesa, con mis libros, aislada de todos y de todo.
¿Ganar un premio como el Planeta de Novela pesa? Cuando dijeron mi nombre, cuando salieron los reyes, para mi fue un momento único en mi vida, en la de mi marido, en la de mis hijos, en la de mis nueras, incluso en la de mis nietos que son pequeñitos. Se dieron cuenta que su abuela había conseguido algo importante. Para mí es un reconocimiento, porque yo llegué a la literatura hace 20 años y he ido muy despacio, poquito a poco, con mucha paciencia y mucha humildad. Ha llegado en el momento oportuno, con una sensación de serenidad y con los pies bien pegados a la tierra.