Piedad Bonnett: “Los poetas sabemos que hay cosas que no se pueden decir”
Piedad Bonnett: “Los poetas sabemos que hay cosas que no se pueden decir”

A pesar de tantas palabras, lo que llega después es el silencio. Así lo entendió Piedad Bonnett en la escritura de Lo que no tiene nombre, un testimonio sobre la muerte de su hijo Daniel: un dolor inefable.

Sin embargo, en esa imposibilidad de llegar al centro de la revelación, de solo aproximarse a lo que no se puede decir, todavía se consigue hallar algo: un poema, una narración, una manera de conocernos.

De esta manera, la escritora colombiana ha tomado la palabra escrita para publicar Donde nadie me espere, su última novela, que presentó el domingo en la FIL Lima 2019.

¿Lo cercano, casi cotidiano, siempre es el disparador de las obras literarias?

Prácticamente de manera total. Aunque pareciera que uno está escribiendo sobre cosas muy ajenas, si eso no arraiga en experiencias personales o, por lo menos, en temas que a uno le interesan mucho, no va a prosperar. Los poetas tendemos más a la autoconfesión. La poesía tiende a ser un poco impúdica, en el sentido de que reconocemos, en la obra de los poetas, su propia vida.

¿Hacer ficción de lo autobiográfico es una manera de entender la experiencia, lo vivido? 

Claro. La literatura siempre nace como un ejercicio de autoconocimiento. La mayoría de los escritores empiezan, con poemas y otros textos, en la adolescencia, esa época de incertidumbres: la necesidad de prolongar las preguntas que a uno en ese momento le inquietan.

Juan Manuel Roca, en Galería de espejos, escribió que, como lector de su poesía, agradecía “el distanciamiento, esa pequeña máscara que evita el patetismo sentimental, aunque esté expresando sentimientos”. ¿Es consciente mantener esa distancia? 

Muy consciente. Dirigí un taller de Escritura Creativa como veinte años, y parte de lo que les decía a mis estudiantes es que la emoción tiene que pasar por un tamiz, el de las palabras, pero también por un distanciamiento de uno, para que no sea una confesión impúdica, porque esta siempre mortifica un poco. El escritor muy exhibicionista me molesta. Lo intenté hacer en Lo que no tiene nombre. No era exponer de manera patética una situación tan espantosa como esa (la muerte de su hijo Daniel), ni el dolor a gritos; era todo muy contenido. Me parece que la contención es una de las grandes virtudes de la literatura autobiográfica.

En Lo que no tiene nombre escribiste: “Porque a pesar de todo, de mi confusión y mi desaliento, todavía tengo fe en las palabras”...

Digamos que es un acto desesperado. No es una fe en el sentido idealista. Uno sabe que hay una porción de fracaso en esa escritura, que no llegará al meollo de la cuestión. La cuestión de la revelación es un decir, porque quién me dice qué pensamientos tuvo Daniel unos minutos antes de su muerte. Hay un momento en que llega el silencio, en que la palabra ni siquiera se puede atrever a explorar ahí. Preguntarse pero no imaginarse, porque sería casi un irrespeto. La palabra, en ese proceso de indagación, tiene un límite. Y de esa impotencia de la palabra también nos nutrimos los escritores, sobre todo los poetas. Los poetas sabemos que hay cosas que no se pueden decir, lo que llaman inefable, lo que no podemos develar. Y en ese juego entre lo que sí dice el mundo y lo que no puede decir es en que nos movemos los poetas.

Aproximarse a lo inefable…

Así es. Así lo planteó Heidegger. Cuando lees un poema, una cosa sale a la luz y se te revela, y cuando vas a tratar de aprehenderla se va. Por eso la poesía nos sigue seduciendo. Leemos un poema y entendemos, pero no entendemos por la forma en que las palabras se organizan.

Un total fracaso…

Sí, pero es un fracaso que compartimos. Cuando nos leen, ese deslumbramiento se agradece, porque sí hay como una pequeña revelación y se suscita una emoción, pero es efímero, se va.

La literatura es una exploración, donde se hacen preguntas y no sé si se consiguen respuestas. ¿Qué interrogantes o qué certezas halló en la escritura de su última novela Donde nadie me espere? 

Me estaba preguntando sobre personajes que son muy lejanos. Primero, un hombre. Son lejanos y cercanos, porque tuve tantos estudiantes. Yo quería un personaje frágil, y en ese sentido ese personaje soy yo, con una infancia y una adolescencia frágiles. Y me planteé el tema de la caída, la vital, cuando alguien abandona una cosa y la vida te va llevando al abismo. Ese es un gran tema de la literatura. Y a mí me interesaba, en una persona que había tenido dolores muy grandes, que los ha sofocado la naturaleza masculina. Las mujeres nos abrimos a hablar de los dolores. Y los hombres, por alguna razón, hacen como un encapsulamiento. Y así yo estaba hablando de la soledad masculina.

PERFIL 

Piedad Bonnett

escritora colombiana

Nació en Antioquia. Es licenciada en Filosofía y Letras por la Universidad de los Andes. Ha escrito poemarios, obras de teatro y novelas.