Esty (Shira Haas) es una joven de 19 años que, casada a los 17 y embarazada, huye de la comunidad jasídica Satmar, en Williamsburgo, en Brooklyn, Nueva York, Estados Unidos.

La protagonista de “Poco ortodoxa”, la recién estrenada miniserie de Netflix, inspirada en la popular autobiografía de la escritora Deborah Feldman, busca escapar de una vida de servilismo, reducida a la maternidad obligatoria y al matrimonio arreglado.

“El habla primero”, le dicen a la protagonista cuando tiene que acercarse a su futuro esposo tras un acuerdo entre sus familias.

Una frase que encierra la esencia de la rutina que ella no podrá soportar más: la de estar bajo la sombra de Yanky Shapiro (Amit Rahav), quien debe ser tratado como rey en la casa, la mesa, la cama.

La reciente producción, en cuatro episodios de casi una hora, narra cómo Esty cruza el otro lado del mundo para encontrar no solo la libertad que anhela, sino también para descubrirse así misma.

De esta manera, llega a Berlín, Alemania, donde sus antepasados judíos sufrieron el holocausto nazi. Ahí, donde el pasado pesa y duele, empieza a encontrar una forma de ser feliz.

Contada en dos tiempos, el presente de Esty en Alemania y su vida pasada en Estados Unidos, el espectador acompaña a la protagonista en su conmovedora transformación desde el cuerpo, la vestimenta, hasta el pensamiento.

El elenco de "Poco ortodoxa" está conformado principalmente por actores alemanes e israelíes (Foto: Netflix)
El elenco de "Poco ortodoxa" está conformado principalmente por actores alemanes e israelíes (Foto: Netflix)

CONTRASTES

Para esto, la historia creada por Anna Winger, Alexa Karolinski y Daniel Hendler, y dirigida por Maria Schrader, se toma las licencias necesarias en la experiencia real de Feldman para llegar a su propuesta: los contrastes entre mundos diferentes — que se traslada también a los personajes, tan diferentes los unos a los otros—, donde en uno la libertad, el placer y la existencia están regidos por una religión ortodoxa; mientras que en el otro, la espontaneidad parece ser la norma cotidiana.

Se corren riesgos cuando se muestran que las diferencias entre dos realidades son muy marcadas.

El mundo de Berlín, aunque sea una perogrullada decirlo, no es perfecto. Y la serie tal vez no lo muestra demasiado, cayendo en la fácil dicotomía de lo bueno y lo malo al compararlo con Satmar.

Sin embargo, sí se adentra en casi todos sus matices en dicha comunidad, con sus tradiciones, su lengua (yidis o idish), sus creencias e idiosincrasia.

A pesar de esto, el aspecto más logrado de la miniserie es la forma en que Esty busca la libertad: a través de la música (el arte) y la sexualidad, dos campos en los que la humanidad se ha aproximado para sentirse un poco libre en realidades que, con diferentes facetas, están llenas de ataduras, así sea en una ciudad moderna o en una comunidad con un estilo de vida rígido y con lucha permanente por superar los traumas de su historia.

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