“La misión de la literatura no es separar al verdugo de su víctima o juzgar quién debe ser condenado a muerte, sino transgredir”, dice la autora de “Matate, amor”, “La débil mental” y “Precoz" (Foto: Animal de Invierno / Cortesía de Sebastián Freire)
“La misión de la literatura no es separar al verdugo de su víctima o juzgar quién debe ser condenado a muerte, sino transgredir”, dice la autora de “Matate, amor”, “La débil mental” y “Precoz" (Foto: Animal de Invierno / Cortesía de Sebastián Freire)

Lo que ha sido más evidente en el cine también se ha extendido a la literatura: la corrección política. Las buenas intenciones, que pertenecen más al infierno que al paraíso idealizado, enlatan el arte con propuestas planas y vacías, sin la exploración necesaria de lo humano, entre la nobleza y lo indigno, alejada de lo resplandeciente y lo sombrío tan nuestros.

Y el miedo, por supuesto, es la clave de que se propague, sin críticas ni cuestionamientos, una corriente del no pensar, de tener una lucha como una etiqueta de supermercado, de no incomodar a nadie, cuando “escribir sin ofender a nadie es un oxímoron”.

Esto último lo escribe Ariana Harwicz en el libro “El ruido de una época” (Animal de Invierno, 2023), un ensayo para pensar desde la paradoja, la contradicción, en un paneo por la ambigüedad del artista, las posibilidades del lenguaje, los secretos del mundo literario ―lo que no se dice en las conferencias, presentaciones de libros, manifiestos, Instagram, Twitter, Facebook, TikTok―, la cancelación, la escritura, la lectura, la obediencia.

“Lo políticamente correcto es la gangrena del arte de este siglo”, escribe Harwicz. “Esta época lee mal porque lee desde la identidad”, apunta en otro momento. “La misión de la literatura no es separar al verdugo de su víctima o juzgar quién debe ser condenado a muerte, sino transgredir”, dice la autora de “Matate, amor”, “La débil mental” y “Precoz”. Porque “una novela no es una audiencia judicial”.

Hay más honestidad y reflexión en películas transgresoras como “Tár” y “Poor Things” que en películas forzadas que se venden como causas nobles. Seguir rótulos para tener un público más extenso nos aleja de la mirada sobre lo que implica ser humano; esconder los monstruos no los desaparecen, tampoco mostrar más a los buenos nos ennoblece por defecto. Nos hemos olvidado de “celebrar la contradicción” en el arte, como dice Harwicz, y poner adelante a la persona, a la impostura.

Portada de "El ruido de una época" (Foto: Animal de Invierno)
Portada de "El ruido de una época" (Foto: Animal de Invierno)

DOBLE CARA

Esa imagen ―marca personal le dicen en redes sociales― doblega a los escritores, los lleva a la otra orilla de los riesgos, a la tierra segura, a la moraleja fácil, a la enseñanza productiva por encima del dolor, más cerca de la autoayuda que el arte.

“Lo mejor que le podría pasar a un artista es asumir sus contradicciones, su doble cara, su doble moral”, escribe Harwicz. Aceptarlas en la escritura, el lugar para desconocerse, para desaparecer, vivir otras experiencias, en contra de tus propias convicciones.

Los autores que ceden al mercado en la actualidad se han convertido en una copia de Tony Soprano: aparentan ser adorables y protectores padres de familia, mientras, fuera de los micros y las cámaras, tienen otro rostro, uno más oscuro. Se autodenominan el “contrapoder” pero “son el poder mismo”, dice Harwicz.

“Hoy los escritores son personajes que se componen para ser vistos, no ya una política de autor, un nombre de guerra, una cruzada. Selfis, vivos, contribuyen a dulcificar el aspecto de los escritores”, agrega en el libro.

Las reflexiones de Ariana Harwicz invitan a pensar con libertad y también a cuestionarlas, porque, en medio del acto de leer y escribir, salta una idea desalentadora: pareciera que nadie puede escapar de ese todo.

Sin embargo, esa posibilidad no debería ser un camino a la renuncia fácil del pensamiento, a las ideas contradictorias, al arte de mirar lo que creemos que no somos.

En “El ruido de una época”, con textos cercanos a los aforismos y adagios, cartas y recurriendo a escritores y músicos y lo contemporáneo, Harwicz también piensa en la maternidad no deseada, los “abusos velados”, la maldad, la violencia en el lenguaje, el miedo que significa verse cuando escribe, la muerte del arte, la fe en la obra, el revisionismo, separar al autor de la obra, la vida privada y el texto, en la paradoja de lo humano.

DATO

La escritor argentina Ariana Harwicz ha publicado en Perú las novelas “Matate, amor”, “La débil mental”, “Precoz” y el libro de ensayo “El ruido de una época”, a través de la editorial Animal de Invierno. Su primera novela será una película producida por Martin Scorsese y con Jennifer Lawrence como protagonista.

MÁS LIBROS

“Todos los santos” de Marcela Cossíos

Una diáspora de una familia que deja su natal Apurímac para mudarse a Montreal por la violencia experimentada en su país, con la nostalgia y la cosmovisión andina como pilares emocionales. Publicado por Hipatia ediciones, el libro tiene 155 páginas.

Portada de "Todos los santos" (Foto: Hipatia ediciones)
Portada de "Todos los santos" (Foto: Hipatia ediciones)

“Expatris” de Jhonatan Segura

Una exploración del desarraigo en una tierra que se les ha prometido a sus protagonistas como suyas. Sin embargo, la realidad es otra en medio de una celebración particular. Historias y fotografías notables. Publicado por Cíclope Ambicioso, tiene 242 páginas.

Portada de "Expatris" (Foto: Cíclope Ambicioso)
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“La muerte es un asunto cotidiano” de Andrés Cueto

Una mirada a un mundo que parece estar destinado a la desaparición, pero del que todavía no se ha dicho suficiente, desde una perspectiva que apunta, a pesar de todo, al vivir. Editado por Colmillo Blanco, tiene 99 páginas.

Portada de "La muerte es un asunto cotidiano" (Foto: Colmillo Blanco)
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