La poesía de Hilsa Rodríguez es una construcción alegórica del dolor que acompaña a todo acto de amar, una sucesión de metáforas que juntas evocan cómo la terrenalidad del cuerpo herido que muestra sus cicatrices en el acto sagrado poético.
La poesía de Hilsa Rodríguez es una construcción alegórica del dolor que acompaña a todo acto de amar, una sucesión de metáforas que juntas evocan cómo la terrenalidad del cuerpo herido que muestra sus cicatrices en el acto sagrado poético.

A propósito de la creación poética, Martin Heidegger advierte que “la poesía no es ningún fantasear al capricho, ni es ningún flotar de la mera representación e imaginación de lo irreal”. El o la es capaz de crear imágenes que estallan el acontecimiento real; metáforas que rompen la armonía de la realidad desde lo cotidiano y lo efímero, por más que los versos nos quieran envolver en supuestas fantasías. Con la publicación de El amor ha parido una luz terrible, la poeta trujillana Hilsa Rodríguez cumple fielmente con la tradición poética advertida por Heidegger; su poesía es una construcción alegórica del dolor que acompaña a todo acto de amar, una sucesión de metáforas que juntas evocan la terrenalidad del cuerpo herido que muestra sus cicatrices en el acto sagrado de la poesía; “el cuerpo se acostumbra a percibir la gratitud de la angustia / Hubiera preferido observarte y ser el silencio / el caos que tú eres cada mañana”. Desde mi perspectiva, ya con su primer poemario Hilsa Rodríguez nos presenta una propuesta estética que parte de lo irreal y reside en lo cotidiano.

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Imágenes perturbadoras y cotidianas

La poesía de Hilsa Rodríguez muestra un conjunto de imágenes perturbadoras y cotidianas que constantemente juegan a explorar silencios hasta que el cansancio las hace aparecer sin previo aviso; “¿qué hago con tanto amor? / si así me siento sucia / imperfecta / destruida / ahí donde se retuercen los cerdos / donde te has bañado / y nos hemos tocado juntos / salvajes y obscenos”. La imagen inicial del verso ya presenta a un sujeto lírico inconforme con el lugar o las circunstancias donde habita, pues siente que el amor que posee desborda a cualquier escenario que lo pueda contener; esta sensación se va a acrecentar cuando describe un lugar sucio y grotesco, espacio en el que, -con su imperfección y sus deseos- también habita. Hilsa Rodríguez elige que sus versos, marcados por cicatrices y sombras, aparezcan en espacios oníricos que se materializa como verdad cuando los lectores exploran en su interior y encuentran que lo grotesco también está en sus propios recuerdos; “hoy he soñado con un monstruo / hoy he soñado que mi padre ha hecho el amor conmigo/ me ha acuchillado las vértebras y los ojos (…) hoy he soñado que he matado a mi padre / y su alma me persigue constantemente”. La imagen de este último verso es perturbadora; pues, más allá de que la representación se da en un mundo despoblado e inerte como el sueño, la presencia de seres reales que son capaces de hacer daño son una constante no solo en este poema, sino en la poética que Hilsa Rodríguez comparte en El amor ha parido una luz terrible.

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Una angustia creadora

María Zambrano señalaba que en la poesía también hay angustia, pero la angustia que acompaña a la creación; “la angustia que proviene de estar situado frente a algo que no precisa su forma ante nosotros, porque nosotros somos quienes ha de dársela”. En la poesía de Hilsa Rodríguez se percibe claramente la angustia referida por Zambrano, pues Hilsa Rodríguez ha logrado que sus distintos aflicciones y miedos se materialicen en su propuesta estética que entre silencios y reflexiones logra dar a luz; “hoy he pensado en la angustia / y el lenguaje de mis mejillas / y me he quedado en silencio”. Ahora bien, el sujeto lírico también se encuentra en constante aflicción y congoja por los acontecimientos sufridos; sin embargo, encuentra en la palabra la posible salvación; gracias a la escritura la angustia se convierte en un modo de representación y deja de ser la opresión y el temor sin sentido. En el poema Elegía en un hospital se plantea la metáfora del dolor como una bestia incontenible que quizá se detenga cuando la angustia se materialice poéticamente en el acontecimiento; “el dolor / es una bestia dentro de mi pecho que no me deja morir en paz / un perro rabioso / un aullido / una lágrima que jamás dejará de brotar”.

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Siri Hustvedt señalaba que todos estamos hechos en mayor o menor medida de memoria, la cual no solo consiste en los fragmentos de tiempo visible que se han afianzado en imágenes, sino también en los recuerdos que encarnamos y no comprendemos. En El amor ha parido una luz terrible percibo gestos repentinos, sensaciones inciertas y comportamientos que ni el propio sujeto lírico logra comprender del todo; pero que -al fin y al cabo- están ahí y forman parte de la memoria que la misma autora ha logrado construir a partir de su propia vivencia y la de los otros. Los lectores de este poemario también construiremos nuestra memoria, una en la que nuestra experiencia de vida se confunda inevitablemente con la poética de la angustia y el dolor propuesta por Hilsa Rodríguez.