Isabel Álvarez: “El ser humano nace pero la madre te humaniza”
Isabel Álvarez: “El ser humano nace pero la madre te humaniza”

Escritora presenta el libro Las manos de mi madre, donde plantea una crítica a la deshumanización y el avasallamiento de la tecnología

A siete años de la muerte de su madre, Julia Novoa Ramos, la socióloga, investigadora y escritora peruana Isabel Álvarez Novoa publica el libro Las manos de mi madre (Fondo Editorial de la Universidad de San Martín de Porres), una exquisita obra que -por encima de los recuerdos maternales y la importancia de la cocina tradicional- revalora el papel de la mujer en la literatura peruana.

¿Cuándo sentiste que había una deshumanización en el hogar? 

¡Desde siempre! Hoy la gente se siente feliz si tiene una máquina que le lava los platos, ojo, no abogo porque la gente trabaje arrodillada en casa, pero sí hay una deshumanización. La tecnología no va a la par con el desarrollo emocional de la gente.

¿Cuál es tu rol frente a ello?

Yo lo planteó con sutileza porque no he querido desligarme del sentido de mi madre. La mejor crítica es El señorío de Sulco, tiene 30 años, es un restaurante que ha conciliado entre la tradición y la modernidad. Es un lugar fino, cinco tenedores, pero tiene dibujos de la cultura Moche. Hay que retar a la modernidad y saber estar en ella sin deshumanizarnos.

¿Cuándo decides escribir este libro? 

No estaba en mi mente hacer el libro, pero la vida a veces te pone en situaciones límites, como la muerte. Mi madre me enseñó a reparar en las manos de los hombres; ella miraba los ojos, labios, gestos. Como no estuve en Perú cuando murió, sentí pesar de que nunca fotografié sus manos. Dije: “No puedo fotografiar las manos de mi madre, pero puedo describirlas”. ¿Qué hacían? Dar ternura, cargarme, acariciarme. Conforme pasaban los años, al escribir lloraba mucho, había veces que no quería ver el libro. No podía hablar de mi mamá, era muy fuerte el recuerdo.

¿Qué hiciste para superarlo? 

Fui al médico, me asustó lo que me dijo: “¿Isabel, quieres morirte?”. Me encontró un cáncer y me dijo: “Estás en el límite de la depresión, las puertas están abiertas a cualquier enfermedad. Párala ya. Escribe, avanza, trátalo como un reto”. Lo asumí. Comencé a procesarlo cuatro años después.

¿El libro ha sido una suerte de liberación para ti?

¡He cumplido con mi madre! Yo soy socióloga, con el tiempo fui cargando mi libro de reflexiones filosóficas. Sí, pero mira la trascendencia en los grandes filósofos del mundo, el valor de la madre, de las manos, de los objetos que configuran un hogar. Ricardo González Vigil pone en el centro que yo abrí un capitulo en la literatura peruana, dijo que es un texto vallejiano-arguediano, donde la mujer ingresa a la literatura. Somos mujeres, hijas, madres. Lo que hago es reivindicar a la mujer, madre, la alimentación popular.

De todos los comentarios que has recibido sobre el libro, ¿cuál te ha impactado más? 

La gente me dice: “Así no era mi madre, pero quiero creer que ha sido así”. El día de la presentación, una joven me dijo: “Quiero que le dedique el libro a mi mamá, ella se ha muerto por un cáncer y quiero creer que sigue viva”. Le agarré las manos, pegamos cabezas y nos dimos un beso. La madre te humaniza; el ser humano nace, pero se humaniza en el pecho de la madre. El cuerpo, la tibieza, el color, el olor, los ritmos de la alimentación, la palabra, la forma te cargan de una humanidad que es tu futuro como individuo en la sociedad.

Isabel Álvarez, investigadora de la gastronomía peruana, rinde un sentido homenaje a su madre con este libro. Lo empezó a escribir como una forma de calmar el dolor por la pérdida. “Escribía para mí, como una manera de comunicarme con ella. Era como tomar sus manos entre las mías, acariciarme lentamente, hablarle y recordar todo lo vivido”, comento en algún momento.

Es así como recuerda en cada episodio momentos que vivió junto a su madre y que la marcó en su niñez. Algunos de sus capítulos llevan por nombre “Ollas de barro: curarlas, quererlas y cuidarlas”, “El mundo de las papas”, “La tabla de picar”, “Las sopas de mi madre, pura ternura”, “Caritas en las yemas de los dedos”, “Dulces y sonidos que alegran el alma”, “Mientras yo cocinaba mi madre se iba de este mundo”, entre otros.

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