En países emergentes, el teletrabajo se ha convertido en una alternativa solo para unos cuantos. (Pixabay)
En países emergentes, el teletrabajo se ha convertido en una alternativa solo para unos cuantos. (Pixabay)

El Fondo Monetario Internacional (FMI) publicó hace algunos días un artículo de cómo la pandemia del COVID-19 varió la realidad laboral en diferentes países. El informe indica también la desigualdad que significa el teletrabajo para ciertos sectores.

En muchas latitudes millones de personas se han quedado sin empleo debido a la cuarentena y las nuevas reglas que impuso el coronavirus. El distanciamiento social ha generado que los empleadores reduzcan horas a sus empleados, apliquen la suspensión temporal o que simplemente prescindan de algunos puestos de trabajo.

Es allí cuando apareció como una opción el teletrabajo, o trabajo a distancia, aunque en países como el Perú parece que todavía es un privilegio. El FMI realizó una investigación de qué tan viable es trabajar desde casa. Utilizó una amplia muestra en el que incluye economías avanzadas y de mercados emergentes.

“Estimamos que cerca de 100 millones de trabajadores de 35 países avanzados y emergentes (de los 189 países miembros del FMI) podrían presentar un riesgo alto debido a que no pueden realizar sus trabajos a distancia. Esto equivale, en promedio, al 15% de su fuerza laboral”, señala el artículo.

En la investigación realizada por Mariya Brussevich, Era Dabla-Norris y Salma Khalid se observan la diferencia entre países. “Resulta mucho más fácil el trabajo a distancia en Noruega y Singapur que en Turquía, Chile, México, Ecuador y Perú, sencillamente porque más de la mitad de los hogares de los países emergentes y en desarrollo ni siquiera tienen una computadora en casa”.

Otro dato revelador es que más de 20 millones de personas que trabajan en el sector de alimentos, hotelería y comercio minorista y mayorista están en riesgo de perder sus empleos, por tener menos posibilidades de trabajar a distancia.

Un grupo de riesgo de desempleo aún mayor lo conforman los trabajadores jóvenes y quienes no tienen educación universitaria. Pero especialmente las mujeres podrían verse afectadas, al concentrarse “de manera desproporcionada en los sectores más afectados, como alimentos y hostelería”.

Asimismo, quienes trabajan a tiempo parcial o son empleados de pequeñas y medianas empresas son los primeros en ser despedidos “cuando se deterioran las condiciones económicas y los últimos en ser contratados cuando estas mejoran”, señala el texto.

Y la situación de este último grupo se agrava al no tener acceso un seguro de salud. Junto con los informales están ante una gran posibilidad de caer en la pobreza. Otro peligro que acarrea la pandemia, apunta el documento, es que aumente la desigualdad de ingresos.

SOLUCIONES A LA CRISIS

El informe desnuda la realidad de varios países. Pero también plantea algunas salidas. Por ejemplo, considera el acceso a Internet como fundamental para que muchas personas puedan continuar trabajando y llevar el sustento a las familias. “Cerrar la brecha digital también permitirá que los grupos desfavorecidos participen de manera importante en la economía del futuro”.

Ante la crisis que afecta a millones de personas, los gobiernos deben enfocarse en ayudar a los más necesitados y sus familias ofreciéndoles acceso a los sistemas de salud para contrarrestar la pérdida de empleo e ingresos.

A su vez, subsidios para los menos favorecidos, así como programas de obras públicas que impulsen la creación de puestos de trabajo son vías posibles. De igual manera, los gobiernos deben fortalecer la educación y capacitación laboral pensando a futuro, y así reducir la desigualdad.