Meneses es uno de los personajes más ejemplares de Arequipa. (Foto: GEC)
Meneses es uno de los personajes más ejemplares de Arequipa. (Foto: GEC)

Carlos Meneses Cornejo llegó a Diario Correo a fines de la década de los 60, pero fue en 1970 cuando se convirtió en director y tras 4 años en el cargo le tocó afrontar situaciones que no imaginó pasar, pero lo afrontó en defensa de la libertad de expresión que, a la fecha profesa a sus 87 años de edad.

Aquí rescatamos una entrevista de su paso por Correo y su trayectoria periodística, a uno de los personajes más ejemplares de Arequipa.

¿Cuán importante fue para usted asumir la dirección de Diario Correo? Yo era redactor y fue una sorpresa que Roberto Ramírez del Villar me considerara para asumir la dirección del periódico. Dos años antes, se había establecido en el Perú el gobierno militar de Juan Velasco Alvarado y no imaginé que iba a tener los problemas que se concretaron, porque fui autorizado a hacer un hombre libre, autorizado a opinar en la forma en que viera por conveniente y seguir los intereses no solo de Arequipa, sino los del Perú. Así que fue inevitable el choque entre la posición libertaria que me fue otorgada y los problemas que surgieron.

¿Qué fue lo que hizo? En ese tiempo yo trasladé la dirección del periódico a la redacción para que todos los periodistas tuvieran conocimiento a través de alta voces lo que hablaba con el gobierno militar y las respuestas que daba. Yo no podía poner en riesgo la estabilidad económica de los trabajadores y antes de dar una respuesta a los militares, preferí escuchar la opinión de los redactores.

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¿Las respuestas al gobierno Militar eran por consenso? Sí, era por señas, porque ellos no podían hablar, pero bastaba que ellas dijeran no con la cabeza para que yo dijera no a los militares. Y así muchas cosas.

¿Recuerda alguna de estas decisiones importantes? Una de ellas fue conceder asilo político a Horacio Zeballos Gámez, fundador del Sutep, quien llegó a Correo, tocó la puerta de mi oficina y me pidió ayuda. Inmediatamente, lo hice entrar y ordené cerrar las rejas con cadena y candado. Cuando llegó la Policía me negué a entregarlo, pedí que trajeran la orden del juez, como no la tenían ordené que se fueran a la vereda del frente para no impedir el ingreso al periódico. Porque las puertas del periódico no deben cerrarse, sino de noche, de día deben estar siempre abiertas para acoger a todo aquel que quiera acercarse.Permaneció 15 días refugiado en el periódico, le armé un dormitorio en la dirección y almorzaba en la cafetería del diario y siempre que cruzaba el patio les sacaba la lengua a los policías. Cuando me enteré de que iban a entrar por los techos para llevárselo, me lo traje a esta casa (su vivienda), oculto en la maletera del carro. Ese asilo político que no tenía precedentes en el Perú, sino en el Comercio, cuando Luis Miro Quesada albergó en su periódico a Francisco Igartua, quien era codirector de Caretas y estaba también perseguido por el régimen de Odría. Entonces. Cuando supe que, ya sabían que Zeballos estaba en mi casa, lo saqué y lo entregué al SUTEP. Tuve el gusto de dejarlo en una casita de Sabandía, donde vivía el primer sutepista, luego perdí su rastro, hasta que nos volvimos a encontrar cuando era un hombre libre.

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¿Cómo fue para los medios trabajar en el gobierno militar? Las relaciones con Correo y los militares fueron muy malas, sobre todo cuando publiqué un editorial en primera página, yo nunca fui comunista, pero los militares allanaron el local de la UNSA, volaron la antena de transmisión y detuvieron a los periodistas de radio Universidad, que probablemente sí eran comunistas, pero tenían el derecho de expresarse en libertad y en defensa de esa libertad publiqué un editorial furibundo y discrepante del director de El Pueblo, Pedro Morales, quien era un apaciguador y yo era un defensor acérrimo de la libertad.

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¿Y cómo ocurrió la expropiación de Correo? En 1974 comencé a ver grupos policiales y militares cerca de Correo y decidí defender el periódico con los trabajadores y gente de prensa. El gerente general de Correo, Enrique Agois, me prohibió hacerlo, me dijo que las consecuencias solo serían muertos entre los nuestros y no militares, que me fuera a casa, y me fui. Me puse el abrigo y esperé a que vengan y lo hicieron a las 4:00 de la madrugada (julio 1974), me llevaron al diario. Delante de un notario me pidieron que entregara la llave del diario y de la caja, pero yo no manejaba la caja, yo manejaba la dirección periodística. Entonces le increpé al notario, le dije cómo iba a entregar la llave a los ladrones, cuando yo representaba a los dueños. Entonces ordenaron mi detención, dije que sí, pero que no salía cargado, sino como hombre libre. Fue cuando intervino el prefecto de Arequipa, Enrique Mendoza y ordenó que no me detengan, que me obliguen a salir de Correo. Salgo a las 5, acompañado de canillitas, quienes se reunían para recibir los diarios y me vine a casa con ellos cantando el himno nacional. Nombraron un nuevo director del Gobierno, el periódico se declaró en huelga, los trabajadores exigiendo mi reposición, pero me negué totalmente a regresar. Yo dejé de escribir hasta el fin del gobierno militar, y cuando dejó el poder con Morales Bermúdez, yo no volví al periodismo, porque Fernando Belaunde me nombró presidente de la Corporación de Arequipa y no se pueden ver las cosas con un solo ojo, así que preferí no volver al periodismo hasta 1986, en que regreso a la Televisión.

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