Rosa Roca Ccollore junto a su hija Ana María. Foto: GEC
Rosa Roca Ccollore junto a su hija Ana María. Foto: GEC

“No puedo morirme. ¿Quién cuidará a mi hija?”, repite Rosa Roca Ccollore, quien a sus 77 años, demuestra ser una ejemplar madre, pese a que nunca tuvo una. Siendo una bebé, fue vendida por sus padres, nunca los conoció y nunca aparecieron para hacerse cargo, solo se deshicieron de Rosa como si fuera un objeto.

TRISTE PASADO

Una señora la compró para que la sirviera, no le dio el amor maternal, solo un techo donde dormir. Desde que empezó a tener conciencia, recuerda que siempre fue maltratada. Los golpes y gritos eran pan de cada día. Pese a ello, soñaba con tener su propia familia y alcanzar la felicidad.

No estudió y decidió salir de ese hoyo infeliz. Empezó a trabajar para ella, hacía de todo y era muy rápida para adaptarse a cualquier labor. Fue moza, vendedora, ayudante de cocina y uno de sus últimos trabajos fue en las chacras. Logró ahorrar y conoció a quien hasta hoy es su pareja.

Los dos se juntaron y compraron un terreno en el distrito de Hunter, donde viven actualmente. Tuvieron seis hijos pero solo una necesitó toda la atención desde que nació hasta ahora, porque tiene discapacidad visual.

Su pequeña y sus otros hijos fueron su motor para no parar. Los hizo estudiar a todos. Pese a que les dio todo su amor y tiempo a sus seis hijos, se olvidaron de ella ahora que es una adulta mayor.

Solo una de sus retoñas vive con Rosa, los demás llegan de vez en cuando, una vez al año. La única que siempre está con Rosa es su hija que no puede verla, pero si sentir su amor de madre.

COMPLICACIONES

El mayor miedo de Rosa es morir y dejar a quien llama su bebé sola. “¿Quién la cuidará? Ella depende de mí, soy la única que la cuida, le cocino, la ayudo a desplazarse, a comer. Tengo miedo de morirme y que ella se quede sin nadie, por ella sacó fuerzas para seguir trabajando”, cuenta mientras llora.

La hija de Rosa, con habilidades especiales, tiene 48 años, se llama Ana María, estudió en un Centro de Educación Básica Alternativa (CEBA), aprendió a tejer, pero no pudo trabajar, nadie la aceptó. Su día es esperar a que su mamá llegue del trabajo y que la atienda, eso le provoca frustración ya que se siente un estorbo.

Rosa a sus 77 años continúa trabajando, su única fuente de ingresos es en la venta de ajo arequipeño, como ambulante en los exteriores de la puerta cuatro del mercado Nueva Esperanza en la plataforma comercial de Andrés Avelino Cáceres. Madruga a las 4:00 horas y oferta su producto hasta las 8:00 horas.

Hay días que solo vende 10 soles o 15. En sus mejores mañanas llega a los 40 soles.

Con ese dinero compra víveres o carnes para cocinar a su hija. Su esposo también siendo un adulto mayor continúa trabajando con una carreta en el mismo lugar. Entre los dos usualmente producen hasta 50 soles.

TRISTEZA

Rosa ya no puede ver bien, cierra sus ojos para reconocer a las personas, todos los días debe subir dos cuadras de gradas para llegar a su casa.

Le duelen las rodillas, a veces la cabeza, pero debe seguir adelante por su hija. No recibe pensión del Estado y se ajusta a lo poco que gana.

Lo único que pide Rosa es que su hija Ana María pueda ver, ya que años anteriores la llevaron a un hospital particular y le dijeron que podían operarla. Ese momento fue de alegría, pero a la vez de frustración, ya que no tenían el dinero para pagar los seis mil soles que le pedían.

APOYO

Si deseas apoyarla puedes llamarla al 955 859 799 y poder coordinar, toda ayuda será bienvenida para esta valerosa madre de familia que a sus 77 años, sigue luchando por su hija.

En el Día de la Madre, Rosa es un ejemplo de superación y el amor incondicional que brindan a sus hijos.

“No se rindan nunca, la vida es difícil, pero recuerden siempre lo que los hace feliz, sigan por ese motivo adelante, feliz día a todas las mamitas que luchan y se esfuerzan a diario”, es su mensaje.

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