Madres deben vivir cada día en el hospital junto a sus pequeños. Foto: GEC.
Madres deben vivir cada día en el hospital junto a sus pequeños. Foto: GEC.

No todas las madres celebran su día entre flores, regalos y abrazos. Algunas, como las que integran la asociación Valientes Leoncitos Oncológicos del Sur, lo hacen junto a una cama de hospital, sosteniendo la mano de sus hijos que luchan contra el cáncer. Para ellas, cada amanecer es una victoria.

Este 11 de mayo, su mayor deseo es que sus hijos vivan. Que sonrían, que coman sin dolor, que vuelvan a correr algún día. Para estas mujeres, la maternidad no se celebra un solo día: se defiende con el alma, los 365 días del año.

Luz Marina Arisaca Roque, presidenta de la asociación, recuerda que todo comenzó en 2018, cuando muchas familias llegaban al hospital sin ropa, alimentos ni compañía. “Nos fuimos uniendo poco a poco, y gracias a una página en redes aparecieron donantes. Así nació Valientes Leoncitos”, cuenta con serenidad y orgullo.

Ella no solo lidera la organización, también es madre de un niño diagnosticado con leucemia al año de nacido. “A veces, como madres, quisiéramos dar la vida por ellos. Yo cambiaría mi vida por la suya sin pensarlo”, confiesa, con esa mezcla de dolor y amor que solo una madre puede sostener.

HISTORIAS

Como Luz Marina, muchas otras mujeres dejaron todo para estar al lado de sus hijos. Ana Mamani llegó desde Cusco cuando a su hija, con apenas seis años, le diagnosticaron leucemia linfoblástica. Hoy la pequeña tiene nueve y continúa en tratamiento. “El hospital se convierte en nuestra casa. Dejamos el trabajo, dejamos a otros hijos, todo… solo para estar con ellos”, relata.

La rutina de estas madres es agotadora, física y emocionalmente. “Prácticamente, dos años seguidos estamos en tratamiento. Tenemos que estar diario, sin descanso”, añade Ana, dejando claro que la constancia es parte de esta lucha silenciosa y persistente.

Al igual que Ana, Beatriz Quispe Salguero dejó su hogar en Tacna cuando a su pequeño Mateo, de apenas tres años, le detectaron leucemia. “Ya vivimos en Arequipa por la enfermedad. Hay días buenos, hay días malos. Ver el sufrimiento de nuestros hijos parte el corazón”, dice mientras contiene las lágrimas.

Mateo es su único hijo. “Lo único que deseo este Día de la Madre es que mi niño esté tranquilo, a mi lado, con la familia. Que esté feliz. Eso es todo lo que quiero”, expresa Beatriz con una dulzura que duele, porque no pide más que un instante de paz.

Jacqueline Ramos conoce también ese camino largo. Su hija fue diagnosticada con leucemia a los dos años y once meses. “Pasamos tres años en el hospital. Es muy difícil. No la ves crecer sana, no la ves sonreír. Es triste verla postrada, con medicamentos, con pinchazos todo el tiempo”, comparte con un nudo en la garganta.

Aunque su hija ahora está en control, el miedo no desaparece. “Seguimos viniendo. El miedo persiste, porque uno nunca sabe si puede recaer. Es una lucha constante. Las mamás del hospital nos volvemos como una familia. Todas compartimos el mismo dolor”, asegura Jacqueline, con esa mezcla de fortaleza y fragilidad tan propia de las madres.

APOYO

La asociación no solo brinda apoyo material; es también un refugio emocional. “Nos acompañamos en todo. Cuando una se cae, otra la levanta. Nadie entiende mejor el miedo que otra madre que también lo vive”, agrega Jacqueline. En ese lazo invisible nace una hermandad hecha de dolor, consuelo y esperanza.

Este Día de la Madre, muchas de estas mujeres lo pasarán en una sala de espera o sentadas junto a una cama de hospital. Pero no se quejan. “Nosotras no somos víctimas. Somos mamás. Y una mamá, aunque tenga el alma rota, va a seguir luchando por su hijo hasta el final”, dice Luz Marina. Las demás asienten en silencio.

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