Kalil Zúñiga no nació en Arequipa, pero se siente como un arequipeño más
Kalil Zúñiga no nació en Arequipa, pero se siente como un arequipeño más

Despedir a un ser querido es uno de los momentos más delicados en la vida. Bajo esta premisa, Kalil Zúñiga Flores concibe que su trabajo es mucho más que un servicio funerario, es un acto de amor hacia quien parte y un gesto de respeto para quienes se quedan.

El último adiós no debe intensificar el dolor, sino dar calma, serenidad y un recuerdo digno. Bajo esa premisa ha forjado su empresa en Arequipa, adaptando cada ceremonia a las costumbres y creencias de la familia en la ciudad, cuidando cada detalle, desde la preparación del cuerpo hasta el adiós final en el cementerio.

Nacido en Quillabamba, provincia de La Convención, en Cusco, Kalil creció con su madre, maestra de vocación, y su padre, carpintero, quien le enseñaron que el esfuerzo era la base para salir adelante. Al terminar la secundaria, se mudó a Arequipa junto a su padre en busca de mayores oportunidades.

Tras prepararse en una academia logró ingresar a Turismo en la Universidad Nacional de San Agustín, y como parte de su formación, conoció las rutas del valle del Colca, en Caylloma, pero dejó la universidad en medio de la separación de sus padres y comenzó a “recursearse” como mozo y otras actividades hasta que el giro que cambiaría su vida llegó casi de casualidad.

EL INICIO DE LA FUNERARIA

Conoció a un amigo, también de Quillabamba, quien le presentó a los dueños de la Funeraria Americana para trabajar en un mundo completamente desconocido. Sin embargo, con el tiempo fue entendiendo que detrás de la palabra “funeraria” había organización, ventas, logística y, por sobre todo, un componente humano muy fuerte. Aprendió a atender familias, a entender sus emociones y a manejar cada caso con discreción y respeto.

Pasó por otras empresas del rubro y esa experiencia le mostró que ese era el camino a seguir en la ciudad que lo había acogido. Con esfuerzo se compró su primera moto para agilizar sus servicios y logró un ahorro de 10 mil soles que le permitió en 2012 abrir Funeraria Zúñiga en la calle Peral 604-B del Cercado.

El dinero no fue el único respaldo que tuvo, sino también el de su pareja en aquel entonces y el de su familia. Kalil recuerda que no había terminado de pintar su local cuando recibió su primer servicio, era el suegro de un policía amigo quien había fallecido. Invirtió 5 mil soles en tres ataúdes: un económico, un intermedio y uno de lujo que mostró a la familia del difunto. Vendió el más costoso para hacer el sepelio en Cocachacra, Islay.

Desde entonces, el sueño de Kalil fue creciendo en Arequipa, manteniendo la filosofía de que cada familia es única y cada despedida debe adaptarse a sus costumbres. “Algunas familias quieren música de violines, otras sirenas o silencio absoluto. Algunas buscan un adiós sobrio, otras que se celebre. Es su momento, no el nuestro”, sostiene.

Uno de los avances más importantes para su empresa fue la implementación de una sala tanatológica, para preparar a quienes parten de este mundo, dándole serenidad al rostro del difunto y evitando imágenes impactantes a sus deudos. Kalil insiste en que ese detalle, aunque técnico, es profundamente humano.

“El último recuerdo que la familia se lleva tiene que ser digno y en paz”, repite Kalil que no olvida sus inicios: la moto, los primeros ataúdes y las interminables jornadas de trabajo. Reconoce que el camino estuvo lleno de retos, pero también de aprendizajes. “Arequipa me dio la oportunidad de crecer y yo quiero seguir retribuyéndole. Nuestro trabajo no es solo un negocio, es un compromiso humano para acompañar a las familias en el momento más difícil, con respeto y cuidado”.

  • Kalil Zúñiga planea abrir los servicios de acompañamiento para las familias con apoyo de profesionales sicólogos y de asesoría legal para realizar determinados tramitas que las familias requieran
  • 13 años lleva funcionando la Funeraria Zúñiga en la que trabajan 12 personas.

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