La música con diferentes rimas y la presencia de mojigangos. Foto: GEC.
La música con diferentes rimas y la presencia de mojigangos. Foto: GEC.

Los carnavales de Arequipa son mucho más que una fiesta; son un fenómeno cultural que transforma la ciudad en un lienzo de colores y sonidos. Celebrado en los días previos a la Cuaresma, este carnaval fusiona la devoción religiosa con la efervescencia popular, siendo un reflejo de la calidez y diversidad de la región.

El carnaval de arequipeño tiene raíces profundas que se remontan a la época colonial. Rubén Pachari Romero, decano del Colegio de Historiadores, recuerda cómo la fiesta se vinculaba al ciclo litúrgico previo a la Cuaresma. Con el paso del tiempo, la solemnidad dio paso a un ambiente festivo y secular. Así, el carnaval se transformó en una manifestación cultural abierta y diversa.

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En sus primeras ediciones, el carnaval tenía una marcada impronta religiosa que impregnaba cada celebración. Los rituales y las devociones se entrelazaban en un marco de solemnidad. Con el avance de los siglos, las restricciones eclesiásticas cedieron a una expresión más libre y colorida. La evolución permitió que la festividad se expandiera y abrazara nuevas formas de creatividad.

TRADICIONES PERDIDAS

Anteriormente, el carnaval en Arequipa se extendía durante tres días completos, con el domingo marcando el inicio de las festividades y terminando el Miércoles de Ceniza. Según Pachari, los jóvenes en pandillas o grupos llegaban a la Plaza de Armas de diferentes distritos, allí se realizaban “enfrentamientos” al ritmo de las coplas.

Otro de los momentos que han perdido fuerza y protagonismo es el Desfile de Carros Alegóricos. Estos vehículos decorados recorrían las avenidas en una muestra de ingenio popular. Sin embargo, según el historiador, desde las décadas de los 40 y 50, este componente ha ido desapareciendo.

Entre coplas y mojigangos. Las coplas se han convertido en el alma poética del carnaval. Versos cargados de humor, ironía y picardía resuenan en cada rincón de la ciudad. Estos poemas se han transmitido de generación en generación. Además, también se suele improvisar estrofas durante la celebración.

Según el historiador, los mojigangos son personajes emblemáticos que aportan sátira y color a la festividad. Con disfraces extravagantes y gestos cómicos, estos personajes realizaban una parodia a la política. Actualmente, ellos son los protagonistas de los carnavales, quienes con su presencia destacan carcajadas.

ELEMENTOS

La evolución de los elementos festivos es testimonio del dinamismo de la celebración. Anteriormente, se utilizaban cáscaras de huevo rellenas de agua con tinta, talco perfumado, serpentinas, flores y betún para engalanar las festividades. Hoy, globos y espuma en spray reemplazan los antiguos insumos.

Según Pachari, de los carnavales de la Ciudad Blanca, el Carnaval Loncco Caymeño, celebrado en el distrito de Cayma, es el más tradicional y auténtico. Pues estas semanas remontan a los años 80. Actualmente, es de los distritos que ha arraigado esta tradición en las nuevas generaciones.

El historiador también señaló que, en provincias como Condesuyos y Caylloma, las festividades adquieren un tinte marcadamente andino. Las celebraciones rurales reflejan la herencia ancestral de las comunidades locales. Ritmos autóctonos y danzas tradicionales dominan el ambiente festivo.

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