"Escribir te enfrenta a tus limitaciones"
"Escribir te enfrenta a tus limitaciones"

El boliviano Rodrigo Hasbún estará presente en el Hay Festival este sábado 9, a las 16 horas, en conversación con Sophie Hughes, en la Sala Mariano Melgar de la UNSA. Correo dialogó con él:

Pensemos en Bolivia, ¿escribir en su país es una labor difícil?

Tiendo a creer que escribir es una labor difícil en todas partes. Es un oficio demandante, que te enfrenta todo el tiempo a tus propias limitaciones, a tus fantasmas más persistentes, a los libros que te gustaría escribir y no sabes cómo. Por encima de eso, los escritores de países como Bolivia deben trabajar además en condiciones adversas, sin ningún apoyo institucional, sacando tiempo de donde sea y esquivando expectativas de qué literatura vale y cuál no. En ese sentido, escribir no solo termina siendo difícil en sí mismo sino también por fuera.

¿Cuáles son sus referentes latinoamericanos de literatura?

A Onetti le tengo un cariño especial, por la sinuosidad de su escritura y por lo entrañables que suelen ser sus personajes. Él me marcó mucho, también como una especie de modelo ético con respecto a la escritura misma. Cuando estaba por llegar a los veinte, Bolaño y Piglia me deslumbraron y me sacudieron el piso. También admiro mucho la convicción y la fuerza de Lispector, el humor y la precisión de Uhart, la discreción ejemplar de Ribeyro. Podría seguir durante largo rato. Felizmente, la literatura latinoamericana es de una riqueza interminable.

También dicta talleres de narrativa, ¿siente que es posible encontrar ese detonante particular que propicia la escritura en estos aspirantes?

Los talleres ofrecen a quienes participan de ellos una comunidad de lectores inmediatos, además de estímulo y compañía. Yo vengo dando talleres hace años y me gusta pensarlos como lugares seguros pero desafiantes en los que pones a prueba tu trabajo, en los que te expones a nuevas lecturas y a nuevas formas de leer, en los que compartes entusiasmos y forjas una posición, un estilo, una voz.

¿Cómo es el equilibrio entre su trabajo como narrador y guionista? Lo digo por los formatos.

Escribir guiones es algo que hago esporádicamente, así que al narrador le doy la espalda solo cada tantos años. Aunque comparten un mismo afán dramático, son en verdad oficios abismalmente diferentes. En el primero el lenguaje es un fin en sí mismo (en él radica en buena medida la fuerza y la belleza de una obra), en el segundo es una herramienta provisional de la que luego se prescinde, apenas empieza el rodaje. Como guionista, además, eres solo un engranaje en una maquinaria compleja. Suelen necesitarse decenas de personas para hacer una película, y esa cosa colaborativa me resulta muy grata como pausa eventual a lo solitaria que puede ser la escritura. Ahí estás solo y toda la responsabilidad es tuya nada más.

5. ¿Cómo definiría su última novela, "Los años invisibles"?

Es una novela que me persigue hace mucho. Escribí la primera versión doce años atrás, pero no funcionaba y la dejé guardada desde entonces, hasta hace poco, que volví a darle un nuevo intento. Trata sobre un par de semanas decisivas en la vida de un grupo de muchachitos de último año de colegio, para los que todo será distinto a partir de entonces. En esas semanas Andrea descubre que está embarazada y Ladislao se involucra con la nueva profe de inglés, y todo se les termina saliendo de las manos. Pero no solo me interesaba indagar en esas semanas, sino también en cómo incidieron en el rumbo de los personajes, a los que volvemos a encontrar cuando ya están acercándose a los cuarenta. Los años invisibles sucede entre esos dos tiempos, entre esas dos etapas tan distintas. En medio está la vida, con todas sus sorpresas y crueldades, con su luminosidad y sus grietas.

¿Qué podemos esperar en su participación en el Hay Festival de este año en Perú?

Participé en el Hay de Arequipa hace cuatro años, y me fui con la sensación de que la literatura peruana estaba atravesando un momento prolífico y estimulante, y que había a su alrededor una infraestructura que apostaba por su visibilidad. Espero encontrar un escenario similar, y participar en ese cruce de miradas y voces que suele propiciar el Hay en sus festivales. En cuanto a los eventos mismos, me parece que seré parte de un conversatorio con el narrador mexicano Emiliano Monge y la traductora inglesa Sophie Hughes, que hizo una traducción muy bella de mi novela anterior, Los afectos. Supongo que hablaremos de literatura latinoamericana, de lo que significa viajar a otros idiomas, de qué anda sucediendo en nuestros países, y cosas así.

 ¿Un consejo para los jóvenes que se proponen ser escritores?

Que se aferren lo más posible a ese impulso inexplicable y maravilloso que los motivó a escribir en un principio. Y que persistan a pesar de todo.