Micaela Bastidas fue esposa, madre y prócer de la Independencia del Perú. (Foto: Difusión)
Micaela Bastidas fue esposa, madre y prócer de la Independencia del Perú. (Foto: Difusión)

En la Independencia del Perú hubo varios personajes que cumplieron una importante labor y entre ellos podemos destacar el rol de Micaela Bastidas Puyucahua. Para conocer algunos detalles de esta valerosa mujer cusqueña conversamos con el historiador Hélard Fuentes Pastor y estas fueron sus respuestas:

¿Cuál fue el rol de Micaela Bastidas dentro de la corriente libertadora?

En realidad, Micaela corresponde a la participación interna dentro del proceso de la Independencia Peruana. Precisamente, cuando su esposo, José Gabriel Condorcanqui o Túpac Amaru II marchaba a Puno, ella se encargó de operar desde la ciudad del Cusco. Creo que existen dos maneras de aproximarnos a su intervención. Primero desde su posición como conspiradora, pues recordemos que buscó convencer a otros ciudadanos para que se sumen a la causa y, por otra parte, en su calidad de prócer, pues organizó la guerra y ejerció una autoridad.

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Siendo esposa de Tupac Amaru y madre de familia, ¿Cómo se puede considerar sus ideales en esos años que todavía no se tomaba en cuenta a las mujeres?

Existen muchos valores que se desprenden de su historia de vida. Pienso que encarna el rostro auténtico de la mujer peruana dado el equilibrio que representa si tomamos como referencia los arquetipos femeninos que alguna vez señaló María Rostworowski: la mujer hogareña en la figura de Mama Ocllo y la mujer guerrera en Mama Huaco. Pues bien, Micaela, era un mujer comprometida y dedicada a su familia, amaba a los suyos, y tenía un carácter, una fortaleza que le permitió estar en el campo de batalla. Ella reúne ambos rasgos.

¿Ella inculcó en sus hijos las ideas de libertad?

Evidentemente hubo una influencia, pues en ella está el núcleo de la unidad familiar. Asimismo, el contexto estaba dado para despertar ese sentido de libertad en la juventud, que recordemos nos caracterizamos por ese gesto de rebeldía y arrojo. A ello, hay que sumar las circunstancias que vivió el padre y la misma familia. Sin embargo, no hay que perder de vista que el mayor frisaba los 20 años, a diferencia de sus otros dos hermanos que aún eran adolescentes y no solo pasaron por el dolor de ver morir a su familia, sino de asumir su destierro. Precisamente, José Luis Ayala ha escrito un libro sobre la situación de cautiverio que vivió Fernandito, el menor.

¿Qué enseñanza nos dejó, sobre todo a las mujeres?

Nos permite valorar a la mujer en su condición de luchadora. Asumió de manera comprometida su condición de madre, de forma decisiva la de compañera, de manera diligente y empeñosa la de guerrera.

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Según los datos de aquella época, ¿Cómo era ella como persona?

A veces tendemos a ver a los personajes de nuestro pasado como efigies intocables, ajenas a todo sentimiento, pero pienso humildemente que era una mujer muy sensible. Solo basta recordar una que en un escrito dijo que había renunciado a todo por su pueblo y no podría ver florecer a sus hijos. Esa correspondencia nos dice mucho.

¿Cuál es el mensaje que podríamos tener de ella al cumplirse el bicentenario de nuestra independencia?

Por un lado, la importancia de reivindicar a la mujer combatiente, consejera y estratega. Hoy es sustancial que se generen las condiciones para dignificar la labor de tantas luchadoras, aquellas que son ecuánimes con sus propósitos de vida y si se trata de política tienen una vocación de servicio a su comunidad digno de felicitar. Ojalá nuestras autoridades siguieran ese ejemplo de trabajo, en aras del reconocimiento que merecen; pero ocurre que la corrupción no tiene género, apellido, ni edad, y a veces es un golpe tremendo encontrar que muchas lideresas se encuentran involucradas en delitos de diferente índole.