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En el mercado San Camilo acontecen miles de historias y todas ocurren en escasos minutos.

Algunos nacen y otros mueren después de una caída en la vereda del tiempo y otros aparecen como arte de magia entre las frutas, platos de comida y el murmullo de la gente.

Y es que, 134 años no se cumplen así nomás. “Solo se logra vivir más de cien años entre guerras, sangre y coraje”, señala el historiador Luis Gallegos Portugal al referirse al mercado. Sus pasadizos son senderos de gritos, de gente que se abre paso entre sus semejantes.

“Mi madre me crío aquí. Iba al colegio, venía de él, me enamoraba , me desenamoraba, hasta que me enamoré de verdad y me casé, pero la casa siempre fue esta esquina”, expresa Berta Zapana, dueña del puesto de sándwiches de cerdo “Techi”.

Las vidas de cada uno de ellos son increíbles, parecen surgidas de los cuentos.

“Se ha recuperado la imagen de San Camilo, hoy, como antes, está repleto de gente”, comenta Cosme Casos, presidente de la Asociación de Comerciantes del centro de abasto.

Ellos son 1200, sumados a los 10 mil, son 11 mil 200, pero la cifra es tonta porque siempre parece que se anda entre 20 mil. “Yo nací aquí, en este puesto, me enamoré, me casé y moriré acá”, expresa la reina del “rachi de panza”, Vilma Rivera de Samos, que tiene 73 años, la mitad en el mercado San Camilo. Su cabello blanco y su piel algo arrugada son testigos de todas sus vivencias en el abasto.

“El mercado no era así, le cuento que este lugar ha sobrevivido a cinco terremotos de nuestra historia”, lo curioso es que la mujer recuerda cada hora y momento.

Señala que espera morir viendo su adorado mercado. Parecido es el caso de René Silva, el afilador de cuchillos del puesto número uno, el “Chino Silva”, un exboxeador que a sus 87 años de edad lucha contra el tiempo y el mal de la vista en un ring donde la gente entra y sale.

“Soy boxeador, solo que ahora los guantes pesan un poco. Este mercado me vio nacer y me verá noqueado. Acá todos los días se lanza un recto o un gancho, a veces vienen, a veces no, pero siempre hay vida. El mercado es un lugar donde la familia puede apoyarte a seguir en pie en el ring, donde los vecinos son amigos”.

Así es San Camilo, un lugar donde nunca terminan de contarse buenas historias.