Huancavelicano de nacimiento, residente en Lima y arequipeño por agradecimiento al cumplimiento de sus proyectos
Huancavelicano de nacimiento, residente en Lima y arequipeño por agradecimiento al cumplimiento de sus proyectos

Por muchos años, Salvador Mauricio Cuicapuza condujo por las congestionadas calles de Lima. Nació en Huancavelica, pero desde los 17 años, luego de terminar la secundaria, Lima se convirtió en su hogar. Allí trabajó como chofer de transporte público y también en un taller de confección de polos para exportación, oficio que marcaría su futuro sin que él lo supiera.

En 2013, cansado de la “ciudad gris”, decidió emprender un viaje sin boleto de regreso hacia Arequipa.

Llegó con las ganas de empezar de nuevo. Primero trabajó como taxista, pero el viejo sueño de tener su propio taller lo acompañaba a diario.

Con el tiempo, se empleó en pequeños talleres de confección, hasta que el destino le puso frente a una oportunidad: un remate de máquinas de costura. Eran de segunda mano, una remalladora y una máquina recta, pero para Salvador significaban la puerta de entrada a su propio negocio, el inicio de un emprendimiento y el cumplimiento de un sueño.

Así nació su pequeño taller, donde se convirtió en su propio jefe y en su principal trabajador. Empezó a plasmar la experiencia que había obtenido fabricando polos y poleras, y poco a poco se ganó un lugar como proveedor de las galerías del centro de Arequipa.

Con el tiempo, su clientela se expandió hasta llegar a comerciantes de Tacna. A la fecha, la mitad de su producción es enviada a la región vecina.

El crecimiento no fue fácil. Tras varios rechazos de las financieras, consiguió su primer crédito: mil soles a pagar en un año. Ese capital fue un empujón decisivo para ampliar su producción.

Hoy, su pequeño taller ubicado en Characato, cuenta con seis máquinas y el apoyo de dos trabajadores, aunque su meta sigue siendo más grande: un taller mejor equipado y, en paralelo, cumplir otro sueño que lo motiva cada día, el de la casa propia.

Agradecido por las oportunidades que la ciudad le ha brindado, Salvador se siente arequipeño y está decidido a seguir adelante, construyendo no solo su futuro, sino también el de aquellos a quienes emplea y apoya.

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