José Güich Rodríguez, periodista y escritor. (Foto: Cortesía)
José Güich Rodríguez, periodista y escritor. (Foto: Cortesía)

La literatura fantástica sigue avanzando en el país y uno de sus promotores es José Güich Rodríguez, quien continúa en su tarea de seguir escribiendo en nuevos proyectos.

¿Qué fue primero? ¿El amor al periodismo o la literatura?

La literatura, aunque el periodismo fue un espacio que albergó mi obsesión por crear historias. Para muchos escritores en ciernes, las redacciones son verdaderas escuelas de escritura. Uno se nutre de esa adrenalina. Es inevitable. Hacia mediados de la década de 1980, como estudiante de la especialidad en la PUCP, no veía otro camino para desarrollar esa vocación. Recuerdo las primeras colaboraciones para La República, por ejemplo. Y a las grandes personas y autores que conocí en el diario y me inspiraron: Federico de Cárdenas, Nilo Espinoza Haro, Pablo Guevara, Cesáreo Martínez, Roberto Miró Quesada, Eduardo Chirinos, quienes ya no están con nosotros…Son experiencias que atesoro como algo único y entrañable.

Como escritor de ficción fantástica ¿Cómo te has abierto camino?

Pienso que se han combinado persistencia, obstinación y suerte, sobre todo porque hubo siempre un editor dispuesto a arriesgar por mis textos -hoy, es José Donayre, con su excelente sello-, así como una crítica seria, como la ejercida por Elton Honores, Daniel Salvo o Giancarlo Stagnaro, que ayudó a difundirlos. Hoy, gracias a ellos, cultivar la ficción fantástica no parece tan extraño como hace veinte o más años. Aun así, percibo que todavía camino en dirección contraria. Avanzo por pasajes laterales, a sabiendas de que no me ubico en un mainstream. Siento que eso me permite libertad en el manejo de diversas posibilidades y hallazgos. Quizás hace una década era un beligerante respecto de las llamadas escrituras “realistas”, mejor atendidas o visibles. De ellas también me he nutrido y las valoro mucho. No me refiero a enfrentamientos, sino a una convicción acerca de que había otras formas de posicionarse en el circuito. Hoy, esos gestos ampulosos han cedido paso a una mirada serena o reflexiva. Supongo que es la edad.

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¿Cuál fue el proceso de El general y la máquina?

La novela nació de una combinación de materiales diversos. Entre ellos figuran el territorio onírico -suelo utilizarlo en mis libros-, la memoria, la nostalgia, la inquietud histórica y política, así como “recuerdos” inventados o modificados. El general Velasco que aparece en el libro es imaginario, aunque no se halla desvinculado del personaje que marcaría a mi generación y al país desde 1968 hasta 1975. Su propia vida en un insumo, sin el cual el libro no habría existido. También sucede eso con el narrador de la historia, con quien yo podría ser identificado. Incluso la portada, diseño del cineasta Diego Sarmiento Herencia, acentúa aquello. Pero en los dos casos, el tamiz de la ficcionalización y estrategias propias de lo fantástico los transforman en algo distinto de los seres reales. Hubo algunos detonantes externos: pérdidas en la familia, los días de pandemia, el aislamiento…Todo eso activó cosas que parecían olvidadas ya, por el paso del tiempo. Y reaparecieron.

¿Cómo ves que avanza la literatura de género fantástico en el Perú? ¿Cuáles son tus próximos proyectos en literatura?

Avanza a paso firme y prometedor, gracias a una nueva promoción de creadores con talento que trabajan en plataformas sólidas. Sellos emergentes, ferias y virtualidad han contribuido a generar esta atmósfera. Es un escenario dúctil y permeable, en un flujo de cambio. Y se consolidará. En cuanto a proyectos, tengo en proceso un volumen de cuentos, un libro de crónicas y un nuevo caso del detective Pablo Teruel. A los sesenta años, serán mi “segundo aire”.

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