Dibujaba de memoria para obsequiar luego las caricaturas a sus víctimas y constantemente era noticia debido a su popularidad. (Foto: Archivo)
Dibujaba de memoria para obsequiar luego las caricaturas a sus víctimas y constantemente era noticia debido a su popularidad. (Foto: Archivo)

“Durante siquiera un cuarto de siglo, Málaga Grenet ha sido el primer dibujante del mundo ibérico. Hasta donde alcanzan nuestros informes, lo es todavía. No será excesivo cualquier homenaje que se le rinda en el Perú. Y si no se le rinde ninguno, acaso se le habrá rendido el mejor, porque de tal modo se verá que no varían las costumbres nacionales”, escribió el genial Federico More en el libro “Málaga Grenet, un genio a través del arte”, publicado con motivo del ochenta y dos aniversario del nacimiento del caricaturista.

Julio Málaga Grenet nació en Arequipa el 25 de febrero de 1886, en la calle Santa Marta y aunque hay muy poca información sobre sus primeros años y sus influencias artísticas, se sabe que estudió la primaria en el Colegio San Francisco y es donde hizo sus primeros trazos. Terminada esa etapa escolar, la familia Málaga decide viajar a la capital en busca de nuevas oportunidades y el pequeño Julio continúo la secundaria en el colegio Guadalupe.

Curiosamente y a pesar de su enorme talento para el dibujo, el padre de Julio le consigue un trabajo como auxiliar de contabilidad en la Compañía Recaudadora de Impuestos, pero eso no era lo suyo, así que en 1903, con apenas diecisiete años, envió un dibujo a la revista “Actualidades”, que se acababa de fundar y su director, Juan José Reinoso —periodista arequipeño, dicho sea de paso— no dudó en contratar a esta joven promesa del lápiz, sobre todo porque la revista buscaba impulsar la ilustración y la fotografía como novedades.

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Su historia

Desde entonces Julio empezó una imparable y fructífera carrera como caricaturista, hasta convertirse en un verdadero maestro. En esta experiencia, un hombre de lengua afilada y enorme sentido del humor se cruzaría en su camino, el poeta y escritor Leonidas Yerovi, con quien cultivó una sólida amistad. Juntos decidieron publicar la famosa revista “Monos y monadas”, un semanario festivo y de caricaturas. Málaga tenía solo veinte años, y ya era el director artístico de la revista donde dio rienda suelta a toda su creatividad y a su fino humor para satirizar a los políticos.

La fama había llegado tempranamente a ser parte de la vida de Julio Málaga Grenet. Diversas publicaciones se disputaban su pluma, hasta que el escritor y periodista Clemente Palma lo llamó para trabajar las portadas de la revista “Variedades” (1908-1930), una revista fundada por el fotógrafo portugués Manuel Moral y Vega, quien ya había introducido la tricromía en la revista “Prisma”. Las poderosas portadas de Málaga eran la carta de presentación de la revista. Trabajadas a la acuarela, con un dibujo que destacaba por los gestos de los personajes, pero sobre todo por la extraordinaria capacidad para ironizar situaciones, que en muchos casos no necesitaban la leyenda que le ponían al pie.

En el otoño de 1910 Julio Málaga Grenet zarpa del puerto del Callao hacia Valparaíso, Chile. Allí al parecer tiene un paso fugaz por la revista “Zig-zag”; luego parte hacia Buenos Aires con unos cuantos centavos en los bolsillos. Al cuarto día de caminar por las calles entró a trabajar a la prestigiosa revista “Caras y Caretas”, donde rápidamente se abrió paso a punta de caricaturas. Se convirtió en uno de los más importantes dibujantes de Argentina. Llegó en menos de un año a ser director artístico de la publicación.

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El artista

Hacia 1916, cuando Málaga ya se había consolidado como un artista de gran nivel en Argentina y en 1923, viaja a Nueva York y empieza a trabajar para diversos periódicos como “Herald Tribune” y revistas de moda como “Harper´s Bazaar”, “Cosmopolitan”, “Ladies Home Journal”, “Good Housekeeping” y otras. Dicen que en Estados Unidos logró hacerse de una fortuna que llegó al millón de dólares. Hacia 1940 decidió retornar a su tierra definitivamente, para dibujar en el diario “La Crónica” donde tuvo una sección llamada el “Lápiz de Málaga Grenet”, allí publicaba eventualmente una caricatura hecha a tinta con pincel. Eran caricaturas de trazos firmes en las que la simplicidad de las líneas bastaba para capturar el gesto del personaje. Además, colaboró en “Excélsior” y “Cultura Peruana”.

Málaga dibujó casi hasta sus últimos días, pues mientras sorbía su tradicional copetín de chilcano de pisco observaba a los visitantes del bar y, como hizo siempre, dibujaba de memoria para obsequiar luego las caricaturas a sus víctimas. Su popularidad entre los limeños de aquellos años era notoria, constantemente lo paraban en la calle para saludarlo y él, invariablemente con sombrero, se lo sacaba para reverenciar especialmente a las mujeres, siempre con una sonrisa en sus labios y una frase gentil: “Adiós, niña”, les decía.

La madrugada del 31 de enero de 1963, a los 77 años de edad, un infarto lo sorprendió mientras dormía. Julio Málaga Grenet había muerto. Su casa del jirón Carabaya se vio invadida por periodistas, personalidades y curiosos, mientras las agencias de noticias difundían en todo el mundo el fallecimiento del más grande caricaturista que ha tenido el Perú.