María tiene 11 años, es la mayor de seis hermanos y vive en la asociación Los Pioneros en Cayma, uno de los últimos asentamientos del distrito ubicado a una hora en transporte público desde el centro de la ciudad.

Sus padres trabajan en un mercado y durante su ausencia, es la niña quien cuida de los menores, les da de comer y a la vez trata de estudiar.

Por cuestiones de salud, la pandemia del coronavirus la alejó de las aulas de su colegio y la falta de Internet hizo más crítico su acceso a la educación.

Realidad. En Los Pioneros hay al menos otros 310 menores de edad que están en la misma situación que María, tienen dificultades para acceder a sus clases virtuales dispuestas por el gobierno pues muchos no cuentan con celulares, por lo menos de gama media con conexión a internet, y tampoco hay una sola cabina pública entre las viviendas cubiertas por el polvo que se levanta de sus calles sin asfaltar y construidas muy cerca de las faltas del imponente volcán Chachani.

Inicio del cambio. Durante el reparto de canastas con víveres a los pobladores de Los Pioneros, Los Jazmines, Embajada de Japón y otros asentamientos de la parte alta de Cayma al inicio de la cuarentena, los agentes de la comisaría de Acequia Alta se dieron cuenta de las enormes dificultades que tenían los menores para estudiar y entre las coordinaciones hechas con las juntas vecinales y algunos amigos surgió la idea de dar los primeros pasos para cambiar la realidad.

El teniente PNP John Suani Sancho, comisario de Acequia Alta, contó que se crearon 17 comedores populares en los asentamientos humanos para repartir la ayuda entre los pobladores y en el denominado ‘San Pablo’ que se instaló en la casa de Lucrecia Quispe en la manzana G, Lote 02, de los Pioneros, se implementó el primer espacio destinado para ayudar a los pequeños.

Con la colaboración desinteresada de terceros se colocó una antena de Internet, se instaló una computadora y mesas para que los niños tengan acceso gratuito a la red donde pueden buscar información y descargar sus trabajos del colegio.

Al principio fueron 15 los escolares que acudían a la primera aula virtual de la comisaría de Acequia Alta pero con ayuda de la coordinadora de las juntas vecinales de la dependencia policial, Paulina Vega, se hizo su difusión y hoy en día son 50 los menores entre los 6 y 17 años los que diariamente acuden por turnos y en horarios establecidos para cumplir con sus labores escolares.

Hay otro grupo de al menos 30 niños más, como María, quienes acuden esporádicamente al aula, caminan largos tramos desde Embajada del Japón, Jazmines y otros asentamientos para poder desarrollar sus actividades de manera gratuita.

Antes tenían que desplazarse hasta la parte baja de Cayma para realizar sus labores pero a un costo que muchas veces sus padres no podían cubrir.

Para ayudarlos, hay dos jóvenes voluntarias quienes se encargan que el uso del Internet sea el adecuado, llevan un registro de su asistencia diaria y del trabajo que realizan.

Algunos niños tienen dificultades en algunos cursos como matemáticas y reciben clases de reforzamiento, de esa labor se encarga la sub oficial PNP Cinthya Apaza, además de realizar las actividades diarias de su servicio en la comisaría.

“Este es un plan piloto de ayuda a nuestra niñez y es fundamental para su desarrollo. Invertir en educación no es derrochar dinero, es progreso. Los pobladores de Los Pioneros estamos muy agradecidos con esta iniciativa de la Policía y por el apoyo que nos dan personas desinteresadas y de buen corazón”, dijo Gregoria Quispe, hermana de la dueña de la casa donde se ha instalado el aula virtual.

Proyección. El último martes el jefe de la IX Macrepol general PNP Víctor Zanabria, donó una computadora y un escritorio al aula virtual de Acequipa Alta que tiene planeado instalar hasta seis máquinas con la ayuda de particulares. Un cura donó 15 tables a niños de Los Pioneros para ayudarlos con sus clases y apoyará en la ampliación del proyecto.

El aula gratuita se trasladará a un ambiente contiguo y mucho más amplio para que exista el distanciamiento entre los menores que acudan.

La idea que tiene el personal de la comisaría es que el proyecto sea sostenible más allá de la pandemia y replicarlo en los otros 16 comedores que se han instalado en los asentamientos humanos de la parte alta del distrito.

“Tenemos la obligación moral de apoyar a los niños. Es también nuestra labor como prevención porque un niño con acceso a educación tiene mejores oportunidades de aprender, desarrollarse y tener aspiraciones en la vida”, apuntó el comisario Suani.