Son cocineros, pero también son padres y los encargados de la alimentación de los pacientes. Hoy cuentan sus historias. (Leonardo: Cuito)
Son cocineros, pero también son padres y los encargados de la alimentación de los pacientes. Hoy cuentan sus historias. (Leonardo: Cuito)

El reloj marca las 11 de la mañana y las marmitas (grandes ollas industriales a presión) dejan de cocer el arroz y el locro de pecho que es el platillo principal del menú del último jueves que acompañó una sopa y un postre. El almuerzo está listo y el agradable olor de los platillos que se van sirviendo, invitan al hambre. “Con el mismo empeño que atendemos a los hijos, lo hacemos con nuestros pacientes, tratamos de que coman como si estuvieran en casa”, dice Tomás Chirinos Loli, uno de los 21 cocineros que tiene el hospital Honorio Delgado Espinoza.

Tomás es uno de los experimentados chefs que tiene el hospital, pero su incorporación para la atención alimentaria de los hospitalizados como de los trabajadores, se dio durante la pandemia. Antes de formar parte del equipo de cocineros del Honorio Delgado, manejó un restaurante durante siete años; sin embargo, la crisis vivida durante la primera ola de la pandemia por la COVID-19, lo obligó a cerrar su negocio.

Además de cocinero, Tomás es técnico agrónomo y probó suerte presentando su currículum en el Gobierno Regional de Arequipa (GRA) y la Gerencia Regional de Agricultura. “Uno tiene que ver el sustento para su familia y para conseguirlo tiene que hacer cualquier cosa”, dice mientras asea el área de su trabajo. Durante un mes no logró nada e incluso tuvo que echar mano de su AFP para obtener recursos.

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Una convocatoria hecha en agosto del año pasado fue la oportunidad para volver a la cocina, el hospital necesitaba personal y Tomás fue uno de los elegidos para preparar, junto a sus compañeros, más de 600 raciones diarias. Ya tenía experiencia en el manejo de cantidades y el reto lo aceptó gustoso.

Como buen hijo de la tierra de “Los Errantes de Chuquibamba”, tocar guitarra y saber preparar queso es fundamental, esta habilidad extra le sirvió al hombre de 46 años para también colaborar en la preparación de las dietas de los pacientes que no pueden comer el menú de todos. Preparación. Lo primero que se enciende en la cocina son las marmitas de 500 litros con agua, Jesús Checalla Guillén refiere que el agua caliente nunca debe faltar para preparar los alimentos y repartirla entre los pacientes.

Jesús es especialista en pescados y mariscos y desde hace cuatro meses ocupa el cargo de técnico en Nutrición y forma parte del grupo de cocineros del nosocomio regional después de haber trabajado en el hospital Santa Rosa, en Madre de Dios, hasta donde migró en busca de una oportunidad laboral para el sustento de su familia y caminó durante cinco días en plena pandemia para llegar a su centro de trabajo y cumplir con la alimentación de los pacientes.

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El inicio de la cuarentena me agarró justo cuando estuve visitando a mi familia y para regresar a Madre de Dios tuve muchas dificultades por las restricciones del transporte, caminé mucho para llegar al hospital, fue toda una travesía”, contó Jesús. Volver a Arequipa para trabajar, significa la oportunidad de estar más cerca de su familia y especialmente de su hija de 9 años.

Trabajamos de manera rotativa y cuidamos de nuestros pacientes como lo hacemos con nuestros hijos. Tenemos la responsabilidad de darles una buena alimentación para recuperarlos y que retornen a casa, ese es nuestro objetivo”, agregó Jesús. Dificultades. El trabajo en la cocina del hospital regional siempre ha sido solidario, incluso en los tiempos más difíciles.

Michael Almonte Cárdenas labora desde hace nueve años en la cocina del hospital y es uno de los pocos trabajadores de dicha área que no se ha contagiado con la COVID, es metódico y cuidadoso con su higiene, nunca abraza a sus hijos sin antes haberse duchado y cambiado de ropa. Cuenta que las horas más difíciles se vivieron durante la mitad de la primera ola de contagios por el nuevo coronavirus, normalmente 10 a 12 personas trabajan a diario preparando los alimentos, pero los masivos contagios hicieron que solo tres cocineros se encargaran de ello durante varios días. “Sufrimos mucho, fue muy complicado porque la mayoría de los compañeros se había enfermado, pero a pesar de eso la cocina nunca se detuvo“, refirió.

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Fredy Cjuno Gonzáles es el especialista del cuchillo. Desde hace nueve años labora en la cocina del Honorio y antes lo hizo en el centenario Goyeneche. Fredy se encarga de deshuesar los cerca de 600 kilos carne que reciben cada semana y luego de revisar las instrucciones de las nutricionistas sobre la proporción de proteína que requiere incluir en los platos del día, coge sus cuchillos y separa con finos y milimétricos cortes, los trozos de res o pollo que se necesita.

A todos se les reparte por igual, un padre no tiene privilegios. Todos los pacientes merecen el mismo trato y ahora que hay más, hacemos pequeños ajustes para que alcance para todos”, dice al final de la jornada su jornada laboral. La mayoría de los cocineros son hombres y padres de familia, son el motor que enciende las calderas de las que se alimenta el hospital y sus hogares.