Omar Zevallos: “De Hemingway aún no se ha dicho todo”
Omar Zevallos: “De Hemingway aún no se ha dicho todo”

Dicen algunos que la vida es una suma de casualidades; inevitables, se van engranando una tras otra hasta completar una historia. La de Omar Zevallos con Ernest Hemingway empezó cuando el hoy periodista y exitoso caricaturista era un niño. 

Su primer recuerdo relacionado con el escritor norteamericano fue la portada de la biografía del Nobel escrita por el español Enrique Sordo que estaba en un lugar preferencial en la biblioteca de su padre, en Arequipa. La carátula de Hemingway el fabuloso y especialmente su impactante ilustración lo marcaron. Nunca imaginaría cuánto. 

Muchas décadas después, cuatro crónicas suyas sobre el escritor coronan esas casualidades que hoy se llaman Hemingway desconocido (Penguin Random House). “Lo que me impactaba era la portada. Tenía una pintura de Hemingway con un rifle y una cabeza de antílope que había cazado.

Esa imagen me pareció fantástica, la de un escritor famoso, cazador, rudo e interesante”, recuerda Zevallos. 

Y luego de esa primera impresión de Hemingway, ¿cuánto tiempo pasó para retomar el interés?

Con los años leí a Hemingway. Su prosa siempre me gustó porque estaba ligada al periodismo, pero cuando decido investigar algo relacionado con él por primera vez es cuando me encuentro con una nota escrita por el periodista Manuel Jesús Orbegozo dando cuenta de su llegada al Perú, a Cabo Blanco, en 1956. Empecé a investigar un poco, pero no había mucha información. Eran notas muy precisas, no abundaban en detalles, y yo dije: “Esta nota hay que rescatarla”. Siempre hay algo bueno que vas a encontrar en el periodismo.

Sin presagiarlo, esa crónica fue el punto de partida del libro que acabas de publicar... 

Viajé a Cabo Blanco, hablé con los pescadores que en ese tiempo eran niños, pude reconstruir la historia con todos los detalles que quería y esa crónica al final se la doy a la revista Gatopardo, que la publica. Al poco tiempo gana un premio de la Sociedad Interamericana de Prensa, y eso me dio una gran satisfacción. Dije: “Aquí cerré el capítulo de Hemingway”. Pero había guardado mucha información de otros temas relacionados a él que estaban en un fólder.

Dejaste la puerta abierta premeditadamente... 

Y en uno de mis viajes a Cuba me encuentro con una nota de un cable de Efe que contaba sobre el fantasma del escritor en Finca Vigía, convertida hoy en casa museo. Fui a la casa. Allí cuento toda la travesía, que no es tan fácil. No pensaba en hacer una crónica. Entrevisté a los empleados del museo, de la casa, y unos me dijeron que sí y otros que no habían visto ningún fantasma. Pero me dieron el nombre de Gladys Rodríguez, exdirectora de la casa museo y la mujer que más sabe de él en Cuba. El encuentro con ella fue vital y su testimonio mucho más.

Leyendo el libro sabremos si hay o no fantasma. Pero quizá la crónica más intensa es la que cuenta la historia de amor del escritor con la prostituta cubana Leopoldina. 

Con ella tuvo un romance intenso por diez años, al punto que le pagaba su departamento. Era una mujer cultivada, no una prostituta de la calle. Era hija de un millonario cubano antes de la Revolución. Lo más curioso de esta crónica, y de las demás del libro, es que cuentan episodios de su vida que no están en las biografías. Ese es el aporte. 

También pocos sabían del romance platónico de Hemingway con Marlene Dietrich. 

Esta última crónica nació en Boston. Estuve en esa ciudad y fui a ver las 30 cartas de Hemingway a Marlene Dietrich que su hija María Riva entregó al museo. Justo cuando estuve allí, las desclasificaron. Tuve acceso a las cartas, la suerte de poder verlas y de reconstruir esa amistad poco reseñada. 

¿Hemingway sigue siendo un escritor del que se tiene aún mucho por descubrir? 

Definitivamente. Uno piensa que ya se ha dicho todo y aparecen siempre nuevas publicaciones sobre su vida y obra. 

¿Y tu romance pleno de casualidades con él ya terminó? 

Espero que sí. No lo sé, hay aún tantos cabos sueltos sobre Hemingway... No quiero decir nunca más.