La madrugada del 12 de julio de 2005, un joven empresario desapareció en extrañas circunstancias en la Ciudad de México, su madre aseguró de inmediato que había sido víctima de un secuestro y, con el paso de los meses, las calles se llenaron de anuncios en vallas publicitarias, llamando a la población para que ayudaran a localizar a los secuestradores; pero, nunca hubo un caso.
Ricardo, no sé por dónde empezar, ¿Cómo puede haber pasado en una ciudad como la Ciudad de México un caso como este, en el que una mujer puede lograr lo que quiere por encima de todas las instituciones públicas establecidas, porque simplemente en su cabeza se le metió que a su hijo lo habían secuestrado, cómo entender eso? Déjame comenzar por el final del libro para entender. Aquí se acusó de un secuestro y de un asesinato y se procesó a varias personas como integrantes de una banda de secuestradores y asesinos. En total les dieron 300 años. 15 años después, me llega el caso y empiezo a investigarlo y me doy cuenta de que no hay secuestro, que no hay asesinato, que hay muchas pruebas de que el muerto no estaba muerto, sino que estaba vivo, y lo más importante, que la “madre coraje” Isabel Miranda, que es la que encabezó la búsqueda y la captura de los secuestradores, inventó todo. Parte de la narración de este libro te va a contar la versión de ella y luego te va a contar cómo fui descubriendo que los tornillos, las poleas, las rondanas de esa ficción, eran obra de una mente muy maquiavélica, muy imaginativa, pero falsa, absolutamente perversa.
Si no hubo crimen, ¿cuál fue el móvil de la invención del crimen? Hay una premisa del derecho penal que vale la pena considerar. Un crimen se inventa cuando lo que se busca es esconder un crimen más grande. Lo que yo encuentro son elementos para afirmar que el hijo, supuestamente muerto, desaparecido y luego muerto, habría cometido un crimen muy grande. Tenía que rendir cuentas por ese crimen, no ante la autoridad, sino ante quienes habían sido sus socios, que eran gente muy peligrosa. Y por eso, entonces, se fabrica este crimen para hacerlo desaparecer, no de cara a la opinión pública y los medios de comunicación, de cara a esos criminales. Entonces, sí, es una mujer, yo diría, muy perversa.
Ricardo, pero aquí surgen varias preguntas. Si el móvil era tapar algún crimen que habría cometido Hugo Alberto, bastaba con hacerlo desaparecer y punto, ¿Por qué ensañarse con esta cantidad de gente inocente? Hugo Alberto desaparece la noche del 11 al 12 de julio de 2005 y en los siete meses siguientes, ella denuncia que fue secuestrado, dice quiénes fueron, denuncia que lo mataron, denuncia que le llegaron incluso notas de secuestro, pero la autoridad no le cree nada. Nada es nada. Al punto que el departamento donde supuestamente los secuestraron, lo asesinaron, se vuelve a rentar y desestiman el caso. Ella empieza a presionar a las autoridades con que va a poner vallas publicitarias, acusándolos de ser cómplices de los secuestradores.
Ya, pero ¿es legal el México que una persona natural denuncie un caso públicamente? En ese momento nadie se dio cuenta dónde está nuestra cultura jurídica, juzgar a alguien en el tribunal de las vallas publicitarias, era atentar con el principio de inocencia. Y aquí viene la segunda parte de tu pregunta. Lo que ni ella esperaba, se volvió muy famosa. Los presidentes la abrazaron, el poder público, la abrazó. Le entregan el Premio Nacional de Derechos Humanos, la hicieron candidata para la alcaldía de la ciudad, la hicieron la principal asesora en materia de secuestro y ahí es cuando ella ya no podía echar marcha atrás. Y entonces es cuando ella tiene que reforzar tres, cuatro, cinco veces, el nudo de la ficción.
Entrevistas a la señora en televisión y le dices que el hijo secuestrado, no era hijo del señor Wallace sino de otro y que por consecuencia la evidencia de la sangre no era compatible con el supuesto padre, ahí no más ya se caía el caso. Ella acepta ir al programa de televisión y ahí concretamente hablamos de un tema, ¿quién es el papá de Hugo Alberto? ¿Y por qué es importante quién es el papá? Por la sangre. Ella renta el departamento y siembra una gota de sangre que coincide en 99 % con el señor Wallace. Pero resulta que el señor Wallace no es el padre biológico. Y ella me lo negó en televisión. A los dos días me habla el verdadero padre biológico que es Carlos León. Yo digo, si mintió en televisión nacional, sobre la paternidad biológica de su hijo, qué otra mentira era capaz de decir esta mujer.
Has puesto en ridículo a todas las instituciones de justicia de México, ¿Cómo es posible que hayan creído una historia como esta, sin haber investigado en serio? El Estado mexicano ya está dividido, los jueces han coincidido en que es un caso fabricado. La Comisión de Derechos Humanos ha corroborado la tortura y ha recomendado la liberación. La ONU ha recomendado la salida de Brenda Quevedo y otros; pero la Fiscalía General de la República sigue convencida y ha impedido el cierre del juicio de los que no tienen sentencia en primera distancia y ha puesto un recurso ante la corte para que eche atrás la sentencia que se votó a junio. Aquí está la explicación, porque si se confirma judicialmente la fabricación, tienes que perseguir a los que fabricaron y los que apoyaron esta mentira. Por eso, la Fiscalía no está dispuesta a revisar los errores cometidos.
Finalmente, ¿el hijo está vivo? Yo lo que te puedo decir es que hubo muchos elementos que me llevaron a pensar que no murió en julio de 2005. Tengo llamadas telefónicas que hizo después se encontró con sus novias. Habló con la mamá de su segunda hija, hizo compras, en fin, pruebas muy contundentes. O sea, dos años después, no sé si se mudó, si se cambió el rostro y se fue a vivir a otro país. Pero no voy a desistir hasta saber qué pasó con el hijo.
PERFIL
Ricardo Raphael. Periodista, analista político, escritor y académico mexicano. Es columnista en el Milenio Diario, y otros medios nacionales e internacionales. Es autor, entre otros textos, de la novela Hijo de la Guerra, además de ensayos diversos.
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