En una pequeña habitación de bloquetas de 2x3 metros cuadrados y techo de calamina levantada al pie de un peñasco de sillar y signada en la supermanzana 2A, lote 21 del sector IV de la asociación de vivienda José Luis Bustamante y Rivero, en Cerro Colorado, fue hallado muerto Leónidas Barrientos Góngora.

La Policía encontró el cadáver del taxista, de 45 años, recostado en el piso y atado en las muñecas y tobillos con soguillas, una cinta de embalaje reforzaba las ataduras. Los asesinos también envolvieron su rostro con el adhesivo y falleció la noche del 28 de octubre, según los peritos de Criminalística.

Ese fue el día que Leónidas desapareció con su auto de placa X3K-457. Sheila Molina contó que luego de almorzar, su esposo decidió volver a trabajar pues solo había hecho 50 soles durante su trabajo de la mañana. “Vuelve pronto”, le dijo al padre de su hija recién nacida y lo despidió con un beso, no volvió a saber de él hasta que nueve días después se enteró que había sido asesinado.

CUERPO. Ayer, durante la diligencia del levantamiento del cadáver, los peritos establecieron que por la posición del cuerpo y la forma cómo lo encontraron fue colocado sin vida en el lugar, es decir, el taxista fue asesinado en otro punto de la ciudad.

El cadáver de Leónidas Barrientos no tenía lesiones en el cuerpo salvo en uno de los codos, debido al estado de descomposición no se pudo establecer la causa de muerte y la fiscal Silvia Pinto ha programado para las 8:00 horas de hoy la necropsia al cuerpo del conductor para descubrir la forma cómo lo mataron.

SIN RESPONSABILIDAD. Alan Coto Muriel es el dueño de la habitación donde se halló el cadáver. Tímido y sin mirada fija, dijo sentirse sorprendido por el hallazgo pues le ha causado preocupación sentir que, de alguna manera, lo involucren en el espeluznante crimen.

“Que hayan encontrado un muerto ahí dentro ha sido como un baldazo de agua fría para mí. Pero quiero aclarar que no tengo nada que ver con eso”, dijo brevemente mientras se retiraba de su predio que visita cada 20 días para realizar algún trabajo de limpieza o asegurarse que no haya sido indebidamente ocupado. Alan Coto vive en otra zona de Bustamante y Rivero y al igual que él la Policía convocó a declarar a los dueños de los dos lotes contiguos que también están deshabitados.

SIN TESTIGOS. En los postes de alumbrado público de la zona IV de la asociación José Luis Bustamante y Rivero, hay letreros en los que se advierte que todo aquel que sea sorprendido cometiendo un delito será ajusticiado.

Según Víctor Calderón Vega, presidente del sector, por semana se registran entre tres a cuatro arrebatos y además de la advertencia se ha instalado un sistema de alarmas que se activan cuando un vecino es víctima de un robo o se observa la presencia de desconocidos en el lugar.

Sin embargo, nadie se dio cuenta de lo que pasó con el taxista a manos de sus captores quienes pasaron por alto las llamativas advertencias y se tomaron el tiempo suficiente para deshacerse del cadáver.

Jorge Quiroz, tío de Leónidas, dijo por presión de la Fiscalía y la Policía lograron que hace cinco días la concesionaria, donde su sobrino compró el auto les entregue el registro de la geolocalización del taxi y lo que hicieron los detectives de la PNP fue encontrar primero el vehículo en Puno y luego ubicaron que a las 20:00 horas del 28 de octubre, el auto se detuvo durante 17 minutos en el sector IV de Bustamante y Rivero.

Ese fue el tiempo que emplearon los delincuentes para deshacerse del taxista. Para ingresar al cuarto rompieron el vidrio de la ventana que estaba bloqueada con una placa de metal, luego rompieron la chapa de la puerta, dejaron el cadáver en el suelo y cerraron la puerta de metal asegurándola con alambre.

De acuerdo con el registro del GPS el vehículo partió rumbo a Puno y la madrugada del 29 de octubre llegó a una casa ubicada en San Román donde estuvo dos horas parado, luego se dirigió a la vivienda de Inés Hancco ubicada en la urbanización Dos de Mayo del distrito de San Miguel donde finalmente el auto fue encontrado por la Policía la mañana del último miércoles con una bolsa de plástico negro de gran tamaño y alrededor de 12 placas de otros vehículos.

Los detectives de Robos de la Divincri de Arequipa viajaron a Puno para realizar las diligencias que permitan ubicar a los delincuentes y uno de los sospechosos es Fredy Copa Chávez, inquilino de Inés Hancco quien dijo que dejó el auto en la cochera de su casa el 30 de octubre y, desde entonces, no lo ha vuelto a ver.

Pero, del acopio de información que hicieron los detectives, algunos vecinos de la Urb. Dos de Mayo indicaron que vieron a Copa Chávez un día antes del hallazgo del auto, es decir el martes 3 de noviembre y no como indicó Hancco.

La intervención de la dueña de la cochera es clave según la familia. “Ella sabe más de lo que ha dicho y lo único que pedimos es que sea investigada a fondo”, dijo Jorge Quiróz quien junto a sus demás familiares se presentó ayer en la zona donde hallaron el cuerpo de su sobrino.

RECLAMO. Su hermana, Nancy Quiróz, se siente consternada por lo que ocurrió con Leónidas de quien aseguró era una persona responsable y preocupada por su familia. Su repentina tardanza para retornar a su casa ubicada en la asociación Villa Corpac, Cerro Colorado, la noche del 28 de octubre, hizo que de inmediato acudieran a la comisaría de Zamácola para hacer la denuncia.

Asegura que la primera respuesta que obtuvieron de los efectivos fue que quizás el taxista estaba tomando con amigos o se encontraba con alguna mujer, incluso que debían esperar unas horas más para que apareciera.

“Perdimos tiempo valioso para buscarlo. Nosotros hemos recorrido lugares inimaginables, basurales, quebradas en Chiguata, Mariano Melgar, Paucarpata, Uchumayo, lugares donde usualmente arrojan a quienes les roban los carros. Nunca pensamos encontrarlo aquí, muerto. Si querían el auto se lo podían llevar pero no era necesario hacer esto”, dijo Nancy Quiroz quien pide a la PNP la pronta captura de los asesinos que le quitaron la vida a su sobrino que quince días antes de su muerte, comenzó a recorrer las calles de la ciudad en su auto para ganarse el sustento de su familia al perder su trabajo como vigilante en una mina.