Baile. El parque El Ángel de Matarani, Islay, los pescadores bailan con su patrón en hombros.  (FOTO: PEDRO TORRES)
Baile. El parque El Ángel de Matarani, Islay, los pescadores bailan con su patrón en hombros. (FOTO: PEDRO TORRES)

Desde hace 30 años, Cristina Mendoza se levanta muy temprano para alistar al patrón. En la gruta, ubicada en el muelle Privado de Matarani, provincia de Islay, desde donde los hombres se encomiendan a su santo para qué la pesca en alta mar sea abundante y regresen bien a casa, Cristina viste de gala a San Pedro. “Es una fecha muy especial para nosotros”, dice la mujer que ha colocado una capa azul y una túnica resplandeciente al apóstol pescador de Jesús que la luce mientras baila en el parque del Ángel al ritmo de sus fieles devotos, los pescadores.

TRADICIÓN. Cada año, las imágenes de San Pedro del muelle Privado y El Faro se reúnen en el templo del Señor del mar de Matarani para luego de la misa, en honor al santo, salen en procesión cargado por las cuadrillas de pescadores que los trasladan hasta el parque José Olaya Balandra dónde se rinde honores al mártir peruano.

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Además de celebrar el Día de San Pedro y San Pablo,  el 29 de junio se conmemora al pescador chorrillano que sacrificó su vida durante la guerra contra los realistas, era el encargado de llevar  a nado desde el Callao a Lima los mensajes sobre los movimientos de la armada enemiga. Allí también participaron el alcalde de Matarani, Irwin Santoyo, hombre de mar al igual que el 90 por ciento de los pobladores de Matarani, representantes de la capitanía del Puerto de Matarani, entre otras autoridades.

UN BAILE DE DEVOCIÓN. El lento caminar de la procesión se transformó en una danza que desborda alegría y fe. “Esta es la alegría de todos los que vamos hasta alta mar para ganarnos el pan de cada día. Nuestra felicidad es porque el patrón  permite que regresemos bien con nuestras familias y por eso estamos agradecidos”, sostuvo Jorge Arroyo que forma parte de la cuadrilla de cargadores y que durante los últimos 30 años de su vida se ha persignado ante San Pedro, antes de zarpar desde el muelle de El Faro.

Durante 10 minutos las andas que llevan al Santo patrón se mueven al ritmo de las trompetas, bajos, tarolas y los bombos con los que la banda “Juventud Arrolladora”, tocó contagiantes huaynos y cumbias. Hace dos años, 16 músicos de Caylloma se unieron para formar la agrupación musical que por primera vez acompañó las celebraciones de los pescadores.

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Hasta el año pasado y después del tradicional baile que desata la algarabía de los fieles, las imágenes del Santo solían separarse en el parque El Ángel para volver a los muelles Privado y El Faro que custodian y protegen. Pero, el alcalde, pescador y devoto, juntó a ambos en el muelle El Faro, hasta donde San Pedro fue desplazado en camionetas para darle un descanso a los cuadrilleros que sudaban a borbotones y hacían muecas en señal de dolor en el hombro por el continuo movimiento del madero sobre el que reposaban las andas.

FE INQUEBRANTABLE. “Si no vuelvo, es porque estoy con él”, suelen decir los pescadores a sus familias antes de partir a su faena que puede prolongarse por varios días en busca de la codiciada huevera o los pericos que se pescan en alta mar. “Por eso siempre nos encomendamos al Santo para que nos cuide y nos vaya bien mientras estamos fuera.  Yo se lo decía a mi esposa, pues la pesca es dura y sacrificada”, dice Pablo Guevara Pomachari que hace 69 años, nació en Chiclayo, pero echó raíces en el puerto bravo de Mollendo.

Don Pablito, como lo llaman sus amigos y conocidos, es un pescador retirado, pero sigue unido al mar. Desde el embarcadero de El Faro observa la marea de gente que se vuelca a las decenas de embarcaciones que por la festividad de San Pedro y San Pablo los dueños permiten que los visitantes suban gratuitamente para dar un paseo de poco más de media  hora frente a la costa de Matarani.

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Algunos con suerte zarpan al mismo tiempo que los botes que llevan a San Pedro y participan, en medio del vaivén de las aguas, de las ofrendas que se arrojan al mar frente al santo, mientras los pescadores piden protección. “Yo la he tenido (protección) durante toda mi vida. Alguna vez he estado a punto de volcar, pero gracias a Dios no pasó, me cuidó y por ello estoy agradecido”, dice don Pablito que durante un verano de los años 70, conoció a Cristina Ramos Flores, una hermosa arequipeña de quien se enamoró perdidamente. Con ella tuvo tres hijos varones y trabajó de la mano para construir su casa en la localidad de Mollendo.

Pese a que sus hijos le pidieron siempre que los llevará a pescar, Pablo Guevara sólo accedió a que lo hicieran en verano y se resistió a convertirlos en hombres de mar. “La vida del pescador es dura. A veces te da y en otras te comes las uñas, yo no quería eso para ellos y al final lo entendieron y me lo agradecieron. Yo me sacrifiqué por ellos y es suficiente”, dijo el jubilado pescador mientras continuaba observando el embarco y desembarco de niños, jóvenes y adultos.

A pesar de todo lo vivido no se ha separado del mar, es parte de su vida y aunque ha dejado de echar las redes posee las embarcaciones Gaviota I y II en el muelle Privado en las que pasea a los visitantes siempre encomendándose al patrón ante de hacerse a la mar. Al final del día, los santos vuelven en andas a sus moradas en los muelles para volver a encontrarse dentro de un año por la fe sus fieles pescadores.

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