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Víctor Raúl Velarde Cruces, de 49 años, sobrevivió al episodio más terrorífico de su vida. En sus veinte años como conductor, nunca sufrió un asalto que lo dejara al borde de la muerte, pero “Zambo”, como lo conocen sus amigos, venció a la oscuridad.

Sentado en la cama de su habitación, en la sección Cirugía Varones del hospital Honorio Delgado Espinoza de Arequipa, recuerda lo que sucedió el jueves 30 de abril. Esa mañana se levantó como siempre y salió a trabajar manejando la camioneta a su cargo por la ruta Urasqui, San Juan de Chorunga, Iquipi, Ocoña (provincias de Condesuyos y Camaná en Arequipa). Fue en Iquipi donde subieron sus asaltantes; dos varones y mujer que simularon ser pasajeros con destino a Ispacas, un poblado bastante lejos de donde estaba, por lo que Velarde les ofreció llevarlos solo hasta Cerro Rico. Cuando se dirigían al lugar y después de haber dejado a los otros pasajeros, el chofer recibió el pedido de uno de los viajeros para que se detenga en medio del trayecto para miccionar.

EL ATAQUE. Cuando se detuvo, sintió en el cuello un apretón de una soga que le impedía respirar, la cual era fuertemente tirada por la mujer. Intentó zafarse, pero el tercer ladrón le apuntó con un arma; a pesar de ello, Zambo no se dejó vencer y se impulsó sobre su atacante. Ambos cayeron del vehículo y es ahí cuando recibió un disparo por la espalda. Sin poder moverse, el chofer quedó tendido en la hierba, mientras sus agresores planeaban qué hacer.

Minutos después, los varones lo subieron de nuevo al vehículo y le cubrieron el rostro con una manta negra, no sin antes amenazarlo. “Si intentas hacer algo te matamos”, le repetían. El viaje duró cuatro horas hasta que se detuvieron en medio de la pampa para bajarlo y arrastrarlo a una quebrada, donde lo dejaron sobre una colchoneta vieja.

SOPORTÓ FRÍO. “Uno de los delincuentes se quedó conmigo, sentado a mi lado, no lo veía, solo lo percibía; creo que esperaba verme morir”, relata Zambo. El frió de la tarde y una llovizna debilitaron su cuerpo y se desmayó.

El inclemente clima de la noche lo despertó, Zambo se percató que estaba solo e inmediatamente se quitó la manta que le cubría el rostro. Aquella noche fue la más gélida y larga para el chofer; la herida y la oscuridad no le permitían movilizarse. A la mañana siguiente, el viernes 1 se arrastró para salir del lugar, usó la colchoneta para protegerse y llegó a la cima, pero lo que vio fue solo pampa y a lo lejos al Coropuna, por lo que dedujo que estaba por Chuquibamba. La debilidad no le permitió avanzar más.

Según nos cuenta, ese día avanzó 300 metros porque tenía calambres. La noche lo sorprendió nuevamente. La escarcha que se formaba en la manta sirvió para que pueda beber y quedó rendido.

En la soledad de la puna, Zambo elevó unas plegarias a la virgen. El recuerdo de sus seis hijos le daba las fuerzas para mantenerse vivo, pero tenía sed y hambre.

Recordó las películas de cowboys, cuando los hombres perdidos en el desierto tomaban sus orines y se alimentó de las pocas flores que allí crecían. Aquel sábado avanzó otros 100 metros, gritaba constantemente para que alguien lo escuchara.

DíA TRES: Zambo sobrevivió hasta el tercer día con una herida de bala, con hambre y sed, pero su esfuerzo comenzaba a dar frutos. Ya no estaba solo con el silencio, los ladridos de un perro y el ruido del paso de un auto le dieron esperanza. Aún así sus gritos eran débiles y se perdían en el vacío hasta que cuatro pastores lo vieron, se acercaron solo para decirle que enviarían ayuda, pues se iban hacia otro lugar, pero el auxilio no llegó. Avanzó hacia un camino de herradura que conduce a Chuquibamba y se desplomó. Un comunero de unos cincuenta años lo hizo entrar en razón, le ofreció caramelos y luego desapreció para volver después con algo de agua; sin embargo, no lo pudo llevar a ningún lado. Fue entonces que apareció una pareja montada en una motocicleta. Escucharon el relato del sobreviviente y llamaron a un pariente para que lo llevara a la Policía. Los agentes salieron a buscarlo y en el camino, el motociclista fue divisado por los ocupantes de una camioneta de búsqueda, entre ellos iba el hijo menor de Zambo, eran aproximadamente las 13 horas. Los rescatistas llevaron al chofer hasta el centro de salud de Chuquibamba, donde los médicos lo atendieron para derivarlo más tarde al hospital de Aplao y de ahí al Honorio Delgado en Arequipa, a donde llegó cerca de las once de la noche del domingo 3.

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